Desde
San Petersburgo
Todo indica que San Petersburgo remite más a fiesta
que a fútbol, a museos y a la noche iluminada, a las estatuas llamativas, y
hasta las reminiscencias del atormentado Raskolkinov a punto de rematar a la vieja tras
las vueltas y vueltas en su cabeza desde el fantástico “Crimen y Castigo” de
Fédor Dostoievsky, que a la Copa Confederaciones.
Pero aún así, nos dirigimos al nuevo estadio del
Zenit, al Arena San Petersburgo, cuya obra costara mucho más de lo que se había
proyectado (otro símbolo de corrupción), porque jugaban en el partido inaugural
de la Copa Confederaciones nada menos que el local, Rusia, toda una incógnita,
y el limitado equipo neocelandés, más que todo, un partenaire “comme il faut”.
Antes, un lindo show, corto y agradable, de
presentación, con el ostentoso ruido del helicóptero en el final, que
trasladaba nada menos que al presidente del país, Vladimir Putin, quien tuvo su
pequeño discurso de presentación, seguido del presidente de la FIFA, Gianni
Infantino, que con los idiomas se anima a todo, y le dio, nomás, al ruso.
Claro, ni una palabra de la publicidad estática de
Qatar Airways, por ejemplo.
Tras el acto y los himnos, ocurrió lo imaginado: dominio
local, aunque sin ese talento que los rusos tuvieron en el pasado, es decir, un
juego de pelota sostenido como falto de definición aunque hay que destacar la
muy buena labor del arquero oceánico Marinovic, sin el cual, el partido bien
pudo estar 3-0, sumado a rechazos in extremis de la defensa visitante.
En Rusia, se nota la ausencia de su mejor jugador,
Dzagoev, por lo que su director técnico, Stanislav Cherchesov, tuvo que optar
por lo que tenía, desde su mejor delantero Slomov (autor de un bonito segundo
tanto que él mismo generó y definió), como Denis Glushakov (más un gestor que
un delantero pero autor del primer tanto) y otro buen atacante como Dmitry
Poloz.
La sensación es que a Rusia le falta un talento que
pare la pelotam piense y haga algún cambio de ritmo para que no todo sea
movimientos monótonos o mecanizados, si bien nunca es fácil enfrentar a una
línea de cinco defensores como la que antepuso Nueva Zelanda.
Aún así, hubo tiempo para alguna que otra atajada
del arquero local Igor Akinfeef, aunque los neocelandeses no estuvieron nunca a
tiro del empate una vez que se pusieron en desventaja.
Mañana llega el turno de México y Portugal por un
lado, y de Chile ante Camerún por otro. Allí estaremos, buscando el mejor
fútbol y cerca de los latinos. Vamos por más fútbol.
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