Desde Moscú
En 2016, tanto las selecciones de Argentina como
Brasil se encontraban en crisis profunda. Ninguna de las dos podía conseguir
recordar su juego tradicional y los resultados tampoco acompañaban. Así es que
ambas federaciones, la AFA y la CBF, recurrieron a cambios de director técnico,
pero mientras la entidad argentina estaba intervenida por la FIFA y la
Conmebol, y optó por Edgardo Bauza, la vecina pensó en ofrecerle el cargo a
Adenor Leonardo Bacchi, más conocido como Tite, con una larga trayectoria y varios
títulos en su haber.
Los resultados no pudieron ser más distintos. En
pocos meses, Brasil era irreconocible. Sus jugadores comenzaron a despojarse de
la mochila de la tremenda frustración del 1-7 en su propia casa ante Alemania
en el Mundial pasado, y de a poco fue resurgiendo un fútbol alegre, estético,
creativo, siempre liderado por la mediática figura de Neymar.
Lo que le sucedió a la selección argentina, ya se
conoce de sobra, pero Brasil siguió subiendo su nivel hasta dar las máximas
garantías: consiguió pronto la clasificación al Mundial e incluso sirvió a la
albiceleste el boleto mundialista al vencer a Chile 3-0 en la última fecha,
cuando no tenía ninguna obligación.
Este periodista realizó una encuesta con diez
reconocidos colegas brasileños antes del partido ante Chile (https://sergiol-nimasnimenos.blogspot.com/2017/10/clasificacion-mundialista-encuesta.html)
y todos coincidieron en que Brasil vencería porque no concebían no saliendo a
ganar a un equipo de Tite.
Con esta certeza, Brasil se fue transformando
lentamente en candidato a ganar el Mundial por la confianza que fue
transmitiendo a lo largo de los dos años hasta llegar a esta situación de un
Mundial jugado de menor a mayor y en el que ha conseguido que por momentos, se
pueda olvidar de sus dos laterales titulares, como Daniel Alves (lesionado y
fuera del torneo) y Marcelo (con una dolencia durante el propio campeonato),
porque tanto Fagner como Filipe Luis los pueden reemplazar de manera impecable.
Es cierto que Brasil tiene un juego intermitente y
pasa por fases en los partidos en los que puede ser dominado y hasta asediado,
pero no pierde las formas. Thiago Silva y Miranda son dos relojes atrás,
Casemiro está total ente asentado como volante más defensivo, como “cinco”,
mientras que Paulino, parado cerca pero algo más adelante, tiene el permiso,
como en el Barcelona, para llegar a posición de gol.
En el trío creativo, que juega por detrás del joven
delantero Gabriel Jesús, compuesto por el potente Willian, y sus dos creativos,
Neymar y Philippe Coutinho está siempre atento a resolver jugadas y como
recambio, puede ingresar y marcar Roberto Firmino.
Este 4-2-3-1 repite el esquema de tantos equipos,
pero la diferencia está dada en la calidad y el convencimiento.
Ante México lo pasó mal en el primer tiempo, porque
los norteamericanos repitieron la gran actuación de su debut mundialista ante
Alemania, pero entre la caída física del oponente y que Brasil nuca renunció a
atacar y a llegar, hasta convertir en figura a Guillermo Ochoa, el arquero
rival, quien tapó no menos de seis remates a gol, el panorama se aclara.
Brasil deberá jugar ahora en cuartos de final ante
Bélgica que bien podría ser considerada una final anticipada o tal vez una
semifinal anticipada si tomamos en cuenta que de este lado del cuadro asoman
para lo siguiente Uruguay o Francia.
Brasil sigue su camino al hexa campeonato mundial,
en un ciclo corto, de dos años, pero en el que se ha hecho casi todo bien, y
cuando es así la consecuencia lógica es el festejo, o al menos, estar ahí
cerquita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario