Ahora que el Mundial ya es historia, la selección
española entró rápidamente en una nueva dinámica, con la clara idea de la Real
Federación Española de Fútbol (RFEF) y su nuevo presidente, Luis Rubiales, de
mostrar acción y de dar un nuevo golpe de autoridad tras el desastre de Rusia,
y entonces la designación como entrenador de Luis Enrique Martínez abre una
gran incógnita sobre el futuro y el sistema de juego por utilizar.
Luis Enrique no necesariamente obedece a un sistema
táctico tan ligado a lo que fueron los últimos doce años, desde Luis Aragonés,
pasando luego por Vicente Del Bosque y finalmente, por el accidentado final de
ciclo de Julen Lopetegui, que podría ser calificado como de posesión infinita
de balón, juego al ras del suelo, superpoblación de volantes, juego horizontal,
llegada a la portería rival desde atrás y en toques cortos o cambios de frente,
y no necesariamente más de un punta de referencia, más como distractor de
rivales que como definidor.
Si esta selección española que dominó el continente
europeo y el mundo entre 2008 y 2012, con los tres títulos consecutivos
(Eurocopa, Mundial y Eurocopa) tuvo algún déficit, éste fue que acabó la
mayoría de los partidos con una distancia sobre sus rivales muy inferior a lo
que fue su dominio de balón y sus llegadas a la portería adversaria, pero casi
siempre chocó con su falta de definición.
Así fue que comenzó perdiendo en el propio Mundial
2010 que acabó ganando, cuando Suiza la derrotó pese a tener mucho menos tiempo
el balón y fueron precisamente los mismos helvéticos los que le volvieron a
sacar un empate en un amistoso previo a 2018, acaso anunciándole lo que iba a
venir en Rusia 2018.
Podría entonces establecerse un paralelo entre lo
que le ocurre a la selección española, ahora con la llegada de Luis Enrique al
banquillo, con lo que sucedió con el Barcelona desde la temporada 2014/15,
cuando fue designado entrenador reemplazando al argentino Gerardo Martino.
El Barcelona venía de una gran etapa inicial con
Josep Guardiola entre 2008 y 2012, jugando un
fútbol maravilloso que cautivó el planeta, y a la salida de éste y el
fallecimiento de su sucesor, Tito Vilanova, lentamente el equipo fue perdiendo
esa frescura, esa creatividad, esa presión muy alta originales para ir
decayendo en sus convicciones y si bien siguió conservando cierta estética, en
especial en sus grandes figuras, ya no fue tan firme en defender el toque, el
juego asociado por abajo, y ya comenzó a cimentar algunas variantes.
Entre ellas, apareció más el balón largo, algunas
jugadas de pelota parada, los centros aéreos en determinadas definiciones y
hasta ciertos contragolpes si la situación lo ameritaba.
Tanto fue así que Luis Enrique llegó a una situación
extrema en aquel partido ante la Real Sociedad en Anoeta, cuando los jugadores
de mayor peso le comenzaron a exigir otras fórmulas, y no sólo relacionadas con
el juego, sino también grupales.
Fue acaso en ese momento, durante la primera
temporada de las tres que dirigió al Barcelona, que Luis Enrique dio el paso
más importante: el haber aceptado algunos retoques, cambios en el estilo, en la
relación con su plantel, y lo que era tenso se fue aflojando hasta culminar en
un ciclo exitoso.
La gran incógnita, entonces, es si Luis Enrique
mantendrá la misma filosofía de sus antecesores Aragonés, Del Bosque y
Lopetegui, o si tal como ocurriera en el Barcelona, modificará de a poco
ciertas cuestiones que o bien ayuden a modernizar el juego de la selección
española, o bien le cambien completamente la fórmula de allí en adelante.
Otro de los grandes interrogantes es si Luis Enrique
podrá mantener la mejor relación con los jugadores del Real Madrid, conocido
como es su estrecho vínculo con el Barcelona, que podría traducirse en un
cambio en las convocatorias, sumando también el cambio generacional en ciernes
con las salidas anunciadas de dos históricos como Gerard Piqué y Andrés
Iniesta, dos ex campeones del mundo que de esta manera ya dejan a “La Roja”
casi sin referentes del campeón mundial de Sudáfrica 2010.
La salida de Iniesta, en especial, le quitará el
jugador que en los últimos años ha sido el gran termómetro del medio hacia
adelante, en tanto Piqué, discutido desde la política de la siempre latente
posibilidad de la independencia catalana, ha sido siempre símbolo del carácter
y la casta españoles.
Lo nuevo pasa entonces por una generación que
posiblemente incluya nombres como Saúl Ñíguez, Marco Asensio, Lucas Vázquez,
Marcos Alonso, Héctor Bellerin y tantos nuevos valores que se van abriendo paso
hacia un fútbol algo menos horizontal y en cambio, más vertical.
Seguramente la nueva Copa de las Naciones, junto con
la clasificación para la Eurocopa 2020, le darán a Luis Enrique una pauta más
clara de la marcha del equipo hacia otros horizontes y a un nuevo modelo de
relación entre entrenador y jugadores.
Otro punto que aparece como foco de atención es la
relación entre Luis Enrique con el nuevo presidente de la RFEF, Rubiales, que
no dudó en echar a Lopetegui a apenas dos días de iniciarse el Mundial, y con
los clubes de Madrid, conociéndose su identificación desde hace años con el
Barcelona.
Sin dudas, la nueva selección española plantea
grandes interrogantes en el futuro próximo.
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