miércoles, 11 de julio de 2018

Francia huele a campeón (Jornada)



                                                Desde San Petersburgo



Demasiado hermoso marco para un partido de semifinal de Mundial tan atractivo, por los jugadores que había en los dos equipos. Y sin embargo, cuando en la pantalla apareció el dato de poco más de 66 mil espectadores pareció una exageración. No fue lo excitante que se podía imaginar pero hay ya un dato seguro: este equipo francés huele a campeón.

Francia se impuso en el resultado por un exiguo 1-0 ante Bélgica pero la diferencia táctica fue grande y el punto de madurez en la comparación del momento que cada uno atraviesa, es notable.

Francia es un equipo acomodado, que tiene exacta idea de lo que quiere. No luce siempre, pero hasta cuando defiende tiene un toque de distinción, como si jugara con guantes en las manos y en los pies.

Bélgica trata bien la pelota. Tiene gente que sabe bastante o mucho en el manejo, pero su defensa todavía no está del todo asentada y anoche, su entrenador español, Roberto Martínez, demostró que si bien está en buen camino, le falta todavía ese punto de hervor necesario para la consagración.

Por lo pronto, el planteo inicial de los “Diablos Rojos” fue equivocado. Más que todo, porque intentó ser pragmático simplemente porque enfrente tuvo al rey de la especialidad, pero que jamás se daría el lujo de quitar a Dries Mertens para colocar en su lugar al “árbol” Maouane Fellaini, un volante físico de esos que corren y que se destacan en  el juego aéreo, pero que poco aportan por abajo, por no decir nada.

Entonces, Bélgica renunció a lo que más sabe, en cierta medida, porque se auto mutiló sin entender que Francia cede la pelota a propósito porque juega al error del rival, pero si éste renuncia de entrada a lo que más sabe, comienza a estar perdido. Y más aún, si los galos marcan el primer gol, como el de una pelota parada que Samuel Umtiti cabeceó a la red, como ante Uruguay lo hizo su compañero Raphael Varane. Ya demasiado para ser casualidad.

Una vez que Francia se puso en ventaja, el partido se hizo mucho más previsible. Su entrenador, Didier Deschamps, el eslabón entre aquel equipo campeón mundial en 1998 (cuando fue capitán) y éste que vuelve a jugar una final, plantea un esquema italiano cuando se defiende, pero francés cuando se ataca.

Un arquero seguro como Hugo Lloris, que agarra las que puede y rechaza las que ve dificultosas, una defensa casi española, con Benjamin Pavard (Stuttgart) pero con jugadores del Barcelona, Real Madrid y Atlético Madrid, sumada a un gran volante central como Ngolo Kanté (campeón de la Premier League con el Leicester y con el Chelsea), a quien ayudan Blaise Matuidi y en la medida de lo posible para su elegancia, Paul Pogba y allí sí, cuando pueden salen como balas Antoine Griezmann, y especialmente Kylian Mbappé, para ayudar al pivote Olivier Giroud, el más limitado, que hace el trabajo de aguantar arriba para que lleguen sus compañeros.

Martínez, el DT español de Bélgica, falló su planteo porque si bien luego rectificó con los cambios correctos (es decir, ingresaron los que nunca debieron salir, Mertens y Yannick Ferreira Carrasco, y por Fellaini y un insípido Mussa Dembélé), ya era demasiado tarde y además, había renunciado a parte de su idea original. No fue valiente y no sostuvo lo que trajo al Mundial y que entronizó a su equipo como candidato.

Una vez más, habrá quienes repitan la consigna de que hasta ahora, se trata de un Mundial en el que los que esperan el error rival se terminan imponiendo, pero no es del todo asi. El tema sigue siendo qué hacer cuando se tiene la pelota, aunque esto dure un suspiro.

Para correr, basta el ejemplo de Fellaini, un portento físico, un gigante del área, pero si no hay dominio de pelota y en los centros está bien controlado, sólo le queda salir.

Francia siempre sabe qué hacer. Cuando hay que atacar, ataca. Cuando hay que defender, defiende, cuando hay que contragolpear, contragolpea y cuando hay que cerrar el partido, como ante Uruguay o ante Bélgica, Deschamps recurre, apenas diez minutos y en puntas de pie, digno del gran teatro Marinsky de esta bellísima ciudad, al “doble cinco” con Steven Nzonzi al lado de Kanté y los minutos pasan hasta quedarse con la victoria.

Esta Francia huele a campeona, aunque una final es un partido extraño, distinto, y debe esperar por su rival que saldrá entre Inglaterra y Croacia, esta noche (tarde de la Argentina( en Moscú.

Aquella Francia de 1998 que había conseguido el DT Aimée Jacquet era considerada un mix exacto entre blancos, negros y árabes (“blanc, noire, beure”). Esta otra, es un equipo con jugadores que mayormente pertenecen a otras ligas. Apenas Mbappé lo hace en  el PSG. El resto, participa en clubes alemanes, españoles, ingleses e italianos.

De aquella Francia multirracial a esta otra multicolor con todas las variantes tácticas, parece que el festejo puede ser el mismo, veinte años después. Huele a campeón. Pero le queda un paso más.

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