domingo, 15 de julio de 2018

Francia, un campeón mundial justo y “a la italiana” (Jornada)




                                                    Desde Moscú



Cuando el árbitro argentino Néstor Pitana indicó el final, todos lo estaban esperando. Al cabo, la selección francesa se coronó como nueva campeona del mundo tras vencer de manera inapelable por 4-2 ante Croacia de la misma manera que lo hizo durante todo el torneo, aguantando atrás, y siendo tremendamente contundente en ataque.

Francia, con el eslabón de su director técnico Didier Deschamps como eslabón entre aquel primer campeón de 1998, cuando como jugador levantó la Copa como capitán, fue un equipo italiano cuando defendió, siguiendo con el esquema aprendido en la Juventus de su entrenador, donde fue campeón de Europa y del mundo en 1996, pero fue auténticamente francés cuando atacó, y ese mix terminó siendo letal para sus rivales.

Lo supo la selección argentina cuando el 2-1 del segundo tiempo le duró muy poco, y también hoy Croacia, que soñó por un momento cuando Iván Perisic logró el empate parcial luego de que su compañero Mario Mandzukic, con un gol en contra, abriera el marcador para los galos.

La gran diferencia que hubo entre los dos era futbolística en lo colectivo, más que en algunos casos individuales (no por nada, Luka Modric, fue elegido mejor jugador del torneo y no extrañaría que acabara llevándose a fin de año el Balón de Oro y el premio The Best al mejor jugador del mundo), pero terminó siendo también física.

Francia llevaba una enorme diferencia de preparación porque Croacia había jugado tres tiempos extras en octavos, cuartos y semifinal, y además, los galos habían disputado su semifinal un día antes, por lo que llevaban una jornada entera más de descanso (algo que en el futuro la FIFA deberá cambiar porque no puede haber ventajas de este tipo para favorecer el negocio).

Esto fue perfectamente aprovechado por el equipo de Deschamps, que ha demostrado en todo el torneo haber sido práctico e inteligente, y entonces le cedió completamente el control de la pelota a Croacia (su posesión fue de 61 por ciento contra apenas el 39 del campeón), para que se desgastara en el tiempo.

Tal vez el púnico error de los franceses fue haberse colocado esta vez demasiados metros atrás, aunque al mismo tiempo eso generaba que Croacia recorriera esos metros, hasta que, como en todo el Mundial, sólo necesitó dos toques para llegar al arco rival. Así aprovechó un excelente tiro libre desde el costado de Antoine Griezmann que peinó al revés Mandzukic, luego el penal que convirtió Griezmann y ya en el segundo tiempo, cuando Croacia tuvo que redoblar el esfuerzo para empatar, cada contragolpe fue una puñalada para los de Dalic, y así llegaron los otros dos goles de Pogba (muy defensivo en todo el Mundial, ayudando a los volantes aunque eso le quitara lucimiento personal) y Giroud (otro que privilegió el pivoteo y la generación es espacios a sus propios goles).

El partido estaba 4-1 promediando el segundo tiempo y pintaba para más, cuando el arquero Hugo Lloris, de impecable torneo, cometió uno de esos errores que cada tanto le vemos en el Tottenham y que lo hacen indescifrable, y así Mandzukic pudo descontar y, por breves lapsos, generar una ilusión de una remontada épica que ante un conjunto tan amalgamado y sistematizado atrás como el francés, se antojaba imposible.

Francia fue el campeón de la regularidad (Samuel Umtiti hoy jugó un magnífico partido aunque se equivocó en el empate de Croacia al amagar ir a buscarla pero quedarse), la solidez, la contundencia y la practicidad, y de ninguna manera iba a permitir que Croacia volviera a llegar y hasta Pogba perdió una enorme posibilidad de estirar la ventaja sobre el final.

Ni siquiera la extraña salida de Ngolo Kanté, un relojito que ayudó a ganar las ligas a Leicester y al Chelsea dos años seguidos, en 2016 y 2017, reemplazado por Steven Nzonzi, de otra característica, menos defensiva y más distributiva, alteró el orden francés.

En todo caso, como en todo el Mundial, Pobga multiplicó sus zancadas, Griezmann no tuvo empacho en bajar a colaborar, Giroud siguió fabricando espacios y los defensores achicaron hacia adelante. Porque Francia es mucho más equipo que la suma de sus individualidades, y no es casual que tras ganar el Mundial sub-20 en 2013, y ser finalista en la Eurocopa 2016, ahora se lleve la Copa del Mundo, incluso aunque no haya sido acompañada casi de sus compatriotas, que no llegaban a tres centenares.

La Copa del Mundo está en buenas manos.


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