domingo, 30 de junio de 2019

Una Copa América muy igualada, pocos goles y un par de sorpresas esperando las semifinales con dos clásicos (Interia)



                                                       Desde Río de Janeiro



Acaban de terminar los cuartos de final, y de los ocho equipos participantes, apenas uno marcó goles en los noventa minutos (Argentina, que le ganó 2-0 a Venezuela en el mítico estadio Maracaná). Los otros tres partidos, finalizados sin tantos, terminaron en penales, con las sorpresivas eliminaciones de dos de los mejores conjuntos de una Copa América muy igualada, Uruguay y Colombia.

Cuando la paridad entre los equipos es tan grande, los resultados pueden ser inesperados, como viene ocurriendo en esta edición de la Copa América de Brasil. De hecho, el local, amplio favorito al título y con un grupo inicial muy accesible (le tocó enfrentar a Bolivia, Perú y Venezuela), no pudo pasar del empate sin goles al terminar el primer tiempo en tres de los cuatro partidos que jugó hasta ahora, y ante su público. Ante Paraguay, en cuartos, le pasó lo mismo y debió pasar en la angustiosa tanda de penales.

Tal vez esto explique las dificultades que todos los equipos tienen para llegar al arco rival. Brasil es el equipo que más pases hizo, pero sin Neymar (lesionado) y sin Marcelo (no convocado), el talento para dar aquel pase filtrado que haga definir los partidos, cuesta encontrarlo.

Es cierto que Brasil tiene muy buenos jugadores en todos los puestos, pero el problema reside en quién se hace cargo de llevar el peso del juego. Para Philippe Coutinho esto por ahora parece demasiada exigencia, y termina ocurriendo que los defensores se adelantan mucho (no tienen muchos delanteros para marcar porque todos se le colocan muy atrás para aguantar el cero), y resultan ser decisivos Dani Alves por la derecha o Willian desbordando por un costado o Everton por el otro.

El otro problema de Brasil es que sus dos centrodelanteros, Roberto Firmino y Gabriel Jesús, no han estado finos en las definiciones, mientras que la defensa es una incógnita: no tiene goles en contra pero tampoco nadie la exigió hasta ahora, y acaso la gran prueba va a ser el próximo martes en el estadio Mineirao (donde Alemania le ganó 7-1 en el Mundial 2014) cuando enfrente a la Argentina con Lionel Messi, Sergio Agüero y Lautaro Martínez.

Argentina llega al partido ante Brasil sabiendo que no es favorita, que el local está obligado a ganar en tu propia Copa y eso operará para que vaya perdiendo aquella presión inicial de tener que pasar la fase de grupos y ya se notó ante Venezuela en cuartos en Río de Janeiro, cuando se impuso bien 2-0.

Hay una frase que se usa mucho en la Argentina que es muy aplicable en este caso. Dice que a veces los melones (fruta de gran tamaño, algo ovalada) se suelen acomodar con el movimiento de los camiones. Algo así como que las cosas se acomodan solas, a veces, con el paso del tiempo. Y esto es lo que le ocurrió al equipo albiceleste: comenzó a la deriva, perdiendo muy mal ante Colombia, con un esquema 4-4-2 que no le funcionó, y entonces su inexperto entrenador Lionel Scaloni decidió reforzar la marca en el mediocampo quitando a Giovani Lo Celso para incorporar en las bandas a Rodrigo De Paul (derecha) y Marcos Acuña (izquierda). Quitó a Ángel Di María, completamente aislado en el extremo, para colocar a un jugador ágil, dinámico y técnico como Lautaro Martínez al lado de Sergio Agüero y por delante de Lionel Messi, para un 4-3-1-2 mucho mejor.

Lo extraño de Argentina es que Messi casi que no ha jugado en ninguno de los cuatro partidos. La explicación la ensayó el propio jugador del Barcelona, aduciendo que el césped está siempre en mal estado y la pelota pica mal, pero dijo también que se sintió respaldado por el conjunto, algo poco usual en la selección argentina.

En los otros dos partidos de cuartos hubo sorpresas. Un poco menor en el Colombia-Chile de San Pablo porque se trataba de un partido parejo. Chile, con el colombiano Reinaldo Rueda de entrenador, viene recuperando a jugadores que estaban en muy bajo nivel, como Gary Medel o Alexis Sánchez, y la llegada de Gabriel Arias al arco en lugar de Claudio Bravo parece un acierto. El bicampeón de América actual parece ir recuperando la memoria y venció por penales a una Colombia, que con la dirección técnica del portugués Carlos Queiroz juega unos metros más adelantada que antes y conserva su estilo técnico y su fino toque.

Chile fue siempre superior, e incluso convirtió dos goles que a mi criterio fueron mal anulados por el VAR y tuvo que definirse por penales.

En el último partido llegó la sorpresa mayor. Perú había caído 5-0 ante Brasil, se clasificó como uno de los dos mejores terceros de grupo porque tuvo la suerte de que Japón y Ecuador empataron, pero el partido ante Uruguay en Salvador fue muy parejo, no se sacaron grandes ventajas y luego pudo pasar a semifinales (por tercera vez en las últimas cuatro ediciones de la Copa) y ahora enfrentará en San Pablo a Chile que aparece como gran candidato a jugar la tercera final consecutiva.

Uruguay, el equipo más sólido, con más tiempo de trabajo en una continuidad envidiable, no pudo superar en cuartos el escollo peruano, pagó caro el haber fallado varios goles (más tres anulados, esta vez bien, por el VAR) y luego, extrañamente, Luis Suárez perdió el único penal que no fue gol de toda la definición, y así quedó eliminado cuando muchos habíamos aventurado que la final de la Copa sería Brasil-Uruguay. Pero ya no habrá otro “Maracanazo”. Al menos, no esta vez.


sábado, 29 de junio de 2019

La selección argentina, ante su gran compromiso




                                               Desde Río de Janeiro


Se acabaron las especulaciones. El martes, en el Mineirao, conoceremos con precisión, más allá del resultado, dónde está parada la selección argentina en este momento, en el concierto del fútbol mundial, ya no sólo sudamericano. Se enfrentarán por la semifinal de la Copa América, en un hermoso clima de clásico, dos equipos con una rica y larga historia, en el partido más importante del mundo de representativos nacionales.

Por estos días, la gran mayoría de la prensa brasileña y sus comentaristas ex futbolistas, han reiterado que por el tipo de juego, no hay equipo que le convenga más a esta selección brasileña que la argentina, algo que habrá que ver en el verde (y aparentemente descompensado) césped, pero puede que tengan razón.

Por el momento, tanto Argentina como Brasil son dos signos de pregunta, aunque el tamaño del de los albicelestes es mucho mayor. En todo caso, las dudas de Brasil se remontan a dos o tres aspectos, que vamos a señalar: 1) Si una defensa que no recibió goles hasta ahora en el torneo es porque es eficiente o si es porque no ha sido exigida ante rivales muy débiles con muy poca capacidad ofensiva, lo cual permitió también adelantar a sus dos laterales (especialmente a Daniel Alves) a voluntad. 2) Si Philippe  Coutinho se hará cargo, definitivamente, del equipo o si seguirá sin un claro conductor al no poder contar con Neymar, 3) Si podrá filtrar más pases a sus definidores, erráticos por ahora en el torneo, ante una defensa más sólida, recordando que hasta ahora, de los cuatro partidos jugados en la Copa, y ante rivales que le acomodaron por ser local, sólo en un partido pudo irse en ventaja al terminar el primer tiempo.

Este Brasil es un equipo correcto, que administra bien la pelota, que se equivoca poco en los pases (en la primera ronda, fue el que más pases dio, 1911, seguido de Argentina con 1447), pero que cuando llega a tres cuartos (siempre hasta ahora con escasa resistencia hasta allí) no pudo resolver mucho ante defensas muy valladas.

Por el lado argentino, ocurrió lo que suele decir el recordado refrán: en el andar de los camiones se acomodan los melones. Se trata de un equipo anárquico, que cambia permanentemente de ejecutantes porque también su entrenador, Lionel Scaloni, va aprendiendo sobre la marcha ante rivales que tienen doctorados terminados, y así es que a veces acierta, otras pifia, y por lo general no acierta los cambios sea porque no lee bien los partidos, porque tiene miedo de perder lo obtenido, por respetar los galones de algunos jugadores, o por un mix de algunas o todas estas variables juntas.

Este equipo argentino es raro. Comenzó con un 4-4-2 pero con la característica de que los dos volantes centrales (Gio Lo Celso y Leandro Paredes) no sienten la marca, y entonces le comenzó a ocurrir aquello mismo del Real Madrid post-Vicente Del Bosque (salvando las distancias) cuando al presidente Florentino Pérez se le ocurrió que había que vender a Claude Makelele porque no tenía buen aspecto para vender muchas camisetas. Los blancos se quedaron sin un “cinco” de marca y todos pasaban por el medio como Juan por su casa y recién en tres cuartos salían los defensores, sin un tapón adelante.

Recién en los últimos partidos de la Copa reaccionó Scaloni colocando entonces a dos colaboradores como Marcos Acuña y Rodrigo de Paul para romper el doble cinco y agregar músculo en la medular, en tanto que el triángulo final, con Lionel Messi, Lautaro Martínez y Sergio Agüero aparecía como inamovible, luego de un inicio errático, con un Ángel Di María aislado y sin aporte.

También hubo intentos de corrección atrás, parte con éxito y parte en duda. Scaloni probó con tres centrales distintos, con tres laterales derechos, pero éste último lugar no termina de convencer, en cambio la dupla de los dos zagueros se fue aceitando hasta completar un buen partido ante Venezuela, siempre bien respaldados por un sólido Franco Armani, al que le corregiríamos los saques con los pies (la pelota va muy arriba y no hay gente alta, mejor de cachetada y apelando a la velocidad de los delanteros).

La incógnita final es Messi. No parece un problema anímico pero no se halla. No gambetea en el uno contra uno, no siempre pasa bien, y parece incómodo en el torneo. Una pena, cuando por fin tiene dos referentes de peso adelante. Contra Venezuela estaba para salir, pero si no lo hizo, es porque es Messi y se espera de él cualquier cosa en cualquier momento.

¿Alcanza para ganarle a Brasil en el Mineirao ante su público el martes? Difícil decirlo. Todo indica que se debe mantener el once que jugó el viernes ante Venezuela en el Maracaná, y acaso el puesto de lateral derecho debería ser para el único “cuatro” puro del plantel, Renzo Saravia, aunque haya comenzado mal.

La clave está en no permitir que Brasil haga su juego. Los centrales son claves para que no se filtren pases, Acuña, para contener a Alves, y el resto, es cuestión de jugar y no agitar fantasmas. Si en su momento se le pudo ganar más de una vez a los equipos de Pelé, esto es menos que aquello, pero hay que jugar, sin miedo, y tratando de reencontrar ese estilo que hizo que el fútbol argentino fuera tan respetado y temido. 

Acaso sea el principio para poder pensar en llegar a la final y apelar a la grandeza.


viernes, 28 de junio de 2019

Uruguay por solidez, Brasil por localía y Colombia por juego, los mejores equipos de la fase de grupos de la Copa América (Interia)



                                                  Desde Río de Janeiro



Las selecciones de Brasil, Uruguay y Colombia se destacan claramente como las tres mejores tras haber terminado la fase de grupos de la Copa América, y cuando ya se inician los cuartos de final tras dos días de descanso.

En los distintos canales de televisión y los principales diarios brasileños, la pregunta que circula es cuál es el equipo más complicado para la selección local en lo que queda del torneo, en el que aparece como clara favorita. Nunca Brasil perdió un título sudamericano jugando en casa, y ahora aparece como ocho goles a favor y ninguno en contra en sus tres partidos iniciales, claro que sus rivales fueron dos de los más flojos equipos, como Bolivia (3-0) y Perú (5-0 y un penal errado sobre la hora por Gabriel Jesús).

El conjunto de Tité gana, no le hacen goles, pero no logra convencer a su público. Su juego no es espectacular, perdió cierta capacidad de magia y creatividad al quedar fuera Neymar, por lesión, y ahora mucho pasa por los pies de Philippe Coutinho, quien no viene de una gran temporada en el Barcelona pero aquí se encuentra ante la chance de redimirse.

De todos modos, que Venezuela le haya arañado un empate ante su público (más allá de los dos goles anulados por el VAR, de los que al menos uno creemos que fue válido), implica que el equipo brasileño no termina de ajustarse y no atrae al público, que reclama más jugadores de la liga local, como el extremo Everton, del Gremio, que fue determinante cuando entró.

Brasil recibe hoy  en Porto Alegre a Paraguay, que apenas si se clasificó lastimosamente con dos puntos como uno de los dos mejores terceros de grupo, porque se favoreció del empate entre Japón (una de las dos selecciones invitadas al torneo) y Ecuador (uno de los grandes fracasos, eliminada en primera rueda).

Lo de Paraguay, dirigido por el argentino Eduardo Berizzo, pasa todo por el juego aéreo, la fortaleza física de sus volantes y la entrega de sus defensores, pero especialmente por las actuaciones de su gran arquero Roberto “Gatito” Fernández, por lo que no habría de extrañarse que busque afanosamente un empate a cero para llegar a los penaltis.

Mañana viernes habrá dos partidos, primero en le Argentina ante Venezuela en el Maracaná. Hasta hace dos años, no habría siquiera necesidad de pronóstico entre una selección con 14 títulos sudamericanos y otra que jamás tuvo protagonismo, y cuando además, Lionel Messi juega para los albicelestes.

Pero las cosas han cambiado. Venezuela tuvo continuidad en el trabajo de su entrenador Rafael Dudamel, llegó a ser finalista del pasado Mundial sub-20 e incorporó algunos de esos jugadores a la selección absoluta, y Argentina es un mar de dudas, con permanentes cambios de esquema, un mix de generaciones (sólo quedan Messi, Agüero, Di María y Otamendi de la anterior) y su entrenador, Lionel Scaloni, nunca antes había dirigido siquiera a un equipo.

La selección argentina comenzó perdiendo muy mal ante Colombia, luego estuvo a punto de caer ante Paraguay (la salvó el VAR con un penal que si fue, no lo había notado nadie antes) y se clasificó por un triunfo final ante la débil y poco rebelde Qatar.

Más tarde, también mañana, se enfrentarán, en el que creo que es el mejor partido de estos cuartos de final, por el nivel de paridad, Colombia y Chile en el Arena Corinthians de San Pablo.

Colombia es, hasta ahora, no sólo el equipo que mejor jugó en el torneo, sino también el único que se impuso en sus tres partidos. Carlos Queiroz, el entrenador portugués, la hace jugar con el mismo estilo atildado del argentino José Pekerman, pero unos cuantos metros más adelante, más cerca del arco rival, y eso le dio mayor poder ofensivo, pero además, cuenta con un nuevo recurso en el caso de ponerse en ventaja: el contragolpe, para lo cual cuenta con la potencia de Roger Martínez y de Duván Zapata, temible goleador en la Serie A italiana.

Chile es un equipo raro. Bicampeón actual de Sudamérica, no se clasificó al Mundial de Rusia por problemas internos. Asumió como entrenador el colombiano Reinaldo Rueda y fue recuperando futbolística y anímicamente a sus jugadores clave como Arturo Vidal, Gary Medel y principalmente Alexis Sánchez, de mala temporada en el Manchester United.

Este Chile se parece mucho a los equipos que fueron campeones hace tres y cuatro años, aunque perdió ante Uruguay en el último partido de su grupo y ahora se complicó al tener que eliminarse ante Colombia.

Por último, Uruguay es claro favorito ante Perú, el sábado en Salvador. Uruguay es, por lejos, el equipo más regular del continente. Su entrenador, Oscar Tabárez, lleva muchos años al frente de un equipo que no tendrá tanto talento pero sí dos temibles goleadores (Edinson Cavani y Luis Suárez), la mejor zaga central (Diego Godín y José María Giménez), y un mediocampo renovado y con muchas variantes, aunque se destaca principalmente por su solidez en conjunto.

Perú, en cambio, es un equipo con jugadores con habilidad, pero llama la atención que el entrenador argentino Ricardo Gareca, que logró clasificarlo para el Mundial de Rusia, no haya podido encontrar una fórmula en el torneo y cayó duramente ante Brasil por 5-0 y pudo ser peor.

Contra Uruguay tiene la posibilidad de reivindicarse pero tiene que tener cuidado con los dos delanteros celestes, de enorme categoría.

miércoles, 26 de junio de 2019

La verdadera historia del falso doping de Maradona 25 años después





No me lo contaron. Lo viví allí, en los Estados Unidos, in situ. Antes de comenzar la cobertura del que fuera mi tercer Mundial, en 1994, habíamos estado con algunos colegas en el gran espectáculo del Stardust, en Los Ángeles, en el sorteo de diciembre de 1993, y a la salida, nos encontramos con varios dirigentes del fútbol argentino, alguno de ellos, incluso, al que respetábamos mucho, ya fallecido, y que tiene un hijo que sigue su trayectoria.

Esos dirigentes nos habían dado sus tarjetas personales (en esa época ni asomaba el whatsapp) “para lo que necesiten”, pero meses después, ya en el Mundial y con el caso de doping consumado, no atendieron jamás el teléfono y brillaron por su ausencia, pese a que algunos se alojaban en nuestros mismos hoteles.

La historia del falso doping (porque fue falso, no hubo doping) de Maradona en el Mundial de 1994 es una historia que, con el paso de un cuarto de siglo, podríamos describir como de descuido y de traición.

Descuido, porque pocas veces vimos a Diego Maradona realizar la titánica tarea de preparación física para adecuar su cuerpo a la máxima competencia, luego de meses de estar parado, como aquella vez. Y en mucho había tenido que ver el doctor Daniel Lentini, uno de los mejores deportólogos de la Argentina, también traicionado un año después en un caso poco analizado, el de otro falso doping en un Platense-Gimnasia en una maniobra para sacarlo del control antidoping del CENARD ante la cercanía de los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995. Pero esa es otra historia.

Volvamos a los primeros meses de 1994, cuando se acercaba el Mundial de los Estados Unidos, y ya la selección argentina se había clasificado en un repechaje ante Australia tras el 0-5 de setiembre de 1993 ante Colombia en el Monumental en el que no estuvo Maradona, enfrentado en ese momento a Alfio Basile, el DT de la selección argentina (“El Coco se emborrachó con dos Copas América”, llegó a decir el “diez”, que prefería cruzar el Río de la Plata para ir a ver al Uruguay de su amigo Carlos “Patito” Aguilera).

Oh casualidad, como la FIFA necesitaba de la participación de la selección argentina en el Mundial para vender boletos, porque el público no era el de ahora, la figura de Maradona era clave y entonces no sólo no hubo control antidoping en el partido de ida ante Australia en Sydney (1-1) sino que ya un año antes, en una medida insólita, la FIFA había obligado al Nápoli a sentarse en una mesa con el Sevilla para que escuchara una oferta por el “diez” cuando jamás se puede obligar a un club a negociar, y el Sevilla no reunía ni siquiera los avales mínimos bancarios para la operación (esto nos fue ratificado días pasados en Barcelona por el propio José María Minguella, el empresario que participó en ese pase). Todo, para que Maradona estuviera contento y activo para el Mundial 1994.

La cuestión es que todos fuimos testigos de la preparación de Maradona en el CENARD con el doctor Lentini. Estaba hecho un violín y sin casualidades. Se había “matado” en el gimnasio, y el doctor le agregó una sustancia llamada Ripped Fast, para ayudar con los tiempos, y que no tenía nada de doping.

El problema comenzó cuando tras el Mundial de Italia 1990, un gran médico (un señor, además) como el doctor Raúl Madero, dejó la selección argentina para irse al departamento médico de la FIFA, y entonces su segundo, Ernesto Ugalde, pasó al primer lugar y como segundo fue convocado el doctor y ex arquero, Roberto Peidró, de la Fundación Favaloro.

Cuando acabó la excelente preparación de Maradona y hubo que viajar al Mundial, en vez de proponerle a Lentini que siguiera con Maradona para asegurarse el mejor rendimiento del “diez” en el Mundial, el entonces sempiterno presidente de la AFA, Julio Grondona, consideró que no hacía falta y que con Ugalde y Peidró, la delegación estaría medicamente cubierta.

¿Qué hubiera pasado si Grondona le hubiese preguntado a Lentini cuánto es el lucro cesante suyo en caso de tener que viajar al Mundial? ¿No habría sido una buena inversión tener a Maradona bien cuidado por el mismo médico que había logrado con él una excelente puesta a punto?

No fue así y comenzó a ocurrir que como Ugalde no era un hombre muy ligado al fútbol y tampoco conectó mucho con Maradona, éste no tuvo un control adecuado. Rodeado del físico-culturista Daniel Cerrini, la cosa se iba complicando. Ugalde no ingresaba en su habitación (Peidró sí, pero era el número dos), y de repente, pasando varios días, Maradona se quedó sin el Ripped Fast y lo mandó a comprar. Resultó que en los Estados Unidos, la sustancia se llama Ripped Fuel. Le dijeron a los del círculo de Maradona que “es lo mismo, acá se llama así” y en parte es verdad, porque en deportes como el basquetbol es de venta libre, pero la única diferencia es que el Riupped Fuel…contiene efedrina, cinco componentes de efedrina.

Eso fue lo que ocurrió, que no hubo control y que Maradona, entonces, dio doping de efedrina, lo cual en una situación como esa, acaso conllevaba una sanción por un partido, no más que eso. Pero era el Mundial 1994, el último del brasileño Joao Havelange como presidente, y la selección argentina había comenzado el torneo metiendo miedo y con un juego que daba para pensar en que llegaría muy lejos.

Pero no terminó allí la historia. Cuando Grondona alertó a la dirigencia argentina y al cuerpo técnico lo que estaba sucediendo, hubo que acudir rápidamente a la contraprueba en el laboratorio de Los Angeles. Se decidió entobxes que fueran cuatro personas, el abogado de la AFA, Santiago Agricol de Bianchetti, el vicepresidente de River, David Pintado, el abogado que formaba parte del equipo de agentes de Maradona, Daniel “Ojitos” Bolotnicoff, y el doctor Peidró )(lógico, porque Ugalde se quedó con el equipo, que al día siguiente debía jugar en Dallas por la última fecha de la fase de grupos ante Bulgaria).

En el avión, los miembros de la delegación pensaron en un plan, muy cansados, para alegar en el caso de que diera positiva la contraprueba. La idea era ir a descansar al hotel y al otro día, a la mañana, tener un plan preparado, pero al llegar al aeropuerto fueron sorprendidos con gente con carteles de la FIFA que ya los esperaron para conducirlos a la contraprueba, sin descansar.

Se decidió que entonces ingresaran Peidró y Bolotnicoff, muy nerviosos, y se leyó el protocolo. Pasarían primero el Frasco A y luego el B. Cuando llegó el segundo, para su sorpresa, Peidró constató que estaba semiabierto e inmediatamente dijo que el procedimiento era ilegal en esas condiciones y propuso, con inteligencia, una tregua de un día. Eso ayudaría a la selección argentina a jugar ante Bulgaria con Maradona, pero los miembros de la comisión, atónitos, resolvieron dar una sola hora. “Los cagamos, los cagamos”, codeó Bolotnicoff a Peidró, eufórico.

A la salida para el receso, ambos contaron lo ocurrido a Pintado y De Bianchetti, y decidieron, lógicamente, contarle los detalles a Grondona, a quien llamaron. Pero para sorpresa de todos, Pintado tomó la manija, se alejó, Peidró le pedía el teléfono para detallarle al presidente de la AFA las consecuencias de lo ocurrido, pero no le dejaron intervenir.

Al regreso del receso, ingresaron Peidró y Pintado, y éste, ante la mirada incrédula del doctor, dijo que la propuesta era seguir con el caso, y así se iba a castigar a Maradona pero Grondona decidió retirarlo del plantel. Peidró, entonces, pidió firmar el acta en disidencia y esa hoja, luego, fue arrancada del expediente, vaya a saberse por quién.
Al regreso con la delegación, Peidró tenía una bronca negra. Se sentía traicionado. En el hotel de la selección argentina, en un momento, se abrió la puerta del ascensor. Grondona estaba adentro. El doctor, prácticamente se le abalanzó: “Julio, usted y yo tenemos que hablar”, pero la puerta se cerró entre ellos, y no lo volvió a ver. Al regresar a la Argentina, Peidró prefirió volver a la Fundación Favaloro.

Nosotros presenciamos el partido ante Bulgaria en Dallas, en el que los jugadores argentinos salieron sin dormir ni comer, en muchos casos, con caras demacradas, y encima perdieron 2-0 en el último minuto, y eso los obligaba a ir a Los Angeles a jugar octavos de final tres días después, cuando con un empate, un triunfo y hasta una derrota por un gol, les permitía regresar a Boston, donde quedaban casi todas sus pertenencias.

En la caótica conferencia de prensa tras el partido, y mientras nos anunciaban que al mismo tiempo Maradona convocaba a una conferencia de prensa en otro hotel, alcanzamos a preguntar a Basile, al “Panadero” Rubén Díaz y a Reinaldo Merlo, qué iban a hacer con toda la ropa que quedó en Boston al tener que rumbear ahora a Los Angeles y de manera inmediata. Se miraron y Basile respondió “No sé”.

Con un colega suizo  motorizado, nos fuimos a toda velocidad al hotel en el que hablaba Maradona, a minutos de aquello de que “me cortaron las piernas”. Todo era desazón y horas más tarde, con el querido amigo de Río Cuarto, Jorge Cárdenas, pudimos divisar a lo lejos, en un puente, abatidos, a muchos jugadores argentinos, que iban y venían. Nos subimos. Le preguntamos a José Basualdo cómo veía el partido ante Rumania, y la respuesta fue “no sé ni me interesa, sólo quiero volver a casa”.

Todo era una locura. Acudimos a la conferencia de prensa convocada por Havelange y el presidente del Comité Médico de la FIFA, el doctor belga Michael D’Hooghe, quien habló de un doping “por haberse consumido un cóctel de sustancias”, una canallada. La misma FIFA que quiso primero contentar a Maradona con el pase al Sevilla o sin antidoping ante Australia, ahora lo desechaba porque el pescado ya estaba todo vendido y su presencia era un peligro para los intereses deportivos de la dirigencia, con la complicidad de la AFA.

A nuestro lado, en la quinta fila, el colega Alfredo Leuco nos miraba atónito. Al regreso a Buenos Aires, en el CENARD, Lentini demostraría, con voluntarios, que las cinco sustancias que argumentaba D’Hooghe, estaban todas en el mismo medicamento. Eran todos derivados de la efedrina, que simplemente, estaba dentro del Ripped Fuel, pero marche preso.

Al regreso al centro de prensa, escribiendo a toda velocidad, se nos acercó el entonces colega de la revista “Sólo Fútbol”, Sergio Castillo con la “Buena nueva”. “Contra Rumania nos tocó Pïerluiggi Pairetto. Estamos fritos. Nos volvemos a casa”. La venganza final de Italia 90 estaba servida.

No me lo contaron. Lo viví, y todo lo que aquí se cuenta pueden leerlo, desde hace 23 años, en el libro “Maradona, rebelde con causa”, que ya tiene ocho ediciones.




Los dilemas argentinos en Brasil, ante un rival que ya no es la Cenicienta (Jornada)




                                                     Desde Río de Janeiro



Ya no es la Cenicienta de los torneos sudamericanos, Se acabó aquella etapa que llegó hasta los años Noventa, cuando el fútbol venezolano recién comenzaba y estaba condenado al último lugar de la tabla en cada campeonato sudamericano. Ya es impensable que, como en 1975, una selección de Santa Fe (sólo reforzada con Osvaldo Ardiles, de Instituto de Córdoba) le gane 11-0. Hoy, ni la mayor puede generar muchísimo menos que eso.

La selección argentina sabe, a su llegada al Hotel Barra, en la punta final de la alta zona de Barra, a diez kilómetros a pie por la costa llegando en metro a la última estación, Jardín Oceánico, que el viernes no lo tendrá fácil porque el rival, la “Vinotinto”, ha crecido mucho, y porque tampoco los albicelestes, aún con Lionel Messi en el equipo, están para tirar manteca al techo con su rendimiento.

Tras el primer entrenamiento en el calor húmedo del día en esta zona carioca (de noche refresca bastante y cambia todo bruscamente), en Fluminense, Lionel Scaloni va estudiando si será necesario hacer cambios y cuáles de ellos, aunque a esta altura ya debería tomar nota de que este equipo tiene problemas tácticos, estructurales, y de conceptos, que no parece que se puedan corregir en tan poco tiempo.

Lo que es claro, es que Venezuela no parece estar dispuesta a perdonarle a la selección argentina (ya se pudo comprobar en los últimos partidos que jugaron) que no marque bien, que no anteponga alguna resistencia en el medio, o que sus delanteros no definan.
Venezuela, ahora, con Rafael Dudamel, ya creció demasiado. Puede molestar mucho arriba con un potente Salomón Rondón, de gran oficio en el ataque luego de años de la Premier League, o también puede crear mucho desde la usina en el medio que es Tomás Rincón.

Scaloni deberá trabajar mucho en lo defensivo y entender que el problema comienza en el medio, no atrás. Porque cuando el rival llega al medio con pelota dominada, nadie del equipo argentino sale en la marca al menos para ordenar al equipo atrás. No hay ya un Javier Mascherano o Lucas Biglia (no sus últimas versiones sino aquella, por ejemplo, de Brasil 2014) para marcar y no dejar que el rival se proyecte con pelota dominada hasta tres cuartos donde recién allí la línea de cuatro (tantas veces alterada por jugadores que entran y salen) piensa en cómo parar la ofensiva pero acaba en un tembladeral. No coordina para achicar, no marca bien en los centros ni por arriba ni por abajo, y ni sabe armar una barrera en los tiros libres.

Por todo eso, Franco Armani se convirtió en figura, atajando un penal ante Paraguay y sacando varias ante una débil Qatar, que casi no atinó a atacar.

En cambio, en el ataque, Scaloni encontró una lucecita de esperanza. Establecidos Sergio Agüero y Lautaro Martínez por delante de Messi, las dudas pasan por cómo ayudar a Giovani Lo Celso y a Leandro Paredes a contener a los venezolanos sin un “cinco” puro y desde Rodrigo De Paul o Marcos Acuña, y también, cómo mejorar el circuito entre Messi y los dos atacantes, pero al menos, ya es claro que aquella idea de un 4-4-2, va muriendo ante la posibilidad de Messi flotando entre los dos delanteros.
Así es que como consejo de este enviado especial, los jugadores argentinos deben mirar los programas de TV locales con el rabillo de un ojo, y leer los diarios con cuidado. Eso de ser “amplios favoritos” ante esta Venezuela, está por verse, y menos que menos, eso de que hoy es “el rival más molesto de Brasil en esta Copa”.

Lo ideal es concentrarse en lo que viene, trabajar, y tener la consciencia de las enormes limitaciones tácticas y estratégicas, a la espera, sea cual fuere el resultado en Brasil, de regresar del torneo y que, por fin, esta AFA convoque a un entrenador a la altura de lo que merece la rica historia de la selección argentina, tan manchada por tantos disparates como los que vemos en estas tierras cariocas.

martes, 25 de junio de 2019

24 de junio en Brasil




                                                    Desde Río de Janeiro



Quiere el tiempo, caprichoso, que un 24 de junio me encuentre en Brasil, en Río de Janeiro, para recordar lo que ocurrió hace ya 41 años pero en Buenos Aires y alrededor de una selección brasileña, por cierto, muy distinta a la actual.

El Mundial 1978 llegó a nuestros quince años, con toda la efervescencia que implica semejante acontecimiento a la edad en la que descubrimos cómo la pasión por el fútbol es tan grande, que hasta hacía tiempo que nos había despertado la vocación periodística.

El Mundial, en el que sospechábamos que algo extraño ocurría por el sinsentido de abuelas subidas a los camiones para festejar los triunfos de la selección argentina aunque en esos días el silencio era “salud” y usar barba o pelo largo era delictivo, y ni hablar de pensar algo distinto a la corriente (mejor escrito, de pensar), ya tocaba a su fin. Era sábado a la mañana y acompañaría a mi padre a visitar, en la zona de la Manzana de las Luces (tan común para quien esto escribe que cursaba por allí el tercer año del Colegio Nacional de Buenos Aires), al odontólogo brasileño Álvaro Badra.

No tenía el gusto de conocerlo, pero mi familia sabía muy bien de quién se trataba. Mi hermana había nacido con una malformación arterial, llamada Tetralogía de Falot, y por aquellos tiempos (mediados de los años sesenta), la única garantía de éxito era operarla en Brasil, en San Pablo, y por el equipo de Jesús Zerbini (ya fallecido).

Era una operación de corazón, con riesgos, y hacia allí habían ido mis padres, con mi hermana, a aquella cruzada luego de años de trabajo para juntar el dinero, en diciembre de 1970. Y fue allí donde encontraron tanta solidaridad de Badra y su familia, de origen sirio-libanés. De hecho, se alojaron todos en su residencia, que se llamaba “Joelma Regencia” y quedó el agradecimiento eterno a aquellas bellas personas que tanto ayudaron.

Lo cierto es que aquel 24 de junio de 1978, Badra estaba de visita en Buenos Aires y hacia su hotel nos encaminamos, en Diagonal Sur, a metros de la Manzana de las Luces cuando para mi sorpresa, también allí se alojaba la selección brasileña de Claudio Coutinho, que esa misma tarde, en el Monumental, debía enfrentar a Italia por el tercer puesto.


El recuerdo, ya lejano, nos retrotrae a aquellos instantes en los que descubrimos que por nuestro costado pasaban un joven Zico, Roberto Rivelino, Dirzeu, Gil y tantas estrellas de aquellos tiempos, y entonces corrimos a comprar algún objeto que fuera la base de una colección de valiosos autógrafos.

Desconocemos dónde y cómo apareció en nuestras manos un plato con las banderas de todos los participantes en el Mundial, que desde aquel día reúne las firmas de todos aquellos jugadores, que suponemos que se habrán ido diluyendo.

Permítannos la licencia de que, siendo argentinos, de ninguna manera podamos tener algún sentimiento contra Brasil, acaso atravesados por situaciones estrictamente personales, pero la simpatía siempre vence a circunstancias como por ejemplo lo que sostiene el columnista de Folha de Sao Paulo Sergio Rodríguez, que el actual fútbol de este país al que volvimos una vez más “es una metáfora de la vida actual” y que este equipo que compite como local en el torneo sudamericano (con dos invitados asiáticos como Japón y Qatar) “está vestido de manifestante pro Bolsonaro cinco años después de haber sufrido el mayor vejamen de la historia de los Mundiales ante Alemania, el día del 7-1 en Belo Horizonte).

Rodríguez sostiene que el principal jugador de Brasil, Neymar, que “puede (¿podía?) llamarse genial, está fuera de la Copa América, víctima de golpes en el cuerpo, en el alma, en su imagen pública” y traza paralelos con este momento de “tristeza popular”, como nos dijo un taxista en una interesante charla desde el aeropuerto de Belo Horizonte hasta nuestro hotel.

Este Brasil está mucho más triste y caído que hace cinco o seis años, cuando lo visitamos en nuestras últimas dos veces para la Copa Confederaciones (2013) y el Mundial (2014).  Mucha gente durmiendo en las calles, sin nuevas estaciones de metro, que, además, es muy confuso (en la misma estación, de una entrada se puede sacar boletos de un viaje con tarjeta, del otro lado, no y sólo en efectivo, el turista no sabe qué fila hacer), para todo hay que registrarse (“cadastrarse”). Para poder utilizar un chip telefónico, hay que colocar el CPF (número fiscal brasileño), y lo mismo para viajar en buses de larga distancia o para alquilar un departamento o habitación en Airbnb.

La buroracia es infinita. Decenas de sellos y de maniobras en la PC para cualquier trámite, mientras desde París, el genial Chico Buarque de Hollanda le aclara a OGlobo que para escribir su próximo libro prefirió cruzar el océano para poder concentrarse pero que “no es comparable” Bolsonaro con la dictadura militar “porque no le gustan los intelectuales pero no los persigue, aunque ahora hay otros colectivos que sufren, como las mujeres o los homosexuales”.

Folha de Sao Paulo nos cuenta que después de cuatro años, Brasil no logra llegar a la meta de alfabetización y que si en 2016 era del 7,2 por ciento y en 2017, del 6,9, en 2018 era apenas inferior, de un 6,8, en tanto que en la zona de Maricá, en Río de Janeiro, era asesinado a tiros el periodista Romario Barros, de 31 años, creador del sitio “Lei Seca”. Barros es el segundo periodista en la ciudad en menos de treinta días porque el 25 de mayo habían matado a Robson Giorno, de 45 años, dueño del Jornal Maricá, cerca de su casa.

Mientras tanto, la quiebra de la empresa Avianca fue generando que ante la crisis económica, muchísimos brasileños se volcaran a los autobuses para recorrer el país, y por lo tanto, las compañías tuvieron que abrir otros recorridos y mayores frecuencias y hasta fueron mejorando sus servicios.

Y mientras todos los bares y restaurantes emiten fútbol y novelas sin parar, no logran contagiar demasiado a los torcedores locales, que miran con desconfianza a la Copa América y no están para muchos chistes. El columnista de “O Globo” Martín Fernández, en un gran artículo llamado “El elitismo torpe de la Copa América”, cuenta sobre la oportunidad perdida por la CBF y por el fútbol brasileño con este torneo de estadios vacíos y desinterés por una selección nacional con jugadores en su mayoría “europeos” en la que quedan pocos resquicios para filtrar a un Everton, que a la larga es el que salva los partidos.

Con 120 reales de precio mínimo para las entradas de la fase de grupos, en el Brasil-Bolivia llegaron a costar entre 190 y 590 reales y como bien compara Fernández en su columna, en la Eurocopa 2016 (es decir, el certamen continental de selecciones europeas), en Francia, una entrada costaba 25 euros (108 reales).

En el partido entre Paraguay y Qatar, por el grupo B en el que participó Argentina, hubo un 44 por ciento de entradas de cortesía para tratar de mostrar más público del que iba a haber en un Maracaná completamente vacío (8.428 entradas de favor, sobre 19.071 asistentes totales).

¿Cómo no entender al talentoso humorista Luis Fernando Verissimo cuando en “O Estado de Sao Paulo”, en su columna, tras ver a Brasil ante Venezuela se puso a recordar al gran Nelson Rodrígues cuando describía a Didí como “el príncipe etíope” porque “dominaba el mediocampo como si fuese suyo, con los ojos puestos en el horizonte” porque un pase de Didí “no era apenas un pase de Didí. Un pase de Didí era un regalo, un Huevo de Fabergé (una de las 69 joyas creadas por Carl Fabergé para el zar de Rusia)”.

Nelson Rodrigues es el mismo autor de la maravillosa frase que aparece en las paredes del túnel al campo de juego en el Maracaná acerca de que en el pase “el hombre se convierte en un ser social”.



Si lo sabrá Juan Román Riquelme, un excepcional pasador, quien justo ayer cumplió 41 años y que nació el mismo día en que Brasil jugaba ante Italia por el tercer puesto en el Mundial 78.


domingo, 23 de junio de 2019

Las dos caras de una selección argentina clasificada y nada más (Jornada)




                                            Desde Brasil



Ahora, seguramente, muchos comenzarán a subirse a un carro triunfalista, apenas porque esta gris selección argentina de Lionel Scaloni consiguió la clasificación a los cuartos de final de la Copa América ante una más que tibia Qatar (que ni siquiera puso en la cancha el espíritu de aquella remontada inicial ante Paraguay) pero que deja muchísimas dudas y un puñado de certezas.

El viernes, por ejemplo, espera la selección venezolana en el Maracaná de Río de Janeiro, a la que en pocas horas llegará el equipo albiceleste, y no hay ninguna certeza de que los de Scaloni le vayan a ganar y no se sabe hasta qué punto, que no sea el histórico o que Lionel Messi (quien hoy cumple 32 años) forme parte de sus filas, pero poco más que eso.

Al fin de cuentas, la “Vinotinto” de Rafael Dudamel no sólo está más y mejor trabajada en lo colectivo que la selección argentina, sino que su futuro próximo está mucho más garantizado al irse incorporando jugadores del sub-20 subcampeón mundial en 2018.

La selección argentina, afirmémoslo sin temor, no es, hoy, un equipo. Es, apenas, un conjunto de muy buenas voluntades que deambula por las canchas tratando de dar lo mejor, sin una idea clara, sin un concepto de juego, y en muchas posiciones, sin los ejecutantes justos para cada ocasión.

Un ejemplo de ello es que mientras la selección se entrenaba con miras al partido ante Qatar en Porto Alegre, en Turín era presentado Maurizio Sarri como director técnico de la Juventus y lo primero que manifestó es que el juego de ese equipo debe basarse en sus dos talentos, Cristiano Ronaldo.y Paulo Dybala, quien para Scaloni es sólo un convocado testimonial, es decir, está físicamente, pero no cuenta, y anda siempre en zapatillas consciente de que es difícil que se calce botines por muchos minutos, como si hubiera tanto talento desperdigado que no hiciera falta.

Si hasta Messi, durante buenos pasajes de los partidos, parece perdido, como ido, por no encontrar la fórmula ya no para que haya un juego completamente colectivo sino siquiera poder combinar con su amigo, compañero de cuarto y socio en los Juegos Olímpicos, Mundiales sub-20 y otros torneos, Sergio Agüero. Si Messi no puede acercarse mucho a Agüero, es sólo porque no hay un funcionamiento colectivo que los ampare.

En ese aquelarre en el que la selección argentina no tiene la contundencia necesaria (ante Qatar sus delanteros perdieron demasiadas ocasiones claras), la parte defensiva es tan frágil que preocupa. Al no disponer de un volante de marca, como antes lo eran Javier Mascherano o Lucas Biglia (Scaloni no trajo ni a Ascacibar, ni a Kraneviter ni a Yacob, los tres mejores en esa posición), nadie sale a la marca, y la última línea es demasiado lenta, muchas veces queda en línea y habilita a todos, y falla en el juego aéreo.

Por suerte para Scaloni, y para el equipo, justo cuando la defensa falla tanto y no da la más mínima garantía, apareció en estos dos últimos partidos de Copa el mejor Franco Armani, salvando remates bien colocados, bien ubicado, y por supuesto, atajando ante Derlis González, de Paraguay, un penal decisivo.

La selección argentina no tiene una idea de juego. Sí tiene jugadores de buen pie como Leandro Paredes o Giovani Lo Celso, que no acaban de explotar en parte porque no sienten que haya una estructura atrás y porque todos siguen apocados ante la inmensidad de la figura de Messi, que hasta patea tiros libres de los costados que son más para sus compañeros.

Arriba, Agüero fue una máquina de perderse goles y Lautaro Martínez aparece, junto a Armani, como lo más rescatable de un conjunto que cambia todo el tiempo de nombres porque no encuentra claridad en lo que hay que hacer, aunque enfrente esté Qatar, regale un gol de entrada, y respete demasiado a la camiseta, al punto de entregar tres cuartos de cancha sin disputar la pelota, algo que no parece que vaya a hacer Venezuela el viernes.

¿Hasta dónde puede llegar esta selección argentina? Con esa camiseta, hasta el final, pero las bases para conseguirlo abren un inmenso signo de pregunta. Con este funcionamiento, ¿está Argentina en el nivel de Brasil, Uruguay o Colombia? Lo claro es que no hay ya tiempo para grandes mejoras. Este equipo es lo que es, y sea cual fuere el resultado que venga, lo claro es que al regresar tras la Copa, la AFA debe retomar el timón y comenzar, de verdad, el camino hacia el Mundial 2022 porque ya se perdió un año.

Por todo esto, la selección argentina tiene dos caras en estas horas: la del alivio por haber evitado el escándalo de quedar eliminada de la Copa en la primera fase, pero también la de la preocupación porque de fondo, en cuanto al rendimiento, las cosas no cambiaron demasiado.

Félix Sánchez Bas, el DT que se transformó en ídolo de Catar, lo sacó campeón de Asia y importando las ideas de La Masía del Barcelona




                                                      Desde Brasil





“Es cierto que no nos conocen muy bien en Sudamérica, pero tenemos jugadores súper profesionales y hemos venido a competir, no a sacarnos fotos con Lionel Messi”. La frase, a horas de que la selección que dirige, la de Catar, juegue un partido decisivo ante la argentina de Lionel Scaloni, es, acaso, una muestra del grado de atención y concentración del entrenador catalán Félix Sánchez Bas, que viene realizando una enorme tarea con los juveniles pensando en el Mundial 2022.

Sánchez Bas sabe lo que le espera. “Intentaremos competir contra un gran equipo con el mejor jugador del mundo. Messi puede decidir cualquier partido”, sostiene, y aunque nunca pudo dirigirlo en La Masía, donde se desarrolla el fútbol base y trabajó por diez años, entre 1996 y 2006, siempre afirma que es “el mejor jugador que pasó por el fútbol base del Barcelona al menos mientras yo trabajé allí”.

Sánchez Bas (nacido el 13 de diciembre de 1975) llegó al Fútbol Club Barcelona en 1996 de la mano de Albert Benaigues, coordinador por dos décadas del fútbol base del club, y quien fuera preparador físico tanto de Félix como de su hermano Fran (ex DT del equipo femenino del Barcelona), que comenzaron desde muy pequeños en la escuela Barcelona (nada que ver con el FC Barcelona), y donde conocieron a Sergi Mila (hoy a cargo de la categoría Cadete A del FC Barcelona). “Los tres vivían por y para el fútbol”, recuerda Benaigues.

En el FC Barcelona, Sánchez Bas fue ganando posiciones por su gran trabajo, hasta llegar a dirigir a los Juveniles A. Llegó a dirigir en distintas categorías a jugadores como Martín Montoya, Gerard Deulofeu o Sergi Roberto, hasta que en 2006 lo tentó para trabajar en Doha, en la Academia Aspire, Josep Colomer (director del fútbol base del Barcelona en tiempos del presidente Joan Laporta).

“Los entrenadores, al igual que cada uno de los jugadores, van evolucionando gradualmente. Todos comenzaron desde abajo y fueron consolidando sus aptitudes y su status a base de mucho esfuerzo. Creo que cada partido que se juega, independientemente del torneo o de la categoría, te aporta experiencia. Entrené a futbolistas de todas las edades y he ido adquiriendo experiencias nuevas y variadas en todas las etapas”, reflexionó en una oportunidad.

Marc Muniesa, actual jugador del Girona, recuerda cómo era Sánchez Bas al mando de los juveniles del Barcelona: “A Félix le gustaba mucho el fútbol que impulsamos en el club y lo ponía en acción en cada partido. No importaba el rival o la dificultad del torneo, ya que lo relevante era jugar con la filosofía que nos brindaba en la semana”.
En referencia a su forma de ser, describe que “tenía mucha personalidad. Una medida fue prohibirles a los padres que gritaran en el terreno de juego con la consecuencia de que no podrían volver a ingresare. El fin de esa idea era que nosotros escucháramos a los entrenadores”.

“En esa época teníamos entrenadores con nombre y con mucha fuerza como Félix y Fran –que me dirigieron en mis primeros tres años en el FC Barcelona-, Sergio Lobera (hoy en Goa, India), Rodolfo Borrel (Manchester City), Ignasi Miquel (Getafe) y Cristian Ceballos (Sint Truiden, Bélgica). A Félix le gustaba mucho el fútbol del Barcelona y lo intentaba practicar en cualquier situación”.

Cuando Sánchez Bas llegó a Catar para trabajar en la Academia Aspire, sólo había 800 niños federados y en 2007, sólo 220 de la misma generación trabajando allí con miras al Mundial 2022. El director de Aspire era Roberto Olabe (ex DT de Real Sociedad y Almería) y la metodología de entrenamiento cambió hasta hacerlos entrenar dos veces por día, mañana y tarde, que es mucho más de lo que chicos se entrenan en Europa.

“Sólo La Masía es algo comparable pero con la diferencia es que en Aspire estudian en el mismo centro mientras que los chicos de La Masía deben estudiar en escuelas de fuera de la residencia. Esto nos permite entrenarlos dos veces al día. En La Masía se entrenan una vez porque, además, muchos de los jugadores vienen desde fuera de la ciudad, algo que aquí no ocurre porque la mayoría son de Doha”, explicaba el DT catalán.

Todo se potenció a fines de 2010, cuando en Qatar ya supieron que organizarían seguro el Mundial 2022. Así fue que con el fin de que los jugadores se pudieran foguear y fueran asimilando experiencia, Aspire comenzó a ceder a muchos de ellos a equipos europeos para que fueran constatando cómo es el fútbol europeo. Por eso, antes de dar el salto al profesionalismo, estos jóvenes eran cedidos a equipos como el Villarreal, el Real Madrid, el Auxerre, hasta llegar a cederlos a 17 equipos del continente.

Sánchez sostenía que un condicionante siempre fue en Catar “la escasez de población” y lo explica al ejemplificar que “esto no es como España, que si falla una generación, atrás viene otra. Acá no hay más que esto y hay que ver cómo arreglarse”.

Su trabajo en la Academia Aspire lo proyectó en 2013 al cargo de gerente de la selección catarí que ganó el torneo asiático sub-19 en Birmania. Un año más tarde, estuvo a punto de lograr la clasificación para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Y tras buenas actuaciones  con las selecciones sub-20 y sub-23, lo nombraron director técnico de la selección absoluta, reemplazando al uruguayo Jorge Fosatti, el 3 de julio de 2017 –el uruguayo tenía diferencias con la dirigencia porque creía que había que ir más lento y seguir importando jugadores-, en plena clasificación para el Mundial 2018, y ya a principios de 2019 fue campeón de Asia en Emiratos Árabes Unidos al dar la sorpresa y vencer a Japón por 3-1 en la final.

Catar jugó la Copa Asia en un territorio tan hostil, que los diarios locales ni siquiera mencionaron al equipo campeón sino que titularon con que “Japón perdió el partido decisivo y es subcampeón”, pero aún así, el equipo de Sánchez Bas ganó todos los partidos, con una diferencia de gol de 19-1.

La Copa Asia fue una enorme proyección para Catar, no sólo por el  impensado título continental sino también por la riqueza táctica del equipo, capaz de pasar de un 4-3-3 clásico para eliminar en cuartos de final a la Corea del Sur del portugués Paulo Bento con un 3-5-2, con tres marcadores centrales y dos laterales. En semifinales superó a los locales de Emiratos Árabes Unidos, dirigidos por el italiano Alberto Zaccheroni, por un rotundo 4-0 con el 70 por ciento de posesión de pelota, y antes había despachado a Irak  (dirigido por Carlos Queiroz, actualmente en Colombia), y a la Arabia Saudita de Juan Antonio Pizzi (ahora en San Lorenzo).

“Ganarle a Japón en la final fue un trabajo arduo porque empleamos una técnica meticulosa con el fin de poder sacar provecho de sus debilidades. Aquella noche hicimos un partido perfecto. Vencimos a la selección más importante del fútbol asiático y no nos conformamos sólo con llegar a la final”, declaró Sánchez Bas.

Cuenta en sus filas con jugadores como Ali A,oez (22), goleador del torneo local, y su gran figura, Akram Afif (22), asistidor. El primero jugó en la Cultural Leonesa y el segundo, en el Sporting Gijón y Villarreal. La pareja de centrales, Tarek Salman (21) y Bassam Al Rawi (21), viene trabajando desde hace bastante tiempo. Así como Aspire tiene capitales en la Cultural Leonesa, también los tiene en el Eupen de Bélgica, a donde también envía jugadores.

Su ayudante es Sergio Alegre, también proveniente del fútbol base del Barcelona, y ahora cuentan con el apoyo de Xavi Hernández, recién retirado del fútbol en el Al Sadd, así como antes contaron con el ex madridista Raúl González Blanco, durante su estadía en Catar. “Xavi es de gran ayuda. Es futbolero las 24 horas del día. Viene con nosotros siempre que puede y más ahora que ya no juega. Para nosotros es un privilegio- Imagínese para estos jugadores tener a alguien como Xavi dándoles un consejo”, comenta Sánchez Bas.

“Para nosotros, el objetivo principal es afrontar un hito histórico: organizar la Copa Mundial 2022. Por eso nuestra participación en la Copa América es el paso más importante dentro de los proyectos que tenemos para este año. Aquí nos mediremos con selecciones que están en otra dimensión, diferente a lo que estamos acostumbrados”, indicó.

Tras la derrota con Colombia, luego de remontar un 0-2 ante Paraguay en el debut copero, Sánchez Bas reconoció que “no nos hemos sentido cómodos pero el trabajo defensivo ha sido muy serio hasta el final. Nos ha faltado tener el balón, que es lo que hemos echado en falta, y hemos estado mucho tiempo en campo propio defendiendo acciones del rival”.

Sin embargo, el entrenador ibérico felicitó a sus dirigidos “por el esfuerzo realizado ante un gran equipo que ha jugado un gran partido. Al final, es una experiencia para nosotros, para seguir creciendo, para seguir jugando con equipos de este nivel que te exigen y te presionan de esta manera”, señaló.

Ahora viene el momento de la definición nada menos que ante Argentina en Porto Alegre. “Va a ser muy duro, como el de Colombia que para mí, es uno de los mejores equipos del mundo. Pero no se nos puede olvidar que llegamos con opciones de pasar de fase. Sabemos que va a ser tremendamente difícil porque el potencial de Argentina, todo el mundo lo sabe”.

Una de las pocas veces que Sánchez Bas, ya ídolo absoluto para el público futbolero de Catar, se queda sin respuesta, es cuando le consultal si sabe cómo hacer para parar a Messi. “Hay cientos de entrenadores que lo vienen estudiando. Intenté averiguarlo pero no hay una fórmula mágica que garantice que puedas detenerlo, todo depende de sus pies. A pesar de todos los planes que estoy haciendo, es muy difícil pararlo. Trataremos de minimizar sus toques en el último tercio”, aventuró.