martes, 10 de julio de 2018

Sampaoli, la AFA y la picadora de carne (Jornada)




                                       

                                             Desde San Petersburgo



Primero, una advertencia: este cronista no hará leña del árbol caído. Quienes han seguido estas columnas, conocen bien la opinión adversa sobre varios puntos durante este corto ciclo, pero cuando arriba una situación como ésta, hay que tratar de hilar fino y apuntar a quien corresponda por las distintas responsabilidades en el caso.

Y en la búsqueda de salida de Jorge Sampaoli como director técnico de la selección argentina, producida ayer, la mayor responsabilidad le cabe a la AFA y no al entrenador, quien tiene una cuota parte pero que es sustancialmente menor en comparación con la dirigencia que, al fin y al cabo, no sólo es la que lo contrató, sino que en el caso del propio presidente de la AFA, Claudio Tapia, se lo definió como “el mejor DT del mundo”. Y eso fue hace escasos meses.

Ya de por sí cabe la primera pregunta de este análisis: ¿por qué Tapia, ostentando el cargo que ostenta, necesita del presidente de Boca Juniors, Daniel Angelici, si no es porque éste representa al poder político? ¿Cuándo, por ventura, Julio Grondona, sempiterno titular de la Casa de Viamonte, necesitó de un vice para terminar la relación con un DT de la Selección? No es necesario responder.

La pregunta siguiente es ¿por qué, con tanta impunidad, la AFA puede proponer, o aceptar, un contrato por cinco años, con una cláusula de casi 20 millones de dólares si rescindiera en el primer año de trabajo, cuando los períodos de cualquier de DT son entre Mundiales o, en Europa, a lo sumo entre Eurocopas (o sea, en el medio de los Mundiales, en el año par)?

Todo esto no es responsabilidad de Sampaoli, por muchos errores que haya cometido durante el ciclo o el Mundial, sino de la dirigencia de la AFA, la primera cabeza que asoma a simple vista. Y como justamente esta dirigencia sin formación, ni horizonte, ni ideas, lo que sí tiene es picardía criolla y está acostumbrada a jugar con la política, siempre manejó los tiempos y si aceleró por la salida del DT es porque con encuestas que le daban un 87% en contra de la opinión pública, la misma cifra que al entrenador, fueron por él antes de que el poder político fuera por ella.

Todo era, entonces, un castillo de naipes y si no aceleraba (cabe recordar que hoy se cumplen apenas diez días de la eliminación de la selección argentina en Kazán ante Francia), la primera carta en caer iba a ser la del presidente de la AFA, que en cambio así muestra acción ante el Sillón más fuerte del país y puede esgrimir que hizo “lo que había que hacer” (los franceses lo suelen definir mejor, “il faut”).

Entonces, nada importó, porque a la AFA, hace tiempo que nada le importa en cuanto a imagen. Y Tapia, acompañado de Angelici (dos boquenses que además contaban con la venia de un tercero), le hicieron a Sampaoli “una oferta imposible de rechazar”, aunque luego habrá que hacer números y esto implicaría, claro, que la AFA tuviera que acabar pagando su cuarta indemnización en ¡dos años!, la de Gerardo Martino (2016), la de Edgardo Bauza (2017), la de Sampaoli por salir del Sevilla (2017) y la actual del DT (2018).

Al mismo tiempo, y para trazar un paralelo con selecciones sudamericanas, mientras la Federación Colombiana debate si José Pekerman sigue después de 8 años en el cargo, mientras la peruana trata de convencer a Ricardo Gareca para que extienda el suyo por otros cuatro, mientras la Asociación Uruguaya es posible que continúe con Oscar Tabárez desde los 12 años de trabajo a los 16, la AFA va por su quinto DT desde 2014 (Alejandro Sabella, Martino, Bauza. Sampaoli y el que venga) y si entre 1974 y 2004 (30 años) hubo 5 directores técnicos (César Menotti, Carlos Bilardo, Alfio Basile, Daniel Passarella y Marcelo Bielsa), entre 2004 y la actualidad (18 años) hubo 9 (José Pekerman, nuevamente Basile, Diego Maradona, Sergio Batista y los citados desde Sabella).

Estas cifras son la cabal demostración de la crisis institucional que vive el fútbol argentino, que se contenta con la salida de juveniles que casi no han tenido lugar en primera y tampoco han  participado en selecciones nacionales, para irse al fútbol extranjero por unos millones de dólares que luego se esfumarán en otros pases de menor valía y luego esos mismos clubes llorarán por la “crisis”.

Un fútbol argentino que se inscribe en un contexto económico soñado por cualquier industria: exportar en euros y gastar en pesos, y aun así, siempre está en déficit porque sus dirigentes no saben administrar (siendo benévolos).

Entonces, todo indica que es la dirigencia la primera que debe depurarse antes que ir corriendo, como parte de la picadora de carne en la que no están exentos muchos medios de comunicación, a echar al DT viendo la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio.

Que Sampaoli iba a terminar en la picadora de carne, lo sabía él antes que nadie. Nos lo confesó en largas charlas personales en Barcelona que en algunos aspectos, nos reservaremos por respeto al protagonista, que hoy vive la pesadilla que imaginó hace un mes y pocos días casi de manera exacta a lo que ahora ocurre.

Ahora están escondidos detrás de los árboles, como el juego del “Piedra Libre” de los chicos, los que definían al equipo argentino como “Los Carasucias de Sampaoli”, o los que salían en su defensa en las redes sociales cuando el humo de los asados europeos se podía oler en Buenos Aires.

Al DT le cabe su propia responsabilidad por haber aceptado formar parte del muy enfermo ecosistema de la selección nacional, al que nos hemos referido infinidad de veces, a fuer de ser tildados de antipáticos. No es nuestro oficio el de caerle bien a nadie, sino el de contar lo que vemos, lo que sabemos.


Y Sampaoli llegó entronizado por la base de jugadores que tuvo enorme injerencia en este tiempo, y que le llevaban muchos años de Selección y por eso, acumularon un enorme poder que fue infranqueable para todos sus antecesores desde Sergio Batista en adelante,

 con algunos matices propios de cada personalidad de quienes ocuparon el banco.
Así es que el DT tuvo que variar el sistema y los ejecutores elegidos luego de un inicio romántico de 3-2-2-3 con Mauro Icardi y Paulo Dybala como estandartes, porque el ecosistema así lo fue imponiendo hasta cantarle “vamos a ser felices con línea de cuatro” y todo mutó a un insípido 4-2-3-1 con varios jugadores que no estaban en condiciones de estar pero que tenían que estar.

Desde entonces, el DT tuvo parte de responsabilidad en el sinsentido de una Selección muda ante la prensa, aislada, que no confrontó con otras cuando todas lo hacían, que apenas si recurrió a los sparrings, que quedó involucrada en hechos de inusitada gravedad política (incidentes con El Vaticano e Israel) y que no tuvo un buen armado de la lista final de 23 jugadores.

Más allá de todo esto, si el fútbol argentino no pega un volantazo importante, si no parte de su propia dirigencia con gente más capaz (que debe haberla, aunque no parece estar cerca de Viamonte), todo seguirá por el mismo camino.

Desde 2007, los juveniles no aportan jugadores, en mayor medida, a la Selección. Esto ocurre desde que el grupo de trabajo de Pekerman y Hugo Tocalli dejó su lugar, enojados con lo que venía, y luego de haber ganado los mundiales sub-20 de 1995, 1997, 2001, 2005 y 2007, pero más que los títulos, hubo una continuidad que generaba jugadores identificados con el ciclo como Esteban Cambiasso, Maxi Rodríguez o Javier Mascherano.

Hoy, los jugadores salen al exterior sin pasar por los juveniles y entonces no hay un proyecto de trabajo y así, es difícil construir un futuro, pero en todo caso, ¿cómo creer en una idea, la que fuese, con dirigentes que prometen ciclos y terminan rompiendo contratos a la primera de cambio? Sólo el tiempo puede ayudar a la credibilidad.
El fútbol argentino tiene grandes DT como Diego Simeone, Mauricio Pochettino, 

Marcelo Gallardo y tantos otros que fueron citados en este artículo. El problema es que pocos o ninguno creen en la AFA y si siguen las cosas como están, dependerán de lo que el ecosistema mande.

Y si pierden, con el equipo jugando bien o mal, acabarán siendo víctimas de la picadora de carne del sistema, esa a la que no nos vamos a sumar. Y menos, ahora.



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