Desde Sevilla
Los aficionados
del Barcelona regresaban tras un largo camino desde el calor de Sevilla preguntándose
qué es lo que hay que hacer para que Lionel Messi se sienta acompañado y
rodeado de un equipo sólido, ante la desesperación de ver que el genio
argentino, que ya convirtió 603 goles oficiales en 687 partidos –casi un
milagro- entrará a sus 32 años en la anteúltima etapa de su carrera y sin
embargo, los grandes títulos hace mucho tiempo que no aparecen.
Cuesta definir
esta temporada del Barcelona. Si escribiéramos esto mismo sobre el Atlético
Madrid, el Valencia o el Sevilla, y resumiéramos que se ganó una Liga, se llegó
a la final de la Copa del Rey y a semifinales de la Champions League, acaso
sería casi perfecta. Pero tratándose del Barcelona, y sabiendo que a principios
de mayo estaba la chance de ganar el Triplete (Liga, Copa y Champions), y que
la Liga se ganó pronto para enfocarse en el torneo europeo, y luego vino esa
tremenda remontada del Liverpool en Anfield, y ahora esto de la final perdida
ante el Valencia, la idea parece otra, mucho más negativa.
La semifinal de
Champions perdida por el Barcelona ante el Liverpool operó como un castillo de
naipes desmoronado. La plantilla nunca se pudo recuperar en lo anímico y pocas
veces, Messi fue tan sincero en la conferencia de prensa previa a la final ante
el Valencia en el estadio Benito Villamarín del Betis, cuando dijo que ni
llevarse la Copa del Rey, aunque significara el quinto doblete en la década,
podría borrar la mancha de Anfield.
Siendo Messi el
capitán del equipo, esa frase lo resumió todo. Se suele decir que cuando un
equipo recibe un gol antes de los primeros cinco minutos, generalmente está
emparentado con su desatención y con su estado anímico. Y si el Valencia no
marcó un gol a los 3 minutos fue simplemente porque su delantero hispano
brasileño Rodrigo se equivocó dos veces seguidas. Primero, no se animó a
rematar de entrada y luego, cuando ya regateó a Jasper Cillessen, sacó un
remate débil que Gerard Piqué pudo rechazar en la línea.
El Barcelona
siguió como si nada pasara, sin reparar en otro tremendo error de Sergio
Busquets en una muy mala temporada, y dominó posicionalmente como siempre desde
que Ernesto Valverde es el entrenador: teniendo el balón pero sin saber mucho
qué hacer con él, más aún si Luis Suárez y Ousmane Dembélé estaban fuera del
equipo, Messi, completamente rodeado por rivales y Philippe Coutinho, muy lejos
de su nivel.
Con tanto
volante defensivo o alejado del ataque, Messi se encontró muy solo, y sin
chances, y al revés, en cada contragolpe del Valencia, con uno o dos toques, se
acercaba a la portería azulgrana, una constante en todo el año. Por eso,
tampoco pudo extrañar que primero Kevin Gameiro pusiera en ventaja al Valencia
aprovechando un error defensivo y que Rodrigo aumentara el marcador tras una
gran escapada de Carlos Soler desde la derecha.
Después, Valverde
quiso remediarlo con la entrada de Malcom, un jugador imprescindible cuando
otros atacantes no están, pero ya era tarde. Sólo Messi, con un remate al palo
y un gol, tiró de un equipo destrozado, que no lo ayuda, que lo deja casi solo
para todo, y aunque sea un genio, el fútbol es un deporte colectivo.
Aún así,
Valverde parece ratificado en sus funciones por los dirigentes y plantilla y si
continua, probablemente el Barcelona siga preso de estos planteos
conservadores, mientras se anuncia una renovación importante de jugadores. Lo
que no se ve, esta vez, es un proyecto como aquel de La Masía de los tiempos de
Josep Guardiola y Tito Vilanova entre 2008 y 2013, que elevó al equipo al mejor
sitial del mundo.
Hoy, el
Barcelona tiene a Messi desde 2004 y sin embargo, en 16 temporadas ganó cuatro
Champions Leagues, las mismas que ganó el Real Madrid, su gran adversario, en
el mismo período.
¿Cómo hacer para
explotar mejor a Messi, cuando en junio entre ya a sus 32 años? Es una pregunta
que antes se la formulaban en la selección argentina, que se respondían, en
buena parte, con la explicación de que en Cataluña, los entrenamientos eran
cotidianos y la mecánica, otra.
Hoy, el
Barcelona se parece cada vez más a la selección argentina y no al revés, como
Messi hubiera preferido: planteos más conservadores, y dependencia del genio
para todo.
Habrá que ver si
en el verano europeo, los dirigentes del Barcelona serán capaces de encontrar
un plan alternativo, mientras el tiempo pasa, inexorablemente, para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario