martes, 3 de julio de 2018

Sampaoli, Tapia y el futuro de la Selección (Jornada)




                                                   Desde Moscú



El epicentro sigue siendo Bronnitsy, aunque podría pasar por Kievskaya, la zona donde se encuentra el hotel de Claudio “Chiqui” Tapia, el presidente de la AFA, que de todos modos, pasa horas en el lugar donde aún quedaban tres jugadores, Enzo Pérez, Ángel Di María y Lucas Biglia, esperando que sus vuelos conecten para salir de vacaciones.

Mientras los ex integrantes del plantel argentino ya diseminado y sin despedida formal, piensan en sus destinos de descanso, Tapia exprime su cerebro en busca de argumentos que logren convencer al director técnico de la selección argentina, Jorge Sampaoli, para que éste recapacite y se marche, dejando su lugar vacante para un proyecto nuevo.

“Nosotros sabemos que nos vinieron a buscar para hacer un proyecto. Firmaron por cinco años. Si se cree en los proyectos, hay que saber que requieren tiempo. Pedir un cambio de proyecto es cambiar una vez más. Entonces, nosotros creemos en la deportividad del asunto. Si la opinión pública pide un cambio (y digo opinión pública mencionando muchos monigotes televisivos no preparados que hablan sólo desde ser ciudadanos), no nos cambia porque sería contradecirnos”, nos indican desde adentro de la estructura que queda en el equipo nacional.

“¿Qué hubo errores? Es lógico. ¿Qué los dirigentes estarán aparentados? Seguro. ¿Qué la fácil es sacarnos? Seguro. Pero hay que ver quién sostiene las convicciones”, remata nuestra fuente.

Desde este punto de vista, queda claro que, más allá de que el argumento sea verdadero o no, es innegable que tiene toda la lógica. Si Sampaoli va a defender que no es él quien tira abajo un proyecto firmado para cinco años, y que quien lo tira es la propia AFA, o algunos medios, ya parece cosa “de los demás” y desde ese punto de vista, no le falta razón.

Y volvemos a la frase archiconocida y no por eso, inaplicable en este caso: “La culpa no es del chancho, sino del que le da de comer”. No tiene la culpa Sampaoli, equivocado o no en sus planteos tácticos o en sus manejos con el plantel, si la AFA, en vez de probar hasta el Mundial, se hipoteca firmando un contrato por cinco años sin ver qué tal va el asunto y comprometiéndose a pagarle al “mejor entrenador del mundo” (como alguna vez Tapia dijo sobre Sampaoli), 20 millones de dólares de prescindir de él antes de la Copa América de Brasil 2019.

Tapia viene utilizando todo tipo de argumentos, ayudado por Daniel Angelici, el hombre fuerte del fútbol argentino por tener teléfono rojo con el presidente Mauricio Macri, entre los cuales se encuentra todo el dinero que la AFA perderá de ganar de parte de la FIFA al no avanzar en el Mundial, sumado a los compromisos adquiridos con la Federación Israelí luego de la ridícula (por el hecho y por las formas) cancelación del amistoso del 9 de junio en Jerusalén, que incluyen la presencia de un Lionel Messi ahora más que en dudas para los próximos años.

Y siguiendo con Messi, ¿qué hará la AFA si éste decide no seguir vistiendo la camiseta argentina o si al menos pospone su decisión por dos años? ¿Cómo se las arreglará con todos los negocios vinculados al crack del Barcelona, más allá de su mal Mundial en Rusia?

También el dúo Tapia-Angelici utiliza como argumento el hecho de que fueron ellos los que gestionaron su salida del Sevilla, para lo cual tuvieron que esperar un año porque el club andaluz pedía 8 millones de euros de cláusula de rescisión en 2016 y sólo un millón en 2017, y si se destrabó fue por la amistad entre el presidente de Boca Juniors y el del Sevilla, José Castro.

Pero Sampaoli sigue pertrechado, y no parece dispuesto a renunciar.

El apuro por resolver este tema no está relacionado sólo con la Selección. O sí, pero de otro modo: Tapia sabe que la crisis sociopolítica argentina, que comenzará a aflorar por el clima de mal ánimo por el Mundial, necesitará una cabeza, y el presidente de la AFA sabe que si no es la de Sampaoli, probablemente pueda ser la suya.

La mala elección del DT, la mala gestión de la frustrada reunión con el Papa Francisco en el Vaticano, el desmanejo de la cancelación del amistoso con Israel por pedido de los jugadores a partir de una decena de amenazas y un par de quemas de banderas argentinas por parte de grupos pro-palestinos, en una conferencia de prensa en Barcelona de sólo cuatro minutos y en la que se dijo que con esa determinación se ayudaba a “la Paz Mundial”, pueden terminar, acaso, con el propio ocupante del sillón de Viamonte, habida cuenta de que su suegro, Hugo Moyano, cada día se acerca más al Kirchnerismo. Sumado a esto, hay quienes ya señalan candidatos a la sucesión que no se quedan para nada quietos en estos momentos.

¿Acaso por eso es que se quiso vender a los medios, a principios del Mundial, que Tapia estaba consiguiendo un conchabo en la estructura de la FIFA? Por ahora, el fútbol argentino, con cuatro comisiones sin demasiada fuerza en Zurich, sigue muy lejos de los tiempos de esplendor de Julio Grondona, cuando tirado en su cama del hotel Baur Au Lac, resolvía por teléfono los entuertos nacionales.

Hoy, el fútbol argentino está muy lejos, en todo sentido.

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