Por el momento, lo más destacado del debut de Jorge
Sampaoli como director técnico de la selección argentina pasa nada menos que
por un resultado positivo ante un equipo brasileño con algunos titulares y
varios suplentes, en un amistoso, y que el cambio de sistemas hace que al rival
pueda costarle varios minutos, o acaso todo un partido, entender los
movimientos albicelestes.
En verdad, no creemos que la selección argentina
haya merecido ganar ante Brasil 1-0 como finalmente se impuso en Australia,
pero es lo de menos porque se trata de un partido mucho más para evaluar
jugadores y sistemas que para sacar conclusiones definitivas en tan pocos días
de trabajo y con tanto nuevo convocado.
La selección argentina salió con un esquema novedoso
pero que ya utilizara Sampaoli en otras oportunidades, con tres defensores
(entre los que no contó con los lesionados y probablemente titulares Javier Mascherano
y Javier Pinola), un cuadrado compuesto por dos volantes más retrasados (Lucas
Biglia y Ever Banega) y dos más adelantados (Paulo Dybala y Lionel Messi), un
ala derecha que partía desde más abajo (José Gómez), un ala izquierda del medio
hacia arriba (Angel Di María) y un punta, Gonzalo Higuaín.
Sin embargo, el dibujo no resultó porque salvo
algunas buenas intenciones en la idea de hacer circular la pelota o salir con
ella en los pies sin reventarla (a excepción de Sergio Romero, en especial
cuando los delanteros brasileños venían a presionarlo hasta casi el área chica),
fueron los verdeamarillos los que se apoderaron del balón y lo hicieron correr
con velocidad.
Enseguida aparecieron algunas dudas en el equipo
argentino. Por ejemplo, la falta de presencia defensiva y de salida en Banega,
la soledad de Gómez por la derecha (doblemente bloqueado por Willian y Filipe
Luis), y la desconexión del cuadrado entre los dos más adelantados respecto de
los dos atrasados, lo cual llevó a un problema crónico en la selección
nacional: que Messi tenga que bajar demasiado terreno a buscar juego, y eso
hace que luego tenga que recorrer muchos metros para llegar y termina agotado e
inofensivo.
Siempre un poco mejor Brasil, con más juego pero
bien controlado en los últimos metros por la firmeza de Jonathan Maidana y
especialmente de Nicolás Otamendi (al cabo, una de las figuras junto a Lucas
Biglia), recién desde los treinta minutos del primer tiempo es que el equipo
argentino se apoderó del terreno y la pelota y a consecuencia de ese dominio
llegó el gol, un poco ayudado por la suerte de un rebote en el palo tras
cabezazo de Otamendi (muy buen centro de Di María), que encontró solo a Mercado
para empujar a la red.
Tras el descanso, Sampaoli ya dispuso de otro
esquema, con cuatro en el fondo, para lo cual quitó a un sacrificado Gómez,
mandó a Mercado a ese lateral, e ingresó Tagliafico por la izquierda, mientras
que Joaquiín Correa reemplazó a Higuaín, quedó sin un nueve de referencia y en
cambio, como muchas veces jugó el Sevilla, con tres volantes con buen pie.
Sin embargo, Brasil fue llevando hacia atrás
paulatinamente a Argentina pero no tuvo suerte a la hora de la definición.
Tanto Coutinho como Gabriel Jesús dispusieron de varias posibilidades pero a
veces terminaron con la pelota en los palos o con alguna buena atajada de
Romero.
Ya al final, cuando el resultado se convertía en
algo muy importante para el inicio de un ciclo que tiene por delante cuatro
partidos cruciales por la clasificación mundialista, ya el equipo argentino se
paró con cinco defensores, empujó a Brasil hacia la mitad de la cancha, que
pobló con Lanzini y Guido Rodríguez, hasta que el árbitro marcó el final y con
él, el alivio.
Un triunfo más simbólico que justificado, y que
sirve para seguir analizando variantes, pero no hay que engañarse. Ni Brasil
contó con todos sus titulares ni el resultado es un indicador preciso de lo que
ocurrió en el partido.
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