sábado, 18 de mayo de 2019

Messi, entre el galardón y la política catalana (Interia)




                                            Desde Barcelona



Lionel Messi, el mejor jugador del mundo, recibió ayer el segundo más importante galardón que otorga la Generalitat de Cataluña, la Creu de Sant Jordi (la Cruz de San Jorge), de manos del presidente de la comunidad autónoma, Quim Torrá, por sus notables aportes desde el deporte, en un acto en el que también fueron premiados científicos, escritores, docentes y otros miembros destacados de la comunidad.

Apenas una vez anterior, un futbolista había recibido este premio (sólo superado por la Medalla de Oro de la Generalitat), el holandés Johan Cruyff, en 2006.
Messi no había aparecido en público desde que el Barcelona había sido goleado 4-0 por el Liverpool en Anfield hacía una semana, lo que le había significado quedar eliminado de la Champions League en semifinales, meses después de que el crack argentino y capitán de los azulgranas dijera, en la presentación de la temporada en el Camp Nou, que el objetivo de este año era “levantar esta Copa tan linda y tan deseada”, pero se escapó justo en el final.

La única vez que Messi había tenido una actuación pública fue en el compromiso que el Barcelona tuvo que afrontar por la anteúltima jornada de la Liga Española, el pasado fin de semana, ante el Getafe. Ganó 2-0, pero el argentino no sólo no convirtió goles sino que se colocó bien cerca del vestuario para que cuando el árbitro diera por terminado el partido, salir corriendo sin saludar a nadie.

Por eso, la expectativa por ver a un Messi distinto y sonriendo, era mucha. Y la situación del galardón catalán era la ideal. Se lo vio jovial, departiendo con otros premiados, hasta que llegó el momento de que una locutora hablara en catalán (el jugador entiende algo pero no todo) y en un momento, hubo aplausos generalizados a los que el deportista se plegó.

Sin embargo, segundos después, esos aplausos continuaron pero bajo la consigna “presos políticos, libertad/´presos políticos, libertad”, en referencia a quienes purgan meses en la cárcel por haber intentado implementar la independencia catalana de España en octubre de 2017, lo que para muchos catalanes son “presos políticos” y para gran parte del resto de España, “políticos presos”.

La cuestión es que este griterío de consignas para que liberen a lo que en Cataluña se considera “´presos políticos” tomó por sorpresa a Messi, que seguramente conoce este cántico porque en cada partido del Barcelona en el Camp Nou, se corea desde hace tiempo cuando transcurren 17 minutos y 14 segundos de ambas partes, haciendo juego con el año 1714, el de la resistencia catalana a la monarquía borbónica.

Messi, entonces, como reacción a esos cánticos e intuyendo que si aplaudía podía acarrearle problemas o centrarlo en un debate que no es el suyo, bajó inmediatamente las manos, siendo el único de todo el escenario que no sólo no aplaudía la consigna, sino que se mantenía callado cuando el resto la coreaba.

Sorprende que siendo un jugador de fútbol y acaso ajeno a lo que ocurre con la política catalana o española, Messi haya notado que lo racional era mantenerse prescindente, solo como estaba arriba del escenario y difícilmente con asesoramiento previo sobre qué hacer en un caso así, cuando hasta el Barcelona –cuya plana mayor asistió al acto-apoya la consigna.

¿Se habrá preguntado Messi qué hacer en ese instante en el que quedó solo en el escenario, rodeado de personalidades catalanas pidiendo por los “presos políticos”? ¿Lo tendrá tan claro que pudo separarse tan tajantemente de aquella realidad sin por ello pagar ningún peaje en la sociedad en la que vive y en la que es nada menos que el capitán de un buque insignia del símbolo del independentismo como el Fútbol Club Barcelona?

Lo cierto es que hasta los catalanes lo acabaron justificando y el jugador terminó yéndose lo más tranquilo a su casa, y con una primera sonrisa luego del desastre del Liverpool.

Messi había concretado uno de los mejores regates de su trayectoria, el de la política, que, definitivamente, no es lo suyo, aunque la intuición, parece que le es innata.


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