viernes, 2 de julio de 2010

Bye Bye, Brasil



Y se fue Brasil, nomás, de este Mundial. Y no precisamente por la puerta grande. Es cierto que los periodistas muchas veces opinamos con el diario de ayer y eso lo torna todo fácil pero en este caso, el de este Brasil tan particular, había dos opciones posibles: que ganara o que no ganara el título mundial, algo no muy difícil de pensar. ¿Y por qué esta división tan tajante? porque cuando se practica un fútbol tan utilitario, cuando no se respeta la tradición del buen fútbol asociado del que Brasil es el máximo representante en el último medio siglo, sólo sirve lo que se hace si se gana. Por eso mismo Dunga renunció apenas al entrar al vestuario luego de haber quedado eliminado, con justicia, ante Holanda en Port Elizabeth.
Porque este Brasil fue una pálida imagen de lo que uno pretende de un equipo con la camiseta verdeamarilla, aún habiendo ganado campeonatos (¿cómo no ganarlos con esos jugadores impresionantes, capaces de vencer hasta sin entrenador?), o habiendo sido protagonista de muchísimas copas importantes.
Lo que uno se pregunta (no sólo para Brasil, esto también es aplicable al equipo argentino y aquí lo hemos escrito reiteradamente) es para qué quiere Brasil siete jugadores detrás de la línea de la pelota. ¿Para defenderse de quién?, ¿de qué cuco? si todos le temen a Brasil, a la camiseta, a sus jugadores, a su historia.
Lo venimos viendo. Brasil se ha estado argentinizando en su juego. Uno de los pocos países futboleros que se había resistido por años a la europeización que nos trae mecanización, tacticismo y militarizacón de un deporte hermoso que ahora produce jugadores obedientes en serie, que no exportaba sus mejores exponentes porque no lo necesitaba, terminó importando argentinos de medio pelo, yugoslavos casi retirados que no obstante llegaban a ser ídolos de una liga devaluada que en cualquier momento del año soporta que algún crack emigre a Arabia Saudita, Turquía o Australia, como si nada pasara, y una Confederación Brasileña que contrata a un entrenador como Dunga (como antes Lazzaroni, o Luxemburgo), convencido de que si se mantiene el cero en el arco propio, es más corto el camino del éxito. Así les va, y así les irá.
Brasil tiene un estilo, cada vez más restringido a los finos comentarios de ex jugadores que han practicado un fútbol brillante como Tostao, Gerson, periodistas veteranos o jóvenes escribas con inquietudes o la fina pluma del excepcional Juka Kfouri desde San Pablo o Fernando Calasanz desde Río de Janeiro.
Este de Dunga, no es el Brasil que conocimos, porque hace mucho que Brasil usa la verdeamarilla desteñida. Con siete jugadores en posiciones defensivas, con dos volantes ofensivos, dos puntas de las cuales una originalmente también es volante (Robinho), sin wines (como Argentina), y con cracks que son tan buenos que salen de la media pero que cada vez soportan más la influencia europea por jugar allí.
Por todo esto, Brasil no es Brasil desde hace mucho, gane o no. Podría aplicarse al fútbol brasileño, a la perfección, aquella frase de "venceréis, pero no convenceréis". Jugando así, será difícil trascender, porque su fútbol sólo aparece con cuentagotas. Y no faltará mucho para que un día llegue alguien con una nariz larga, que bese una medallita y se acomode la corbata, que traiga todo tipo de cábalas y que diga a la prensa "guarda con Corea". Ese día viene llegando. Los argentinos ya vimos esa película.

1 comentario:

FI dijo...

Se ha europeizado y terminó siendo un fracaso mundialista, pese a haber hecho el doblete. Es un fracaso, no hay de otra. ¿Tendrá que volver el Joga Bonito?