lunes, 16 de julio de 2018

El secreto de esta Francia campeona del mundo (Jornada)




                                                   Desde Moscú



Karim Benzema, Mathieu Valbuena, Frank Ribéry, Samir Nasri. Cuatro nombres rutilantes que bien podrían integrar la selección francesa pero que no fueron tenidos en cuenta para encarar esta Copa del Mundo y no es casualidad. Son parte de una estructura que quedó atrás cuando el equipo del gallo fue parte de un escándalo mayúsculo en Sudáfrica 2010, cuando no sólo no pudo pasar la fase de grupos sino que los jugadores acabaron enfrentados al extravagante director técnico Raymond Doménech.

Ese plantel, que para algunos medios fue considerado como “traidor a la patria” al regresar a París, fue diezmado y entonces el fútbol generó un replanteo que el brillante doctor en Sociología Fernando Segura Trejo definió como un “Estado General del fútbol” parecido al “Estado General” de 17989, con la Revolución, aunque esta vez fue sólo para temas atinentes a la pelota.

Tanto la Federación Francesa (FFF) como el Ministerio de Deportes y el fútbol juvenil dejaron en claro que lo que buscaban era otra cosa: otra disciplina, otra idea del juego colectivo, y, en lo posible, una mayor integración luego de que el emblemático himno del país, La Marsellesa, fuera silbada por casi todo el estadio en un amistoso ante Argelia.

Muchos se dieron cuenta allí que el fútbol no sólo podía obrar como disciplinador de una generación joven de chicos que en muchos casos venían de incendiar coches en la Banlieu (periferia) sino que también los podía integrar para un proyecto, aunque más no sea, de la pelota.

Así es que primero se decidió que como entrenador de la selección fuera Laurent Blanc, aquel defensor campeón mundial en 1998, que aunque no obtuvo buenos resultados, le dejó el camino expedito desde la Eurocopa 2012 a Didier Deschamps para que desarrollara su trabajo, mientras ya en 2013, la selección sub-20 le ganaba la final del Mundial sub-20 a Uruguay con la destacada figura de Paul Pogba.

Deschamps es un DT extraño para Francia. Había levantado la Copa del Mundo como capitán en 1998 pero, de fondo, es un hijo de la Juventus, con todo lo que eso significa: defender a la italiana, regularidad ante todo, aprovechamiento de cada ataque y practicidad, pero con muy buenos jugadores.

En Brasil 2014 no pudo con Alemania y se quedó en los cuartos de final (también dirigido por Néstor Pitana), y dos años más tarde, en la Eurocopa como local, que era el verdadero objetivo al que apuntaba todo el fútbol del país, se le escapó la final ante Portugal, luego de que, esta vez, había eliminado bien a Alemania en semifinales. Es decir que este título es consecuencia de un proyecto claro, de un trabajo de muchos años, y de un notable crecimiento.

Más allá de que hay un eslabón entre aquella otra selección campeona del mundo, que sin dudas es Deschamps, hay que afirmar que a diferencia de aquella con el liderazgo de Zinedine Zidane como imagen y que ésta intenta hacer lo propio con Antoine Griezmann, aquella era más brillante y ésta, más colectiva.

Nadie escatimó esfuerzos y si Ngolo Kanté se comió el mediocampo en todos los partidos, contó con la ayuda inestimable de un Pogba que resignó  su lucimiento personal para colaborar en la marca, al igual que Steven Nzonzi,  un volante más distributivo que se cerró en el “doble cinco” cuando el equipo necesitó mantener el resultado en el final, y con un Olivier Giroud que, al igual que Guivarch en 1998, prefirió abrir espacios y pivotear de espaldas al arco rival antes que meter sus goles en una competencia individual.

Si aquella Francia de 1998 fue armada por Aiméé Jacquet en lo que se dio enj llamar “Blanc. Noir y Beure” (blancos, negros y árabes) que luego dio lugar a un intento de aprovechamiento desde distintos sectores políticos, esta es una Francia multicolor, de integración al punto de que muchos jugadores provienen de colonias francesas en el exterior, pero sumados a una disciplina y a un objetivo final.

Esta Francia mitad italiana mitad francesa, supo jugar al error del rival, y en especial ante Croacia, en la final, aprovechó la enorme diferencia física ante un equipo que había participado en tres alargues y que tuvo un día menos de descanso por haber jugado un día más tarde la semifinal.

Y entonces decidió esperarlo todavía más atrás, regalarle tres cuartos de cancha para matarlo a la contra con un tremendo delantero veloz como Mbappé. Y si la distancia en goles no fue mayor es por el increíble blooper final de Hugo Lloris y porque Pogba perdió un gol increíble frente a Subasic. Si no, posiblemente estaríamos ahora escribiendo sobre una goleada estrepitosa.

El clic de Francia fue ante Argentina. Estuvo 1-2 abajo en el segundo tiempo y el gol de Benjamin Pavard fue clave, porque no sólo empató sino que proyectó a Francia hacia una enorme diferencia física, técnica, pero en especial, táctica. Parece mentira pero Argentina la tuvo casi knocaut, y no supo aprovecharla, sumida en aquella idea del Messi “falso nueve” que recordaremos por siempre.

Esta Francia no es campeona por casualidad sino como consecuencia, acaso pronta, porque es un equipo muy joven, de trabajo y de objetivos claros. Para aplaudir y para aprender.

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