Desde Moscú
Cuando el árbitro turco Cuneyt Cakir pitó el final
del alargue, los jugadores croatas se abrazaron en un racimo, cerca de un
ángulo de córner. Habían conseguido el milagro de la clasificación a la gran
final del domingo en este mismo estadio de Luzhniki y en ese momento nada
importó: ni que Francia, su rival, no haya tenido desgaste hasta ahora, ni que
la propia Croacia haya tenido que jugar, hasta ahora, tres alargues en los tres
partidos de la fase final del torneo.
Para Croacia, que debutó hace veinte años en los
Mundiales una vez que el país logró su independencia cuando se rompió
Yugoslavia en varios pedazos y que justamente en Francia 98 llegó a semifinales
y perdió ante los locales con una muy buena generación que comandaba el hoy
presidente de la federación, el ex compañero de Diego Maradona en el Sevilla y
ex jugador del Real Madrid, Davor Suker, el suceso es mayúsculo.
En 1998 fue su primera participación en Mundiales y
Argentina fue su tercer rival, en Bordeaux, y en esa ocasión ganaron los de
Daniel Passarella con gol de Mauricio Pineda. El gran golpe de 2018 lo dieron
justamente ante la Argentina de Jorge Sampaoli, a la que vencieron 3-0 con
goles de Ante Rebic, Luka Modric e Iván Rakitic y eso los impulsó al ganar el
grupo D y luego eliminar en octavos de final a Dinamarca, por penales, luego al
local Rusia, también por penales, y ahora nada menos que a Inglaterra 2-1,
luego de haber estado en desventaja 1-0 hasta promediar la segunda etapa.
En esta oportunidad, Croacia tuvo que lidiar con un
rápido gol de tiro libre magistralmente ejecutado por el lateral del Tottenham
Kieran Trippier, pero Inglaterra evidenció las mismas características de todo
el Mundial: la falta de un jugador creativo que mueva los hilos del equipo, y
entonces, obliga a su mejor valor, el gran goleador Harry Kane, a bajar
demasiados metros hasta conectar con los volantes pero eso lo limita en el
ataque, algo parecido a lo que le ocurre a Lionel Messi con Argentina, sin
comparar las condiciones técnicas de cada uno.
Claro que el gol le vino muy bien a un conjunto inglés
con mucho oficio en el fondo, que no se aparta de la marca con tres defensores,
aunque uno de ellos es un lateral reconvertido (Walker) y cinco volantes aunque
sólo Dele Ali (otro del Tottenham) reúne condiciones ofensivas de calidad para
penetrar al equipo croata.
Por el contrario y pese al desgaste de todo el
torneo, Croacia comenzó a apretar el acelerador en la segunda parte hasta que
llegó el gol de Iván Perisic, y desde ese momento, Inglaterra se desinfló
anímicamente. Su arquero Jordan Pickford siguió siendo una de sus figuras y ya
el partido entró en una fase de muchas llegadas y con los balcánicos al
comando.
Esto se profundizó en el alargue y especialmente
cuando a poco de terminar la primera parte, llegó el gol de Mario Mandzukic, y
con él, el entrenador Zlatko Dalic decidió cerrar el partido con los cambios.
Croacia hizo historia y jugará la final del domingo
ante Francia en el estadio Luzhniki, sin importarle, al menos en estas horas de
festejos, que su rival llegue sin haber jugado un solo alargue en todo el
Mundial.
También una de sus grandes figuras, Luka Modric, se
jugará en la final la chance de ser Balón de Oro de la temporada, desplazando
por primera vez en una década a Cristiano Ronaldo y a Messi. El volante del
Real Madrid ganó la Champions League en mayo y si hace una buena final, podría
sumar este especial galardón aunque también lo podría conseguir su rival del
domingo, Antoine Griezmann, ganador de la Europa League con el Atlético Madrid.
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