Desde Moscú
El epicentro sigue siendo Bronnitsy, aunque podría
pasar por Kievskaya, la zona donde se encuentra el hotel de Claudio “Chiqui”
Tapia, el presidente de la AFA, que de todos modos, pasa horas en el lugar
donde aún quedaban tres jugadores, Enzo Pérez, Ángel Di María y Lucas Biglia,
esperando que sus vuelos conecten para salir de vacaciones.
Mientras los ex integrantes del plantel argentino ya
diseminado y sin despedida formal, piensan en sus destinos de descanso, Tapia
exprime su cerebro en busca de argumentos que logren convencer al director
técnico de la selección argentina, Jorge Sampaoli, para que éste recapacite y
se marche, dejando su lugar vacante para un proyecto nuevo.
“Nosotros sabemos que nos vinieron a buscar para
hacer un proyecto. Firmaron por cinco años. Si se cree en los proyectos, hay
que saber que requieren tiempo. Pedir un cambio de proyecto es cambiar una vez
más. Entonces, nosotros creemos en la deportividad del asunto. Si la opinión
pública pide un cambio (y digo opinión pública mencionando muchos monigotes
televisivos no preparados que hablan sólo desde ser ciudadanos), no nos cambia
porque sería contradecirnos”, nos indican desde adentro de la estructura que
queda en el equipo nacional.
“¿Qué hubo errores? Es lógico. ¿Qué los dirigentes
estarán aparentados? Seguro. ¿Qué la fácil es sacarnos? Seguro. Pero hay que
ver quién sostiene las convicciones”, remata nuestra fuente.
Desde este punto de vista, queda claro que, más allá
de que el argumento sea verdadero o no, es innegable que tiene toda la lógica.
Si Sampaoli va a defender que no es él quien tira abajo un proyecto firmado
para cinco años, y que quien lo tira es la propia AFA, o algunos medios, ya
parece cosa “de los demás” y desde ese punto de vista, no le falta razón.
Y volvemos a la frase archiconocida y no por eso,
inaplicable en este caso: “La culpa no es del chancho, sino del que le da de
comer”. No tiene la culpa Sampaoli, equivocado o no en sus planteos tácticos o
en sus manejos con el plantel, si la AFA, en vez de probar hasta el Mundial, se
hipoteca firmando un contrato por cinco años sin ver qué tal va el asunto y
comprometiéndose a pagarle al “mejor entrenador del mundo” (como alguna vez
Tapia dijo sobre Sampaoli), 20 millones de dólares de prescindir de él antes de
la Copa América de Brasil 2019.
Tapia viene utilizando todo tipo de argumentos,
ayudado por Daniel Angelici, el hombre fuerte del fútbol argentino por tener
teléfono rojo con el presidente Mauricio Macri, entre los cuales se encuentra
todo el dinero que la AFA perderá de ganar de parte de la FIFA al no avanzar en
el Mundial, sumado a los compromisos adquiridos con la Federación Israelí luego
de la ridícula (por el hecho y por las formas) cancelación del amistoso del 9
de junio en Jerusalén, que incluyen la presencia de un Lionel Messi ahora más
que en dudas para los próximos años.
Y siguiendo con Messi, ¿qué hará la AFA si éste
decide no seguir vistiendo la camiseta argentina o si al menos pospone su
decisión por dos años? ¿Cómo se las arreglará con todos los negocios vinculados
al crack del Barcelona, más allá de su mal Mundial en Rusia?
También el dúo Tapia-Angelici utiliza como argumento
el hecho de que fueron ellos los que gestionaron su salida del Sevilla, para lo
cual tuvieron que esperar un año porque el club andaluz pedía 8 millones de
euros de cláusula de rescisión en 2016 y sólo un millón en 2017, y si se
destrabó fue por la amistad entre el presidente de Boca Juniors y el del
Sevilla, José Castro.
Pero Sampaoli sigue pertrechado, y no parece
dispuesto a renunciar.
El apuro por resolver este tema no está relacionado
sólo con la Selección. O sí, pero de otro modo: Tapia sabe que la crisis
sociopolítica argentina, que comenzará a aflorar por el clima de mal ánimo por
el Mundial, necesitará una cabeza, y el presidente de la AFA sabe que si no es
la de Sampaoli, probablemente pueda ser la suya.
La mala elección del DT, la mala gestión de la
frustrada reunión con el Papa Francisco en el Vaticano, el desmanejo de la
cancelación del amistoso con Israel por pedido de los jugadores a partir de una
decena de amenazas y un par de quemas de banderas argentinas por parte de
grupos pro-palestinos, en una conferencia de prensa en Barcelona de sólo cuatro
minutos y en la que se dijo que con esa determinación se ayudaba a “la Paz
Mundial”, pueden terminar, acaso, con el propio ocupante del sillón de
Viamonte, habida cuenta de que su suegro, Hugo Moyano, cada día se acerca más
al Kirchnerismo. Sumado a esto, hay quienes ya señalan candidatos a la sucesión
que no se quedan para nada quietos en estos momentos.
¿Acaso por eso es que se quiso vender a los medios,
a principios del Mundial, que Tapia estaba consiguiendo un conchabo en la
estructura de la FIFA? Por ahora, el fútbol argentino, con cuatro comisiones
sin demasiada fuerza en Zurich, sigue muy lejos de los tiempos de esplendor de
Julio Grondona, cuando tirado en su cama del hotel Baur Au Lac, resolvía por
teléfono los entuertos nacionales.
Hoy, el fútbol argentino está muy lejos, en todo
sentido.
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