sábado, 11 de mayo de 2019

Arsenal-Chelsea, la otra final que confirma la hegemonía inglesa en Europa (Interia)


                                     

                                                                 Desde Amsterdam


Otra vez, el entrenador español Unai Emery fue verdugo del Valencia, equipo al que dirigió no hace tanto tiempo. Ya lo había sido con el Sevilla y ahora, con el Arsenal, lo eliminó en su propia casa de Mestalla y con un contundente 2-4 que se sumó al 3-1 de la ida. Nada menos que siete goles en la serie para llegar a la final de la Europa League del 25 de mayo, en Bakú, ante el Chelsea.

El fútbol europeo, entonces, tendrá sus dos definiciones anuales con dos grandes clásicos ingleses. Primero, el derby londinense entre Arsenal y Chelsea, dos equipos que fueron cambiando de sistemas y de plantillas hasta encontrar las ideales a sus necesidades. Una semana después, el plato fuerte, con el clásico entre Liverpool y Tottenham Hotspur, por la Champions League, en una Madrid que ya se va preparando en cuestiones de seguridad porque habrá no menos de cincuenta mil fanáticos británicos en la capital española.

Muchos han atribuido al dominio del fútbol inglés de este año en Europa (no ocurría algo semejante desde 2008, cuando por la final de la Champions en Moscú, el Manchester United venció al Chelsea por penales, pero en la Copa de la UEFA, justamente con la final en Manchester, se impuso el Zenit ruso al Rangers escocés), a una cuestión meramente económica, al poderío que tiene la Premier League sobre el resto de las competiciones.

Sin embargo, no es solamente una cuestión económica. Y menos, cuando el Liverpool gana el porcentaje de posesión del balón al mismo Barcelona en el Camp Nou 52% a 48% del tiempo aún perdiendo 3-0 en la ida, o le propina un 4-0 en la vuelta con tres ausencias notables entre sus titulares. Y mucho menos aún cuando el Arsenal le mete siete goles al Valencia, finalista de la Copa del Rey, en la serie de dos partidos.

Si es por lo económico, justamente ayer, la Liga de Fútbol Profesional (LFP) española dio a conocer que en la pasada temporada, la ganancia total fue de 4479 millones de euros, con un crecimiento del 20,6 por ciento respecto de la temporada anterior, y a los clubes eso les generó un aumento de 189 millones de euros, aunque sin el Real Madrid y el Barcelona, lo que percibieron las entidades fue 137 millones, y allí reside gran parte de la diferencia con el fútbol inglés.

En España, el dinero no es repartido de manera equilibrada entre los clubes sino que la hegemonía del Real Madrid y del Barcelona, ahora apenas sumado el Atlético Madrid mucho más por el dinero que percibió por premios en competiciones que por la TV. En Alemania es mucho más justo y democrático, pero el gran inconveniente es que por tradición, el Bayern Munich suele llevarse a las estrellas de los demás competidores, algo que daña a los torneos locales.

En cambio, si bien en Inglaterra el reparto no alcanza a ser tan equitativo como en Alemania, de todos modos es aceptable y a esto se suma la tradición de sus equipos, la buena organización de los torneos, y la indudable penetración cultural en el mundo. Si a todo esto le agregamos que después de los luctuosos episodios de Heysel (1985) e Hillsborrough (1989), se terminaron alejando los violentos, la Premier League entró en una etapa de crecimiento constante con entrenadores con muchas variantes tácticas y diferentes estilos.

Así, llegamos a esta actualidad en la que el Chelsea terminó con años de jugar al contragolpe para apostar a un fútbol más estético con Maurizio Sarri (si bien tuvo que sufrir en semfinales ante el muy buen Eintracht Frankfurt), el Arsenal apostó por más fortaleza de carácter con Emery tras más de dos décadas con el francés Arsene Wenger, el Liverpool llega a su tercera final europea en cuatro años con el inmenso trabajo colectivo de Jürgen Klopp, y el Tottenham consiguió resultados al apostar por un equipo de jugadores de la casa de la mano del ascendente argentino Mauricio Pochettino.

Y podríamos agregar que el Manchester City pelea por la Premier League, dirigido por Josep Guardiola, por segundo año consecutivo, y que quedó muy cerca de llegar a la semifinal de la Champions ante el Tottenham (le anularon sobre la hora el gol del pase por un fuera de juego de no más de cinco centímetros) y si el Manchester United no avanzó más fue porque el entrenador noruego Oleg Gunnar Solskjaer tomó tarde el equipo, muy avanzada la temporada, luego del rotundo fracaso de José Mourinho.

Si la Premier League es, por lejos, el torneo más atrapante, jugándose la mayoría de los partidos a un ritmo trepidante, con un notable sentido de la ética, sin que sus equipos hagan tiempo ni simulen faltas y con la mayoría de las estrellas queriendo jugar allí, ¿cómo Inglaterra no va a tener tanta preponderancia en el fútbol europeo?

Este año, por fin, se produjo la confirmación. Y suena a justicia.

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