Desde Moscú
Se apagan las luces del Mundial de Rusia y el título
es para Francia, aunque todo indicaba que sería para España, o a lo sumo
Brasil. En lo impredecible está la riqueza de este hermoso deporte, aunque
muchos miran de costado al campeón, pensando que bien podrían haber sido ellos.
Es el caso de España, que se quedó sin entrenador
justo antes de comenzar el Mundial, cuando el nuevo presidente de la
Federación, Luis Rubiales, quiso dar un golpe de autoridad sobre la mesa, y a
48 horas del inicio del certamen echó al entrenador Julen Lopetegui, con el que
el equipo trabajó los cuatro años y aparecía como principal candidato, después
de pasearse por la clasificación europea y mostrarse superior en todos los
amistosos.
Ya antes de terminar el Mundial, España tenía nuevo
entrenador, y si Lopetegui acabó dirigiendo al Real Madrid, el que llega para
suceder al interino Fernando Hierro, que hizo lo que pudo durante el Mundial, y
eso fue muy poco para las pretensiones originales, es alguien vinculado al
Barcelona como Luis Enrique Martínez, por lo que se verá cómo es la reacción
del nuevo plantel ante tan impactante cambio.
Para España ya nada será lo mismo. No sólo por la
gran oportunidad perdida cuando todo indicaba que era el momento para dar el
salto hacia otro título tras el conseguido en 2010, sino porque ahora ya muchos
jugadores de aquellos años de cosechas posiblemente no continúen, como Gerard
Piqué, o definitivamente, Andrés Iniesta.
Es una España que tal como cuando Luis Enrique llegó
al Barcelona tras los años de Pep Guardiola y Tito Vilanova y el interinato de
Gerardo Martino, necesita de algunos retoques tácticos importantes luego de
espiar por la mirilla cómo Francia minimizó el “tiki-taka” para no darle ningún
lugar a la posesión de pelota (la propia final la ganó con un 39 por ciento) y
apostó por tratar de aprovechar el error de los rivales para salir con todo a
buscar el gol.
De hecho, Francia pudo marcar 14 goles en 7 partidos
del Mundial jugando al contragolpe, contra 7 de España en 4 partidos y en dos
de ellos, ante rivales de menos jerarquía, aunque lo más duro, la peor imagen,
fue justamente ante los locales, Rusia, cuando dio la sensación de que podían haber
estado tocando todo el día el balón y que no iban a poder convertir.
En cierto modo, hay dos enseñanzas básicas que
España podría tomar de su vecina Francia: una, más institucional, acerca de que
antes está la selección que cualquier equipo francés. De hecho, del once
titular de los galos sólo hay uno que milita en su país, Kylian Mbappé (PSG). En
cambio, el Real Madrid privilegió anunciar a su próximo DT aunque estuviera a
punto de iniciar un Mundial con su selección y parecía que éste era su objetivo
principal.
El otro, es más deportivo y pasa por entender que al
fútbol se gana con goles y que la posesión es útil si eso redunda en gol pero
no tiene el menor sentido si eso significa hacer rodar el balón de un lado al
otro pero en ningún momento se encuentra cierta profundidad.
Esta España de los cinco volantes y un solo
delantero (Diego Costa) seguramente deberá entender que la posesión en sí misma
no tiene valor, lo cual no quiere decir que haya que comenzar a jugar a lo
francés, porque si el equipo de Didier Deschamps obtuvo el título en Rusia fue
también por la técnica depurada de algunos de sus jugadores como Mbappé,
Antoine Griezmann o Paul Pogba, y porque atrás tuvo un estilo más italiano en
la marca, mientras que la selección española cometió errores poco frecuentes en
la defensa, que aprovecharon muy bien sus rivales de turno.
¿Tan lejos está la selección española de la
francesa? No parece que sea así, sino que como suele ocurrir en la historia, un
Mundial es un momento. Es un mes en el que hay que llegar bien en todos los
órdenes, concentrado en ese objetivo, y que no haya situaciones que distraigan
del fin. Y España no pudo llegar en las mejores condiciones porque hubo un
hecho externo que la perjudicó (aunque es la propia responsable final por no haberlo
sabido llevar) y porque abusó de un buen sistema de administrar el balón al
punto de no llegar a la portería rival.
Justamente para España comienza ahora una nueva
etapa en todos los sentidos. Con un nuevo entrenador y con una Liga extraña, ya
sin Cristiano Ronaldo, una de sus figuras emblemáticas, que acaba de aterrizar
en la Juventus, por lo que seguramente otras estrellas brillarán en el
firmamento de la Liga.
Y por el lado de Francia, su vecina que ahora
festeja su segundo título mundial, el gran momento de sentir que hubo un
trabajo iniciado en 2010, luego del desastre de Sudáfrica, cuando los jugadores
se rebelaron al entrenador Raymoind Doménech, dio sus frutos y que ni siquiera
importa que en este equipo hayan faltado Ribéry, Benzema o Valbuena.
Fue un equipo, con todo lo bueno que eso significa.
Justamente España ganó ese Mundial de 2010 pero luego no pudo mantener aquel
juego que enamoró a tanta gente y ahora debe remontar la cuesta y encontrarle
un sentido a este Mundial que abandonó muy pronto, de manera impensable.
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