Desde Amsterdam
Otra vez, el
entrenador español Unai Emery fue verdugo del Valencia, equipo al que dirigió
no hace tanto tiempo. Ya lo había sido con el Sevilla y ahora, con el Arsenal,
lo eliminó en su propia casa de Mestalla y con un contundente 2-4 que se sumó
al 3-1 de la ida. Nada menos que siete goles en la serie para llegar a la final
de la Europa League del 25 de mayo, en Bakú, ante el Chelsea.
El fútbol
europeo, entonces, tendrá sus dos definiciones anuales con dos grandes clásicos
ingleses. Primero, el derby londinense entre Arsenal y Chelsea, dos equipos que
fueron cambiando de sistemas y de plantillas hasta encontrar las ideales a sus
necesidades. Una semana después, el plato fuerte, con el clásico entre
Liverpool y Tottenham Hotspur, por la Champions League, en una Madrid que ya se
va preparando en cuestiones de seguridad porque habrá no menos de cincuenta mil
fanáticos británicos en la capital española.
Muchos han
atribuido al dominio del fútbol inglés de este año en Europa (no ocurría algo
semejante desde 2008, cuando por la final de la Champions en Moscú, el
Manchester United venció al Chelsea por penales, pero en la Copa de la UEFA,
justamente con la final en Manchester, se impuso el Zenit ruso al Rangers
escocés), a una cuestión meramente económica, al poderío que tiene la Premier
League sobre el resto de las competiciones.
Sin embargo, no
es solamente una cuestión económica. Y menos, cuando el Liverpool gana el
porcentaje de posesión del balón al mismo Barcelona en el Camp Nou 52% a 48%
del tiempo aún perdiendo 3-0 en la ida, o le propina un 4-0 en la vuelta con
tres ausencias notables entre sus titulares. Y mucho menos aún cuando el
Arsenal le mete siete goles al Valencia, finalista de la Copa del Rey, en la
serie de dos partidos.
Si es por lo
económico, justamente ayer, la Liga de Fútbol Profesional (LFP) española dio a
conocer que en la pasada temporada, la ganancia total fue de 4479 millones de
euros, con un crecimiento del 20,6 por ciento respecto de la temporada
anterior, y a los clubes eso les generó un aumento de 189 millones de euros,
aunque sin el Real Madrid y el Barcelona, lo que percibieron las entidades fue
137 millones, y allí reside gran parte de la diferencia con el fútbol inglés.
En España, el
dinero no es repartido de manera equilibrada entre los clubes sino que la
hegemonía del Real Madrid y del Barcelona, ahora apenas sumado el Atlético
Madrid mucho más por el dinero que percibió por premios en competiciones que
por la TV. En Alemania es mucho más justo y democrático, pero el gran
inconveniente es que por tradición, el Bayern Munich suele llevarse a las
estrellas de los demás competidores, algo que daña a los torneos locales.
En cambio, si
bien en Inglaterra el reparto no alcanza a ser tan equitativo como en Alemania,
de todos modos es aceptable y a esto se suma la tradición de sus equipos, la
buena organización de los torneos, y la indudable penetración cultural en el
mundo. Si a todo esto le agregamos que después de los luctuosos episodios de
Heysel (1985) e Hillsborrough (1989), se terminaron alejando los violentos, la
Premier League entró en una etapa de crecimiento constante con entrenadores con
muchas variantes tácticas y diferentes estilos.
Así, llegamos a
esta actualidad en la que el Chelsea terminó con años de jugar al contragolpe
para apostar a un fútbol más estético con Maurizio Sarri (si bien tuvo que
sufrir en semfinales ante el muy buen Eintracht Frankfurt), el Arsenal apostó
por más fortaleza de carácter con Emery tras más de dos décadas con el francés
Arsene Wenger, el Liverpool llega a su tercera final europea en cuatro años con
el inmenso trabajo colectivo de Jürgen Klopp, y el Tottenham consiguió
resultados al apostar por un equipo de jugadores de la casa de la mano del
ascendente argentino Mauricio Pochettino.
Y podríamos
agregar que el Manchester City pelea por la Premier League, dirigido por Josep
Guardiola, por segundo año consecutivo, y que quedó muy cerca de llegar a la
semifinal de la Champions ante el Tottenham (le anularon sobre la hora el gol
del pase por un fuera de juego de no más de cinco centímetros) y si el
Manchester United no avanzó más fue porque el entrenador noruego Oleg Gunnar
Solskjaer tomó tarde el equipo, muy avanzada la temporada, luego del rotundo
fracaso de José Mourinho.
Si la Premier
League es, por lejos, el torneo más atrapante, jugándose la mayoría de los
partidos a un ritmo trepidante, con un notable sentido de la ética, sin que sus
equipos hagan tiempo ni simulen faltas y con la mayoría de las estrellas
queriendo jugar allí, ¿cómo Inglaterra no va a tener tanta preponderancia en el
fútbol europeo?
Este año, por
fin, se produjo la confirmación. Y suena a justicia.
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