Desde Kazán
No se trata de John Reed, ni son los 80 días que
conmovieron al mundo, ni estamos en 1917
sino cien años más tarde, aunque Rusia sea el epicentro. En un día, dos hechos
del fútbol generaron conmoción: por un lado, el diario alemán “Bild” asegura
estar en posesión de la totalidad del informe del ex fiscal estadounidense
Michael García sobre corrupción en la votación de las sedes para los mundiales
2018 (Rusia) y 2022 (Qatar) en 2010. Por
otro, la FIFA admitió que está investigando el costado del fútbol del informe
de Richard Mc Laren sobre dopaje en el deporte ruso a partir de los Juegos
Olímpicos de invierno en Sochi (2014), y que podría involucrar a los 23
jugadores que participaron en el Mundial de Brasil, en el mismo año.
El fútbol mundial está conmovido porque de
confirmarse lo que cada vez cobra más fuerza del informe Mc Laren, que cuenta
con una lista de mil atletas rusos involucrados en posible dopaje positivo en
Sochi desde una maquinaria estatal que habría logrado taladrar paredes de la
Villa Olímpica para manipular los frascos del antidoping, el escándalo del
fútbol a un año de la cita mayor, el Mundial, y en Rusia, sería mayúsculo.
En cuanto al informe García, que parecía venir a
lavar la cara de la FIFA desde la Comisión de Ética, nada de eso acabó
ocurriendo y de las 430 páginas en las que consta todo lo actuado en la
investigación, apenas si se difundieron 42 de ellas y se resolvió que no hay
responsabilidades colectivas y apenas puede haberlas en forma individual.
Harto, García renunció en diciembre de 2014 pero
ahora se van conociendo algunos “detalles” como que el ex presidente del F.C.
Barcelona, Sandro Rosell, en la cárcel desde el 25 de mayo pasado, evadió 6,5
millones de euros a Andorra y que correspondían a cobros de cachets de partidos
de la selección brasileña.
Rosell forma parte de un largo entramado en el que
también está involucrada la Asociación Argentina (AFA).
No parece casualidad que la votación de las sedes de
los mundiales 2018 y 2022 en 2010 haya sido apenas meses antes de un extraño
amistoso jugado en Qatar entre Argentina y Brasil por el que AFA y CBF cobraron mucho más que
sus habituales cachets.
¿Castigo? Por ahora, ninguno. Tampoco, ninguna
pronunciación del nuevo presidente de la FIFA, Gianni Infantino. Es más: en los
partidos de la Copa Confederaciones sigue la publicidad estática de Qatar Airways.
¿Doping positivo en el fútbol ruso? De ninguna
manera. Vitali Mutko, el hombre fuerte del deporte de este país, dijo
simplemente que “nunca” hubo nada y que “no tiene sentido en el deporte”. Listo,
entonces.
Nos quieren hacer creer que “todo cambió” en la
FIFA, tal vez porque ahora Infantino puso a una mujer de Senegal como
secretaria general (Fátima Samoura) o porque se abraza con Diego Maradona,
enemigo declarado del régimen anterior.
A fines de 2015, los principales dirigentes de UEFA
y Conmebol se reunieron en Zurich para buscar sí o sí un candidato que hiciera
de puente y que mantuviera el poder (los negocios) del futbol para Occidente,
por temor a que todo quedara en manos del príncipe jordano Alí Al Hussein.
Fuera de carrera Michel Platini (UEFA) por
corrupción, y enfocado Angel Villar (Federación Española) a la UEFA, y con toda
la cabeza de la Conmebol involucrada en el FIFA Gate, no había más que un
candidato posible que diera garantías de que todo seguiría igual: sí, el que
imaginan….un tal Gianni Infantino, suizo y políglota.
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