viernes, 16 de julio de 2010
Adiós Sudáfrica (Jornada)
Se acabó,
que el sol nos dice que llegó el final.
Por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.
Vamos bajando la cuesta
que arriba en mi calle
se acabó la fiesta.
Este hermoso final de “Fiesta”, del brillante cantautor catalán Joan Manuel Serrat, sirve también para poner fin a nuestro trabajo en Sudáfrica, que como dice la canción, volverá a ser lo que era, mientras que también nosotros seremos lo que fuimos, aunque posiblemente ambos tengamos algunos rasgos de cambio. Para el país africano, nada será igual y así como en 1995 el Mundial de rugby fue fundacional para un creciente sentimiento nacional (el periodista John Carlin, autor del libro “El factor humano”, con el que hablamos con Roberto Suárez hace apenas unos días, lo reafirma), este torneo del deporte predilecto de los negros, de los oprimidos, el que se jugaba en la cárcel de Robben island mientras Nelson Mandela permaneció detenido tantos años, ayudó a que unos y otros habitantes del mismo suelo volvieran a convivir en espacios públicos y acaso las simpáticas y al mismo tiempo insoportables vuvuzelas hayan sido necesarias para ese fin.
El Mundial que acaba de finalizar con el triunfo de España no va a mejorar muchos de los males de un país que hereda demasiados años duros de crisis y al que le falta muchísima evolución en términos de igualdad. Las diferencias en los ingresos de blancos y negros es demasiado alta aún, y muchos siguen trabajando solamente por techo y comida, al punto que apenas si hay transporte público en Johanesburgo, y si no es por un sistema de metrobús en la zona céntrica, muchos sólo pueden desplazarse en combis blancas, que tocan la bocina para atraer pasajeros.
Bastaron algunas horas en el Museo del Appartheid para entender lo que es el sufrimiento, con salas de horcas, videos difíciles de soportar por muchos minutos, pero también el aprendizaje del legado de muchos de los líderes del movimiento que va terminando con una de las peores lacras de la humanidad, el racismo.
Pero Sudáfrica es una nación, va aprendiendo a serlo. Como dice Carlin, existe el “to be Southafrican”, y el fútbol contribuyó a esto. Tanto, que hasta en esta esfera, la Federación se plantea ahora contratar a un entrenador local, y no seguir insistiendo con los foráneos para que no haya más Carlos Parreiras que digan en seis meses que el equipo “encontró identidad” porque es falso de toda falsedad que en tan corto lapso se la pueda encontrar. De hecho, el fútbol argentino lleva más de un siglo preguntándose cuál es “la nuestra”.
El Mundial de fútbol dio a los sudafricanos, más allá de serios problemas estructurales, una idea de que son capaces de organizar un torneo de la magnitud de un Mundial de fútbol y salir airosos, aunque su campeonato no se haya acercado ni a Italia 1990, ni a Francia 1998, ni a Alemania 2006. Pero quedan miles de kilómetros de autopistas hasta con seis carriles por mano, nuevos trenes, como el que va del aeropuerto Oliver Tambo a la zona rica de Sandton, o los muy buenos estadios, que en algunos casos también se utilizarán para rugby, y en otros, como el ubicado en la aislada zona de Polokwane, habrá que buscar un destino. Por lo pronto, las autoridades de Johanesnburgo ya se plantean lanzar a la ciudad a la candidatura olímpica para 2020, si bien es posible que en su camino se encuentre con una nueva postulación de Madrid.
Futbolísticamente, hemos asistido a un Mundial que apenas si se mantuvo en una meseta desde la técnica o la táctica, sin revoluciones en este aspecto y con expectativas no cumplidas con las grandes estrellas, que llegaron muy cansadas de sus ligas y no encontraron espacio para su mejora en el rendimiento, como Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, Kaká, Rooney, Fernando Torres y tantos otros. Habrá que replantearse muchas cosas desde la FIFA, desde el calendario en el año mundialista, para que haya más tiempo entre el final de las ligas y el inicio de un torneo que se espera por cuatro años, y también desde la tecnología. No alcanza con colocar dos jueces de línea más, porque el problema es mayor. Sólo el fútbol resiste porque el resto de los deportes usa tecnología desde hace rato, y no se han visto afectados en absoluto. Lo que sostiene el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, sobre que debe "administrar pasión" como justificante del no uso de la tecnología, no se puede sostener con seriedad visto lo visto en Sudáfrica (Lampard ante Alemania, Tévez ante México).
En cuanto a los arbitrajes, habrá que unificar criterios porque esta vez fue mucho más dispar que en Mundiales anteriores y eso se evidenció en el trabajo del inglés Howard Webb en la final, cargando de tarjetras amarillas a los dos equipos (especialmente a Holanda), pero sin frenar la violencia. En este sentido, da la impresión de que hubiera sido mejor dirimir una final entre dos europeos con un juez sudamericano, y como ya en 2006 el árbitro fue el argentino Horacio Elizondo, esta vez hubiera sido bueno que hubiese dirigido el colombiano Oscar Ruiz, que sabe reconducir perfectamente este tipo de finales. Pero la FIFA es demasiado europeísta en este tiempo, y son los del viejo continente los que dominan cada comisión. Si no, no se explica que a esta altura, no se haya resuelto que la Conmebol se quede con cinco cupos y medio para el Mundial 2014, teniendo en cuenta que Brasil será local y que hubo cuatro seleccionados sudamericanos sobre ocho posibles en cuartos de final, y que los cinco participantes del continente se clasificaron a octavos de final, cuando apenas uno de África pudo pasar el primer corte a duras penas y dependiendo de Australia, y ninguno pudo llegar siquiera a cuartos como locales. No parece muy serio el debate pero hoy el fútbol está dominado por la economía y los clubes europeos son más fuertes que los seleccionados nacionales.
Fue un Mundial extraño, sin Italia ni Francia desde muy temprano, sin Inglaterra enseguida, y sin Argentina ni Brasil desde cuartos. España no tiene la culpa de eso, y su muy buena filosofía de juego le hizo aprovechar las circunstancias e imponerse por primera vez, con justicia.
Nos vamos de Sudáfrica con la mano tendida a tanta gente amable, aún con enormes limitaciones, con tanta buena voluntad, y con tantas ganas de superar los amargos momentos vividos en el pasado.
Vamos bajando la cuesta, que arriba en mi calle se acabó la fiesta.
Seguramente cuando se acerque el Mundial de Brasil 2014 se renueve la ilusión de ver un fútbol mejor y a una selección argentina protagonista. Al menos, como dijo el presidente Lula, será un Mundial en Sudamérica, el primero desde Argentina 1978; y en un año, la Copa América en la Argentina.
El tiempo, y la dinámica de esta hermosa profesión, nos sorprenderá por otros derroteros, pero eso no significa que nos vayamos a olvidar de lo vivido y conocido en estos cuarenta y cinco días sudafricanos.
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1 comentario:
Excelente, Rusito. Un abrazo.
Luis
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