Desde Moscú
Cuando el árbitro argentino Néstor Pitana indicó el
final, todos lo estaban esperando. Al cabo, la selección francesa se coronó
como nueva campeona del mundo tras vencer de manera inapelable por 4-2 ante
Croacia de la misma manera que lo hizo durante todo el torneo, aguantando
atrás, y siendo tremendamente contundente en ataque.
Francia, con el eslabón de su director técnico
Didier Deschamps como eslabón entre aquel primer campeón de 1998, cuando como
jugador levantó la Copa como capitán, fue un equipo italiano cuando defendió,
siguiendo con el esquema aprendido en la Juventus de su entrenador, donde fue
campeón de Europa y del mundo en 1996, pero fue auténticamente francés cuando
atacó, y ese mix terminó siendo letal para sus rivales.
Lo supo la selección argentina cuando el 2-1 del
segundo tiempo le duró muy poco, y también hoy Croacia, que soñó por un momento
cuando Iván Perisic logró el empate parcial luego de que su compañero Mario
Mandzukic, con un gol en contra, abriera el marcador para los galos.
La gran diferencia que hubo entre los dos era
futbolística en lo colectivo, más que en algunos casos individuales (no por
nada, Luka Modric, fue elegido mejor jugador del torneo y no extrañaría que
acabara llevándose a fin de año el Balón de Oro y el premio The Best al mejor
jugador del mundo), pero terminó siendo también física.
Francia llevaba una enorme diferencia de preparación
porque Croacia había jugado tres tiempos extras en octavos, cuartos y
semifinal, y además, los galos habían disputado su semifinal un día antes, por
lo que llevaban una jornada entera más de descanso (algo que en el futuro la
FIFA deberá cambiar porque no puede haber ventajas de este tipo para favorecer
el negocio).
Esto fue perfectamente aprovechado por el equipo de
Deschamps, que ha demostrado en todo el torneo haber sido práctico e
inteligente, y entonces le cedió completamente el control de la pelota a
Croacia (su posesión fue de 61 por ciento contra apenas el 39 del campeón),
para que se desgastara en el tiempo.
Tal vez el púnico error de los franceses fue haberse
colocado esta vez demasiados metros atrás, aunque al mismo tiempo eso generaba
que Croacia recorriera esos metros, hasta que, como en todo el Mundial, sólo
necesitó dos toques para llegar al arco rival. Así aprovechó un excelente tiro
libre desde el costado de Antoine Griezmann que peinó al revés Mandzukic, luego
el penal que convirtió Griezmann y ya en el segundo tiempo, cuando Croacia tuvo
que redoblar el esfuerzo para empatar, cada contragolpe fue una puñalada para
los de Dalic, y así llegaron los otros dos goles de Pogba (muy defensivo en
todo el Mundial, ayudando a los volantes aunque eso le quitara lucimiento
personal) y Giroud (otro que privilegió el pivoteo y la generación es espacios
a sus propios goles).
El partido estaba 4-1 promediando el segundo tiempo
y pintaba para más, cuando el arquero Hugo Lloris, de impecable torneo, cometió
uno de esos errores que cada tanto le vemos en el Tottenham y que lo hacen
indescifrable, y así Mandzukic pudo descontar y, por breves lapsos, generar una
ilusión de una remontada épica que ante un conjunto tan amalgamado y
sistematizado atrás como el francés, se antojaba imposible.
Francia fue el campeón de la regularidad (Samuel
Umtiti hoy jugó un magnífico partido aunque se equivocó en el empate de Croacia
al amagar ir a buscarla pero quedarse), la solidez, la contundencia y la
practicidad, y de ninguna manera iba a permitir que Croacia volviera a llegar y
hasta Pogba perdió una enorme posibilidad de estirar la ventaja sobre el final.
Ni siquiera la extraña salida de Ngolo Kanté, un
relojito que ayudó a ganar las ligas a Leicester y al Chelsea dos años
seguidos, en 2016 y 2017, reemplazado por Steven Nzonzi, de otra
característica, menos defensiva y más distributiva, alteró el orden francés.
En todo caso, como en todo el Mundial, Pobga
multiplicó sus zancadas, Griezmann no tuvo empacho en bajar a colaborar, Giroud
siguió fabricando espacios y los defensores achicaron hacia adelante. Porque
Francia es mucho más equipo que la suma de sus individualidades, y no es casual
que tras ganar el Mundial sub-20 en 2013, y ser finalista en la Eurocopa 2016,
ahora se lleve la Copa del Mundo, incluso aunque no haya sido acompañada casi
de sus compatriotas, que no llegaban a tres centenares.
La Copa del Mundo está en buenas manos.
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