Desde Barcelona
Si hay algo que
tiene de excepcional el fútbol son noches como la de ayer en el Camp Nou, con
un espectáculo formidable a partir de un gran equipo que luchó hasta el final
dándolo todo y dominando buena parte del partido, como el Liverpool, y que sin
embargo no sólo no ganó sino que se retiró con una dura derrota que lo deja
casi afuera de la Champions League porque su rival, el Barcelona, tiene en sus
filas a un genio como Lionel Messi, absolutamente enfocado en ser campeón de
Europa en esta temporada.
Si de algo no
hay ninguna duda es que Messi tiene como principal objetivo de 2019 la
Champions League. Lo dijo el primer día, cuando como estreno de su función de
capitán ante la salida de su predecesor, Andrés Iniesta, tomó el micrófono pese
a su timidez, ante un lleno Camp Nou, y dijo que esta vez no se les escapará
“esta Copa tan linda”, refiriéndose a la tradicional Orejona europea.
Y allí va Messi,
que efectivamente se puso contento cuando en el fin de semana pasado el
Barcelona ganó la Liga Española casi sin pestañear, pero jamás tuvo la misma
disposición que en el torneo europeo, máxime desde que comenzaron las
semifinales sabiendo que ya no están en la competición ni el Real Madrid, ni el
Bayern Munich, ni el Manchester City ni la Juventus, es decir, tampoco su
máximo adversario en búsqueda de su sexto Balón de Oro, Cristiano Ronaldo.
Un genio como
Messi, arropado en su casa, y “oliendo sangre”, a apenas tres partidos de
volver a ser campeón de Europa, se torna imparable y esto es lo que le sucedió
al Liverpool. Siendo un equipo tan consolidado, que a dos fechas de terminar la
Premier League pelea palmo a palmo el título contra el opulento Manchester
City, hizo todo lo que había que hacer para irse del Camp Nou con una buena
ventaja como para rematar el martes que viene en Anfield, ante su gente. Y sin
embargo, se va derrotado por 3-0, casi sin posibilidades de remontar.
¿Qué fue lo que
pasó? Que el fútbol es maravilloso, y que el Liverpool sufrió primero la falta
del brasileño Roberto Firmino en el ataque, y eso le disminuyó sus
habitualmente muy efectiva delantera. Y que promediando el primer tiempo se
lesionó Naby Keita, un jugador creativo, y el excelente entrenador alemán
Jürgen Klopp tuvo que apelar a Jonas Henderson, mucho más distribuidor pero con
menos precisión. Y por si esto no alcanzara, cada vez que los “reds” llegaron
al otro arco, se toparon con un gran Gerard Piqué y con un notablemente seguro
arquero alemán Marc Ter Stegen.
Entonces, el
Barcelona sufría el partido, trataba de cambiar golpe por golpe sin el respaldo
colectivo necesario, basado en algunos grandes jugadores que componen su
columna vertebral (el citado Piqué, un gran Arturo Vidal en la marca, el genio
de Messi, y Luis Suárez como goleador y acostumbrado a fajarse con las defensas
rivales), y se fue dando maña para sacar adelante el partido.
Suárez puso
justo el pie para desviar un remate con otro destino y descolocó al arquero
brasileño Alisson Becker, y ya pareció excesivo que el primer tiempo terminara
1-0 para el local.
El Liverpool
salió al segundo tiempo convencido de empatarlo y lo merecía, pero todo el
dominio territorial y la asfixiante presión desde su línea de ataque no
alcanzaban y fue allí cuando Messi entró definitivamente en acción con algunas
jugadas dignas casi de otro deporte mucho más estético, acrobático, al límite
de lo humanamente concebible. El genio recogió un rebote de lo que era un gol
de Suárez, pero la pelota dio en el travesaño y el argentino sólo tuvo que
empujarla a la red, y luego clavó uno de sus tantos magistrales tiros libres al
ángulo, que para cualquiera son eso, tiros libres, pero para Messi, en verdad,
son penales con barrera. Y así no sólo se dio el lujo de llegar a su gol 600
con la camiseta azulgrana sino que dejó un 3-0 que es demasiada distancia para
la revancha dentro de cinco días.
Y parece mentira
decir que un partido que tranquilamente pudo ganar el Liverpool no lo perdió
por más, porque en la última jugada, Messi le cedió la pelota a Ousmane Dembélé
para que marcara el cuarto gol y el delantero francés, que ingresó por el
insípido Philippe Coutinho, se la entregó mansa al arquero Alisson.
Si el Barcelona
aprendió la lección de la temporada pasada, cuando se fue del Camp Nou
ganándole a la Roma 4-1 y perdió 3-0 en la capital italiana, estará en la
finalísima de Madrid del 1 de junio. Y con un Messi en este estado de gracia,
parece casi imposible que esto no vaya a ocurrir.
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