lunes, 5 de junio de 2017

Demasiados Cristiano y Real Madrid para Juventus, Dybala e Higuaín (La Voz del Interior)




Desde Cardiff

La historia siempre parece terminar igual en la Champions League. Real Madrid, otra vez dueño de Europa, como cantaba su eufórica pero acostumbrada tribuna cuando ya el partido estaba 3-1 y era claro que no había más lugar para pensar en una remontada.

Este Real Madrid es un justo campeón porque pudo vapulear a un equipo que hizo de su solidez rocosa su gran bandera, pero los números cantan solos. Si a los italianos les marcaron tres goles en toda la competencia, y sólo uno de jugada, anoche el Real Madrid le hizo cuatro, que pudieron ser varios más.

Este Real Madrid tres veces campeón de la Champions en las cuatro últimas temporadas es, tal vez, el equipo que soñara su presidente, el controvertido magnate Florentino Pérez, cuando asumiera en 2000 con la idea de fichar “galácticos”, jugadores fuera de serie que marcaran la diferencia. Y hoy, eso es una realidad incontrastable.

Muchos coincidían aquí, antes de la final, que si había un equipo capaz de complicar a los blancos era la Juventus y hasta los primeros veinte minutos parecían darles la razón aunque fueron puro espejismo. Una vez que el Real Madrid tuvo una primera llegada, y encontró algo de espacio, enseguida transmitió la sensación de que el gol podía llegar en cualquier momento, aún contra semejante rival.

Si la Juventus pudo emparejar la primera parte fue porque tras el impacto del gol esquinado de cristiano Ronaldo, infaltable en los partidos decisivos, Mandzukic encontró una media chilena que direccionó la pelota exactamente al lado del palo izquierdo de Navas, pero incluso hasta segundos antes de la paridad, la delantera madridista estuvo más de una vez dos contra dos en un contragolpe, como para aumentar la diferencia.

Todo lo que no pudo terminar de cerrarse en el primer tiempo, se consolidó en el segundo y ya cuando el Real Madrid volvió a ponerse en ventaja por el inesperado Casemiro, y enseguida aumentó Cristiano Ronaldo sin darle respiros a la Juventus, todo se había acabado aunque quedaba un buen rato de la final.

Allí aparecieron todos los espacios para el lucimiento del Real Madrid, al punto de convertirlo casi en un partido en serie de esos que gana en su liga apenas andando, con mucha facilidad.

Si el premio al mejor se lo volvió a llevar Cristiano, en el inexorable camino a igualar a Lionel Messi con su quinto Balón de Oro, en realidad, quien marcó el compás fue otro, nada menos que quien fue llamado a reemplazar al galés Gareth Bale ante las continuas lesiones de éste en la temporada. El malagueño no equivocó un solo pase, o combinó cuando había que desprenderse de la pelota, que casi nunca duraba más que segundos enfrente.

Tal vez por no poder jugarla, o por no encontrar respuestas al esquema planteado por su rival, Paulo Dybala no tuvo su noche. No tuvo mucho contacto con la pelota, se lo vio cada vez más desanimado y sin chances de pelear por nada, y mucho menos un Gonzalo Higuaín al que probablemente le caiga un peso mayor en su mochila de finales perdidas, aunque en ésta poco tiene que ver porque jamás tuvo una ocasión de gol clara.

Párrafo final para el director técnico Zinedine Zidane. De perfil bajo, pocos hablarán de “laboratorio” pero ha hecho mucho por este equipo. Modificó el dibujo de su predecesor, Rafa Benítez, colocando a Casemiro de cinco, y liberando entonces a Kroos, e hizo cirujía mayor con James Rodríguez, quien seguramente se marchará.

Zidane hizo lo que parece fácil pero pocos consiguen: administrar la riqueza, un vestuario de auténticas estrellas que aparecen cuando es necesario y rinden a plenitud. Apenas Vicente Del Bosque lo había conseguido a principios de siglo.

Con Zidane, el Real Madrid se convierte en el primer equipo en ganar consecutivamente dos Champions, y sin discusión alguna.  La diferencia de individualidades es clara, pero si hay equipo atrás, mucho más aún.



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