Desde Moscú
Por distintas razones, ya sea por el intempestivo
cambio de entrenador a dos días de comenzar el torneo, o porque es el mayor
defensor del “tiki-taka” que ahora todos discuten a partir de que se van
imponiendo equipos que no tienen por norma este sistema de juego, lo cierto es
que la selección española suele ser la más citada del Mundial como referencia,
incluso, de lo negativo.
Desde esta columna vinimos insistiendo desde hace ya
mucho tiempo sobre uno de los grandes problemas tácticos de la selección
española, que no pudo superar a la rusa en los octavos de final aún habiendo
hecho más de 1100 pases en ese partido, y con un total dominio en cuanto al
porcentaje de posesión de balón.
Y en este punto, hemos reiterado que el problema
mayor de la selección española, que ya se hizo crónico, es que normalmente, el
alto dominio de posesión de balón no se expresa luego en el marcador final
porque en el sistema táctico suele haber demasiados volantes y escasos
atacantes.
Un sistema como el de este Mundial con un 4-5-1 es
excesivamente horizontal. Es verdad que se consigue mantener la pelota bajo
dominio casi todo el partido, y de esta manera no hay demasiada exposición a
los contragolpes rivales, pero esa diferencia en el juego debe traducirse en
una diferencia también en la red porque en caso contrario, equipos preparados
para aprovechar un error pueden arrancar un punto o directamente quedarse con
los tres.
Pero tampoco es cierto que el sistema de la posesión
no sirva –como se quiere hacer ver ahora desde varios críticos a este tipo de
juego- sino que la posesión sirve siempre y cuando sea eficaz, y para eso, no
puede haber tan pocos delanteros.
Julen Lopetegui, el frustrado entrenador español
despedido dos días antes de comenzar el Mundial por el increíble affaire “Real
Madrid”, apenas si citó tres delanteros
en la lista definitiva de 23 jugadores, Diego Costa, Iago Aspas y Rodrigo. Dos
de los tres, brasileños de origen. Luego, en el campo, apenas si colocó uno
como titular (Costa), que justamente con sus goles demostró que sin atacantes,
el fútbol es aberrante, falla en lo fundamental, porque la meta en este deporte
es introducir el balón en la portería contraria: “Goal”, en inglés, significa
“meta”, “objetivo”. Es decir, el objetivo en el fútbol no es quedarse en cero
en su propia portería o ganar el campeonato de la posesión, sino marcar la
diferencia en la portería rival.
Por eso, cinco volantes suena exagerado. Si bien
España suele colocar tres de ellos por detrás del único delantero (nos
referimos a David Silva, Andrés Iniesta e isco Alarcón) y otro de ellos también
tiene más vocación ofensiva que defensiva (Thiago Alcántara) y sólo queda
Sergio Busquets en la contención, al momento de llegar hacia la portería rival,
el único que verdaderamente tiene poder de resolución es el delantero de punta
y el resto, salvo rivales demasiado fáciles de ocasión, suele fallar en el
momento final porque no suele ser lo suyo, no tiene que ver directamente con su
oficio.
El concepto de “llegar más que estar” en función de
ataque puede ser bueno si es complementario, pero no cuando es la única vía de
llegada, y esto puede ser extensible a la selección argentina, que viene
tratando (en vano) de copiar el modelo español aunque aún con menos ejecutantes
de nivel por no tener siquiera organizadores de juego como los de los
españoles.
La idea de Jorge Sampaoli, entrenador argentino, de
colocar a Lionel Messi como “falso nueve” ante Francia el pasado 30 de junio,
día en el que los albicelestes quedaron eliminados del Mundial (3-.4) no fue
acertada por dos razones: porque el equipo ya contaba con dos “nueves
verdaderos” de gran nivel en sus clubes y en varias temporadas seguidas, como
Sergio Agüero y Gonzalo Higuaín (y más todavía sin ser convocados al Mundial,
como Mauro Icardi o Lautaro Martínez), y porque en el Barcelona, cuando Messi
jugó en esa posición, de todos modos el equipo tuvo delanteros con gol en otras
posiciones que simplemente rotaron.
Lo que terminó ocurriendo es entonces que Messi fue
más un “falso mediocentro”, porque al no tener compañeros en ataque tuvo que
bajar al medio a buscar el balón, que un “falso nueve” y Argentina recién se
despertó cuando Sampaoli rectificó en la segunda parte e hizo ingresar a Agüero
y Messi volvió a una situación más lógica para estos tiempos suyos, aunque ya
era tarde.
Creemos que lo de España no es tan complicado de
corregir. Lo primero es que ahora que se sabe que tampoco Fernando Hierro
continuará como entrenador, el nuevo presidente de la Real Federación, Luis
Rubiales, no debería alterar sustancialmente la línea porque no se trata de
eso, sino de entender que al fútbol se gana con goles y que con dos armadores
(más ahora que Iniesta anunció que se retira de “La Roja”), suficientes, y que
se necesita un delantero más por lo menos, y hasta dos, si se decide a jugar
con extremos.
En este punto, otro de los problemas en el Mundial es que ya
Lopetegui consideró a dos jugadores en ascenso como Marco Asensio y Lucas
Vázquez como volantes con llegada y no como atacantes, por lo que el medio
tenía una excesiva cantidad de jugadores, y luego muy pocos para definir esas
jugadas.
Como se pudo ver con los cuatro finalistas, lo
importante pasa por los goles. Sin ellos, el fútbol se torna aburrido,
insípido, le falta el ingrediente principal, y allí sí, pasa a ser “tiki taka”.
Pero una cosa es el “tiki taka” y otra, regalar la
pelota al adversario. Eso significa un retroceso conceptual: si no tengo el
balón, lo tiene mi rival, y necesito que se equivoque para recuperarlo. Todo
muy bien pero…¿y si mi rival no se equivoca?
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