Desde Moscú
Karim Benzema, Mathieu Valbuena, Frank Ribéry, Samir
Nasri. Cuatro nombres rutilantes que bien podrían integrar la selección
francesa pero que no fueron tenidos en cuenta para encarar esta Copa del Mundo
y no es casualidad. Son parte de una estructura que quedó atrás cuando el
equipo del gallo fue parte de un escándalo mayúsculo en Sudáfrica 2010, cuando
no sólo no pudo pasar la fase de grupos sino que los jugadores acabaron
enfrentados al extravagante director técnico Raymond Doménech.
Ese plantel, que para algunos medios fue considerado
como “traidor a la patria” al regresar a París, fue diezmado y entonces el
fútbol generó un replanteo que el brillante doctor en Sociología Fernando
Segura Trejo definió como un “Estado General del fútbol” parecido al “Estado
General” de 17989, con la Revolución, aunque esta vez fue sólo para temas
atinentes a la pelota.
Tanto la Federación Francesa (FFF) como el
Ministerio de Deportes y el fútbol juvenil dejaron en claro que lo que buscaban
era otra cosa: otra disciplina, otra idea del juego colectivo, y, en lo
posible, una mayor integración luego de que el emblemático himno del país, La
Marsellesa, fuera silbada por casi todo el estadio en un amistoso ante
Argelia.
Muchos se dieron cuenta allí que el fútbol no sólo
podía obrar como disciplinador de una generación joven de chicos que en muchos
casos venían de incendiar coches en la Banlieu (periferia) sino que también los
podía integrar para un proyecto, aunque más no sea, de la pelota.
Así es que primero se decidió que como entrenador de
la selección fuera Laurent Blanc, aquel defensor campeón mundial en 1998, que
aunque no obtuvo buenos resultados, le dejó el camino expedito desde la
Eurocopa 2012 a Didier Deschamps para que desarrollara su trabajo, mientras ya
en 2013, la selección sub-20 le ganaba la final del Mundial sub-20 a Uruguay
con la destacada figura de Paul Pogba.
Deschamps es un DT extraño para Francia. Había
levantado la Copa del Mundo como capitán en 1998 pero, de fondo, es un hijo de
la Juventus, con todo lo que eso significa: defender a la italiana, regularidad
ante todo, aprovechamiento de cada ataque y practicidad, pero con muy buenos
jugadores.
En Brasil 2014 no pudo con Alemania y se quedó en
los cuartos de final (también dirigido por Néstor Pitana), y dos años más
tarde, en la Eurocopa como local, que era el verdadero objetivo al que apuntaba
todo el fútbol del país, se le escapó la final ante Portugal, luego de que,
esta vez, había eliminado bien a Alemania en semifinales. Es decir que este
título es consecuencia de un proyecto claro, de un trabajo de muchos años, y de
un notable crecimiento.
Más allá de que hay un eslabón entre aquella otra
selección campeona del mundo, que sin dudas es Deschamps, hay que afirmar que a
diferencia de aquella con el liderazgo de Zinedine Zidane como imagen y que
ésta intenta hacer lo propio con Antoine Griezmann, aquella era más brillante y
ésta, más colectiva.
Nadie escatimó esfuerzos y si Ngolo Kanté se comió
el mediocampo en todos los partidos, contó con la ayuda inestimable de un Pogba
que resignó su lucimiento personal para
colaborar en la marca, al igual que Steven Nzonzi, un volante más distributivo que se cerró en
el “doble cinco” cuando el equipo necesitó mantener el resultado en el final, y
con un Olivier Giroud que, al igual que Guivarch en 1998, prefirió abrir
espacios y pivotear de espaldas al arco rival antes que meter sus goles en una
competencia individual.
Si aquella Francia de 1998 fue armada por Aiméé
Jacquet en lo que se dio enj llamar “Blanc. Noir y Beure” (blancos, negros y
árabes) que luego dio lugar a un intento de aprovechamiento desde distintos
sectores políticos, esta es una Francia multicolor, de integración al punto de
que muchos jugadores provienen de colonias francesas en el exterior, pero
sumados a una disciplina y a un objetivo final.
Esta Francia mitad italiana mitad francesa, supo
jugar al error del rival, y en especial ante Croacia, en la final, aprovechó la
enorme diferencia física ante un equipo que había participado en tres alargues
y que tuvo un día menos de descanso por haber jugado un día más tarde la
semifinal.
Y entonces decidió esperarlo todavía más atrás,
regalarle tres cuartos de cancha para matarlo a la contra con un tremendo
delantero veloz como Mbappé. Y si la distancia en goles no fue mayor es por el
increíble blooper final de Hugo Lloris y porque Pogba perdió un gol increíble
frente a Subasic. Si no, posiblemente estaríamos ahora escribiendo sobre una
goleada estrepitosa.
El clic de Francia fue ante Argentina. Estuvo 1-2
abajo en el segundo tiempo y el gol de Benjamin Pavard fue clave, porque no
sólo empató sino que proyectó a Francia hacia una enorme diferencia física,
técnica, pero en especial, táctica. Parece mentira pero Argentina la tuvo casi
knocaut, y no supo aprovecharla, sumida en aquella idea del Messi “falso nueve”
que recordaremos por siempre.
Esta Francia no es campeona por casualidad sino como
consecuencia, acaso pronta, porque es un equipo muy joven, de trabajo y de
objetivos claros. Para aplaudir y para aprender.
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