Desde Barcelona,
Este Barcelona
no está para regalar nada. Si pudo festejar un 3-0 que lo deja con un pie en la
final de la Champions League en Madrid es porque cuenta en sus filas con un
genio como Lionel Messi, capaz de todo y ante cualquier rival, aunque éste sea
ahora el Liverpool con un equipo consolidado y que por momentos hizo sufrir al
Camp Nou con un dominio abrumador, aunque sin contundencia a la hora de
definir.
El Barcelona
tiene la gran ventaja de que en este momento sólo está enfocado en la
Champions. Superada la Liga Española, que ya ganó, puede darse el lujo de
enfrentar los partidos que le quedan con suplentes y preparar bien la revancha
para dentro de cinco días en Inglaterra, en lo que seguramente será un estadio
repleto y con la tradición de Anfield, que empujará a los “reds”.
En cambio, el
Liverpool pelea en dos frentes porque aún le quedan dos jornadas de la Premier
League, en la que pelea el título ante el poderoso Manchester City, y eso le va
pasando algunas facturas, como lesiones, menor resistencia en las segundas
partes, y hasta jugadores que deben ser reemplazados al inicio de los partidos,
como ocurrió ayer con Naby Keita, que debió resignar su juego más técnico por
el de Jonas Henderson, de mayor ubicación y buen primer pase, pero menos
creativo.
Aún con todos
estos problemas y jugando una semifinal fuera de casa, el Liverpool fue siempre
más sólido y de mejor juego colectivo que el Barcelona, mucho más proclive a
los espasmos o a tratar de responder golpe por golpe, y la gran diferencia
estuvo en las áreas. Sin el brasileño Roberto Firmino, lesionado, al Liverpool
le faltó el toque final para definir lo que merecía, aunque tuvo muchas
oportunidades.
Por el
contrario, el uruguayo Luis Suárez tuvo una posibilidad de desviar el balón que
iba en otra dirección, desacomodó al portero Alisson Becker y promediando la
primera parte, el Barcelona estaba ganando sin merecerlo y hasta dio la
sensación de un gran alivio del Camp Nou cuando finalizó la primera parte. El
1-0 era un negocio redondo tal y como había sido el partido.
Se esperaba un
Liverpool dominante y resuelto a empatarlo en la segunda parte cuando apareció
Messi en todo su esplendor, frotando la lámpara para demostrar que no existe
para él mayor motivación que la Champions y más, cuando está en las puertas de
su quinto título europeo y de su sexto Balón de Oro, y además de algunas
deslumbrantes jugadas, marcó el segundo gol para los catalanes cuando más
arreciaban los ingleses, recogiendo un rebote del larguero tras un remate de
Suárez, y luego marcó el tercer gol para una excesiva diferencia con un
magistral libre directo, que en sus pies se transforman directamente en
penaltis con barrera.
El fútbol es tan
increíble que lo que debió ser un final con festejos de locura, dejó un cierto
regusto amargo a los locales por el insólito gol perdido por Ousmane Dembélé en
la última jugada por entregarle el balón a Alisson cuando era más fácil marcar
el cuarto, pero si la plantilla del Barcelona es inteligente y pudo aprender la
lección de la Champions pasada, cuando tras ganar 4-1 a la Roma cayó 3-0 al
regreso, esta experiencia no la debería repetir en Anfield la próxima semana.
Para eso, sus
jugadores no sólo deberán estar atentos, sino que, salvo Messi, que juega a
otra cosa, varios de ellos (Coutinho, Sergi Roberto o Dembélé) deberán mejorar
mucho, porque el Liverpool es capaz de remontar y colectivamente, es superior
al Barcelona. La diferencia estuvo en las dos áreas, con el portero Marc Ter
Stegen tapando todo y con Messi y su fútbol de esplendor.
Ni con el 3-0 se
puede dar por terminada la serie, aunque lo pueda parecer.
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