Una ola de
exitismo invade a buena parte del fútbol. La capacidad de olvido, o la falta de
memoria, pasa a ser un factor común en cada vez más analistas y aficionados, al
punto de cuestionar, desde hace pocos días, nada menos que al entrenador del
Manchester City, Josep Guardiola, porque otra vez se le ha negado la Champions
League, por sexta vez consecutiva.
Si Guardiola no
hubiese ganado ningún título como entrenador, o alguno aislado, tal vez podría
albergar dudas sobre las dos Champions que ganó en sus inicios como entrenador,
sentado en el banquillo del Barcelona, en 2009 y 2011, ambas veces ante el
Manchester United.
Algunos, en
aquel tiempo, que ahora vuelven a la carga con el mismo argumento, sostienen
que si Guardiola ganó ambas Champions con el Barcelona, fue porque contó en el
equipo con el genio de Lionel Messi y que una vez que cambió de equipo (dirigió
al Bayern Munich entre 2013 y 2016 y ahora lleva tres temporadas en el
Manchester City), ya no pudo conseguirlo.
Sin embargo, hay
que recordar rápidamente que el Barcelona, con Messi en su plantilla desde
2004, ganó tres Champions en quince años, y ésta podría llegar a ser la cuarta.
Es decir que desde 2012, cuando Guardiola dejó el banquillo del club catalán,
en siete temporadas, el Barcelona sólo ganó una (con Luis Enrique Martínez, en
2015).
Por otra parte,
no es que el Bayern Munich, sin Guardiola, haya ganado muchas Champions
Leagues, especialmente en el Siglo XXI, sino apenas dos (2001 y 2013, y la
segunda, con Jupp Heynckes, justo antes de la llegada de Guiardiola, lo que sin
embargo no cambió la opinión de sus dirigentes sobre la necesidad de buscar
otro rumbo).
Y si antes nos
referimos al Barcelona o al Bayern Munich, mucho más énfasis hay que colocar en
el Manchester City, que jamás ganó una Champions y apenas, como todo palmarés
internacional, ha conseguido una Recopa europea en la temporada 1969-70 y
acumula dos dobletes en su historia (Liga y Copa de la Liga), en la temporada
2013-14 y en la 2017-18, ésta última, con Guardiola en el banquillo y con
récord de puntos (100 sobre 114 posibles).
Un entrenador
que ha ganado tres Ligas españolas sobre cuatro posibles, las tres Bundesligas
disputadas con el Bayern, y que va camino a ganar su segunda Premier League
sobre tres posibles con el Manchester City, y que acumula diecisiete títulos y
va camino al dieciocho en once temporadas, con tres equipos, no parece entrar
en la discusión.
Pero mucho menos
aún desde el punto de vista del juego de sus equipos. Alguna vez el argentino
César Luis Menotti afirmó que Guardiola ingresa a un vestuario y ya todos los
jugadores saben a qué hay que jugar. Su estilo de posesión de balón es
inconfundible, más allá de ciertos vicios que le podamos señalar (a este
periodista, por ejemplo, no le convence que tienda a utilizar volantes en los
extremos y no a especialistas, o que sus ataques marquen mucho menos goles de
los que suele indicar sus extensos dominios, o que reciban demasiados goles por
el poco tiempo que ceden el balón a sus rivales).
No hay dudas de
que desde la llegada de Guardiola a los banquillos, el fútbol mundial ha
logrado tener un referente del juego estético, y con sus números y algunas
inolvidables palizas (en particular, señalamos aquel 5-0 del Barcelona al Real
Madrid de José Mourinho el 29 de noviembre de 2010), también ha echado por
tierra a aquellos que sostienen que lo mejor en el fútbol es el resultado, sea
como fuere que éste se consiga.
También es cierto
que, como se demostró en esta Champions League o en otras anteriores, los
detalles también cuentan, o incluso, a veces, las malas actuaciones (no se
entendió, por cierto, lo que hizo el Manchester City en la ida de los cuartos
de final ante el Tottenham en Londres, y lo pagó caro en la vuelta, aunque
finalmente haya ganado ese partido, y el entrenador catalán cometió graves
errores en la semifinal de 2014, cuando el Bayern perdió por un durísimo 0-4 en
Alemania ante el Real Madrid).
Aún con la
posibilidad de seguirse perfeccionando, Guardiola ha proporcionado un estilo,
una forma de jugar, e incluso, ha mantenido una conducta dentro y fuera de los
terrenos de juego y sus equipos han jugado siempre un fútbol agradable y con
tendencia a buscar permanentemente marcar goles.
Otra crítica que
es habitual leer o escuchar sobre el trabajo de Guardiola es que siempre lo ha
hecho en clubes que le han fichado a los mejores jugadores del mundo. Por
supuesto que ha sido así, pero en ese caso, la pregunta es por qué, en todo
caso, esos mismos clubes contrataron a Guardiola y no a otro entrenador,
pudiendo hacerlo.
Por eso, para
aquellos que van por el mundo lanzando la pregunta sobre si Guardiola ha
fracasado por no haber ganado una Champions, nos surge otra pregunta: ¿qué les
queda a los demás entrenadores con mucho menos palmarés y juego en sus equipos?
Es, entonces,
una polémica sin sentido. Al menos, ganando o no, con Guardiola tenemos la
certeza de que sus equipos lo harán todo por el espectáculo. Y eso es de agradecer,
en tiempos de dudas tan insólitas.
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