Desde Barcelona
José María
Minguella es todo un personaje en el mundo del fútbol. Fue jugador, entrenador,
dirigente del Barcelona, intermediario de primer nivel, y ahora, columnista de
un diario deportivo y de una emisora radial, y hasta tiene una columna
televisiva llamada “Tribuna Minguella” en la que habla hasta de cine.
Nos atiende en
el Real Club de Tenis Pompeia, que regentea junto con su hijo Alfredo, y no hay
ninguna circunstancia que haga suspender sus partidos de cartas con sus amigos,
en el último piso, por escalera. Nos dice que lo esperemos en el bar, café
mediante.
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A
usted se lo conoce mucho porque intervino en los pases de Diego Maradona y de
Lionel Messi al Barcelona.
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Así
es. Intervine en los dos. El primero y el último de los pases en los que
intervine. El primero en 1982, pero lo empecé en 1977. Yo conocí a Maradona
cuando fui a ver en Argentinos Juniors, equipo en el que él comenzó, a un gran
jugador que se llamaba Jorge López (N de la R: un extremo derecho muy destacado
de la época), mendocino, que era un gran jugador y que lo llevé al Burgos, en
ese momento en Primera División. Y entonces, yendo a seguir a López, un día
aparece por Argentinos Juniors un melenudo, con pantalón corto, que era
Maradona. Y un día hablando con el entonces presidente del club, Próspero
Cónsoli, le dije “oye, aquél que salió el otro día….” Y me dijo “noooo, ese no
puedo porque…” me dije “éste es para el Barcelona, porque si tanto dice que no,
debe ser fenomenal”.
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¿Y
entonces cómo hizo para llevárselo?
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Empecé
en 1977 y terminé en 1982 porque en 1980 firmamos con Argentinos Juniors y
todas las partes la transferencia de Maradona. Para eso yo había hablado con
los dirigentes, con el padre de Maradona, con su agente, Jorge Cyszterpiller.
Para esa época ya era titular y era fenomenal. Yo vi a Maradona en el
Monumental entrar él al arco de River después de eludir a cinco o seis y Ubaldo
Fillol llegar atrás de él intentando agarrarlo.
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Pero
en esos tiempos no dejaban salir a los jugadores de la selección argentina
fuera del país.
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Sí,
el presidente de la Federación Argentina, Julio Grondona, me dijo, cuando ya
estaba todo arreglado, “tienes que venir, porque hay un problema”. Yo no sabía
bien qué pasaba porque iba muy seguido a la Argentina. Cuando volví a Buenos
Aires, Grondona me dijo que iba a recibir una llamada en el hotel. Parecía una
película de espías. Uno de esos días recibí una llamada preguntando por mí.
“¿Usted quiere hablar con el señor Lacoste?” y respondí “mire, si tengo que
resolver los problemas, hablo con el señor Lacoste”, que era contraalmirante y
el hombre fuerte del fútbol en la dictadura militar. “Bueno, entonces tome nota
de la dirección. El martes próximo a las 17 horas tiene que estar allí, que era
un portalón de madera grande, con una mirilla. Llamé y apareció un soldado con
un fusil. Era una calle bastante estrecha. Alguien después me dijo que era uno
de esos lugares en donde los militares hacían desaparecer gente, los torturaban.
Fui con un taxi. Me hicieron pasar a través de un túnel y estaba Lacoste
sentado en un sofá, y me dijo que Maradona no iba a salir.
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Seguramente
se refería a una lista que había de jugadores que confeccionó el entonces
entrenador de la selección argentina, César Menotti, y que no podían ser
transferidos al exterior pensando en el Mundial 1978.
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Claro,
eso fue lo que me dijo el contraalmirante Carlos Lacoste. Por eso en 1982
volvimos y lo trajimos. Lacoste había estado a cargo del Ente organizador del
Mundial 78 y como premio, luego le dieron el Ministerio de Bienestar Social.
Imagínate llamar “Bienestar Social” a un sitio donde estaban desapareciendo
gente. Él me recibió y me dijo que Maradona no iba a salir-
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¿Cómo
es eso de que lo recibió en un lugar de torturas y desapariciones?
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Y
sí….recuerdo que era un túnel largo, con una lucecita al fondo, que era para
acojonarme y yo en esa época no me acojonaba por nada. Yo lo hablaba de los
derechos del trabajador y él me decía “olvídese de los derechos del trabajador,
la Patria lo necesita”. Aquello era una dictadura y Maradona era el que les
distraía el personal y mientras tanto iba desapareciendo gente. Lo que recuerdo
de lo que eran los militares argentinos fue que me dijo “tal vez lo podemos
ayudar en otras cosas, si quiere, pero de Maradona, olvídese”. Eran capaces de
meterse en los negocios de arroz, soja, lo que sea con tal de ganar dinero.
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¿Y
entonces, cuándo volvieron a la carga?
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Cuatro
meses antes del Mundial de España 1982, yo hablé con el entonces presidente del
Barcelona, Josep Luis Núñez y le dije “Oye, si no va a firmar antes del
Mundial, no vaya a ser que este chico explote y lo van a querer la Juventus y
otros, porque Enrique Omar Sívori ya lo había intentado y los italianos tenían
más dinero que nosotros. Fui para allá. Debo haber hecho cien viajes a la
Argentina.
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Debe
haber sido una operación compleja.
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Complejísima.
Fueron en contra de las leyes de la FIFA. La FIFA dice que para hacer un
traspaso deben firmar los dos clubes y el jugador. Y estaba todo firmado. El
precio, lo que el Barcelona iba a pagar. Eso fue en 1980, después del Mundial
juvenil de Japón 1979, cuando lo declararon como el mejor jugador del torneo.
Estaba Cónsoli de presidente y del Barcelona fueron todos, Joan Gaspart, Núñez.
El problema fue que cuando el gobierno argentino dijo que no podía salir,
Maradona no quería seguir en Argentinos Juniors porque no le pagaban bien y
como él tenía ganas de jugar en Boca, yo hablé con Martín Benito Noel, que era
el presidente y otro directivo que llevaba el fútbol, que era bajito y dijimos
de hacer un acuerdo por el cual el jugador se queda aquí por dos años cedido y
con opción de compra por parte de Boca Juniors y con prioridad de pase para el
Barcelona para ficharlo cuando quisieran vendérselo y esto fue lo que se firmó.
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Claro,
pero después, el Barcelona tuvo que arreglar con Argentinos Juniors y con Boca…
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Después,
hubo todos los problemas del mundo.
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¿Por
qué?
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Porque
cuando pasó un año y medio y se acercaba el Mundial de España, yo le dije al
presidente Núñez “ahora tenemos que ir para Argentina”, como por febrero o
marzo de 1982, para remover la situación y arreglarla, me ayudó mucho Julio
Grondona, con el que yo había hecho una gran relación, porque si bien él no se
oponía a lo que decía el gobierno, futbolísticamente, sabía que no era lo
correcto. Uno de los problemas era que
en Argentinos Juniors ya no estaba Cónsoli sino otro que era comisario policía,
Domingo Tesone, y Boca no había pagado un solo peso del préstamo. Había tenido
dos años del jugador, gratis. Y entonces, el presidente de Argentinos había
llevado el caso a los tribunales reclamando y por eso él no quería que yo
hablara con Boca porque él no quería que Boca se llevara un solo peso por haber
incumplido. Boca decía que si no se le
daba intervención, haría uso de la opción y ya los tribunales dirán si tenemos
derecho o no.
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¿Y
cómo se resolvió el entuerto?
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Hablando
con uno y con otro. Tesone parecía muy amable, me dijo de sentarnos. Se sacó la
chaqueta y puso un revólver sobre la mesa. Me dijo “No es nada, lo que pasa es
que me pesa mucho…” Argentinos había pasado de tener un presidente suboficial a
otro comisario de policía. Recuerdo que Cónsoli te daba su tarjeta que tenía el dibujo de un coche negro porque
también tenía una empresa de sepelios (se ríe). Me pasé meses enteros allí,
fenomenal. Se resolvió que el Barcelona pagaba 8 millones de dólares, 6 a
Argentinos Juniors y 2 a Boca, y cuando ya estaba todo para firmar, y ya nos
citaron para ir a la AFA con los dos presidentes, el jugador, y todas las
partes (incluso hice venir a la Argentina a Núñez, que no iba a ninguna parte
pero le dije que esta vez era algo de primer nivel), yo estaba en mi hotel y
llegaron dos abogados y me dijeron “nosotros nos oponemos a que se firme esto
hasta que sepamos quién nos paga el trabajo que hemos hecho por Boca y
Argentinos con esto que está en los tribunales”.
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¿Y
qué hicieron?
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Nuñez
se enojó. Me dijo “viste que con estos argentinos no se puede hacer negocios”,
agarró un taxi y él y los otros dirigentes del Barcelona que vinieron se fueron
para el aeropuerto y estaba muy mal porque estuvo dos o tres días en Buenos
Aires y encima quedó colgado por la presencia de estos abogados…y yo no sabía
nada de ellos, porque si se hubieran presentado antes….y yo me quedé pensando
qué hago. Lo que hice fue agarrar un coche e irme para el aeropuerto y ya
estaban arriba en la sala VIP Nuñez y el resto de los dirigentes del Barcelona.
Ese día justo salía para el Mundial de España la delegación argentina, que iba
a Alicante. Subí a hablar con Núñez, que insistía: “Ya te lo he dicho, con
estos argentinos no se puede. Te han engañado”. Yo le decía que estaba todo
arreglado entre los clubes, el jugador…y entonces me dijo “quédate aquí y
arréglalo”. Ellos viajaron a España, me quedé en Argentina, hablé con los
abogados y al final, firmamos tres partidos amistosos que fueron para que con
esa recaudación, cobraran los abogados. Cuando yo regresé a Barcelona, pedimos
permiso a la AFA para que Maradona, que estaba en Alicante, viniera unas horas
a firmar antes de comenzar el Mundial.. Maradona vino de chándal, con el escudo
de la AFA.
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¿Qué
consecuencias le trajo esta transferencia?
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Muchas.
Esto me permitió a mí entrar a las operaciones de gran nivel porque me hice muy
conocido y pude tener acceso a los mejores jugadores, clubes. Y pese a lo que
pasó con Maradona en los dos años en el Barcelona, que se lesionó y se enfermó,
después seguí con él cuando pasó al Nápoli, al Sevilla, más que nada para
ayudarlo. Para pasar al Nápoli hablé mucho con el presidente del club de
entonces, Corrado Ferlaino.
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Esa
transferencia fue el regreso de Maradona tras la primera suspensión en la Liga
Italiana en 1991.
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Maradona arrastraba una suspensión de 15
meses, estaba jodido, y le dije “mira, voy a hacer una acción a ver si te puedo
salvar” y entonces hablé con la FIFA, con un secretario de allí al que conocía,
y me dijo “a nosotros no nos importa si el Nápoli está de acuerdo en venderlo”.
Volví a hablar con Ferlaino yh le dije “este jugador, hoy, no vale nada porque
no juega. Si le pones un precio asequible, te hago ganar un dinero” y aceptó.
Luego llamé al “narigón” Carlos Bilardo, que estaba como entrenador en el
Sevilla, le pregunté si le interesaba Maradona en el plantel y me dijo “pero
che, ¿cómo no me va a interesar tener a Maradona?”, le insistí “mirá que te lo
puedo traer, ¿eh?”, pero me decía que el club no tenía un peso, que no podía
pagar nada por el pase. Entonces hablé con el presidente, Luis Cuervas, que era
amigo mío, y que cada vez que iba a la Feria de Sevilla iba a su caseta, que
era la primera a la derecha, y también me Salió con lo mismo, que no había un
peso. Entonces yo me monté una historia. Le pregunté si me daría seis partidos
amistosos del Sevilla con Maradona, aceptó, y con este dinero, que se lo vendí
a la TV, se lo dimos a Maradona y al Nápoli y se pudo hacer el pase. Después de
eso se fue a Newell’s Old Boys pero yo ya no lo seguí más porque estaba muy
desvariado.
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Hubo
revuelo por esa transferencia porque pocos apostaban a que pudiera salir del
Nápoli. En la Copa América de Brasil 1989, Maradona me llegó a comentar varias
veces su desesperación porque quería ir al Olympique de Marsella, que le había
hecho una gran oferta, pero Ferlaino no lo dejaba salir y argumentaba motivos
políticos, decía que si lo dejaba salir, se enfurecerían con él…
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Nosotros
montamos el partido debut ante el Bayern Munich y la expectativa era total.
Recuerdo que ese partido lo dimos por Antena 3, que estaba comenzando y que era
un canal de TV horroroso, que sólo daba películas antiguas y no lo veía nadie.
Hacía poco que había comenzado la TV privada en España y entonces con esto tuvo
máxima audiencia. En ese momento, en otro canal, Telecinco, estaba Valerio
Lazarov, que era un rumano que estaba asociado con Silvio Berlusconi y me llamó
al día siguiente para protestarme. “¿Pero cómo le dan el partido a estos
muertos de Antena 3?” y yo le dije “oye, que tengo cinco partidos más” y le vendí los otros cinco a Telecinco.
Fuimos de gira por Córdoba en Argentina, el Sevilla también jugó contra Boca.
En Córdoba jugaron a las 15 de allí, había un sol de cojones y había una sola
cámara. No se veía la pelota ni nada, no se distinguía. Entonces me volvió a
llamar Lazarov, de Telecinco: “¿Qué me vendiste? ¡No se ve nada!” a lo que le
dije “Oye, yo no entiendo nada de retransmisiones televisivas, yo sólo te vendí
el partido”.
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En
ese tiempo, usted tuvo que tratar con personajes muy particulares en la
Argentina. ¿A César Luis Menotti lo trató?
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Menotti
fue una pieza clave. Con él cerrábamos la discoteca “Up and Dawn” a las cinco
de la mañana, en la zona alta de Barcelona. En esa época se podía fumar y nos
quedábamos hablando de fútbol y de la vida. Él estaba solo en Barcelona cuando
dirigía al equipo, y como yo era el hombre de fútbol del Barcelona, estaba con
él e hicimos una gran relación, al punto de que hicimos un partido amistoso
Europa-América en el Camp Nou y lo llevé como DT de América.
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Pasando
a la transferencia de Messi, muchos años después, no sólo usted interviene sino
que todo se desencadenó en este club en el que estamos hablando (Real Club de Tenis
Pompeia, en la zona de Montjuic, al lado del Poble Espanyol).
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Así
es. Este club es clave en la historia del Barcelona (risas). Este es un sitio
tranquilo porque puedes jugar al tenis, ducharte. Más allá de las bromas, fue
aquí donde jugando al tenis con Carles Rexach, que era el ojeador de jugadores
para el Barcelona, le insistí en que había que tomar alguna medida para
contratar al chico porque la familia ya no podía más y se quería ir. Yo
persistí porque lo vi jugar, me lo había sugerido un amigo, y me parecía un
jugador diferente y no pensé que podía llegar a ser lo que luego fue Leo pero
sí diferente por lo que hacía con la pelota, por lo directo que era su juego.
Yo soy del Barcelona y se lo ofrecí porque soy de este club porque si no, se lo
habría ofrecido a otro. Entonces, Rexach accedió a firmar una servilleta del
bar, en la que se comprometía a pagar las cifras acordadas con la familia si
todo se cumplía. Ese papel sirvió para parar las iras de la familia.
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Ya
había poco margen…
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Sí,
porque llevaban días en Barcelona. Yo traje a su familia a Barcelona y los
alojé en el Hotel Plaza, en Plaza España, porque el director de ese hotel era
hijo de un ex jugador del Barcelona amigo mío, Domingo Balmaña. Le hicieron una
prueba pero nadie se decidía a ficharlo. Yo iba pagando el hotel porque el
Barcelona no lo hacía. El presidente estaba recién llegado al cargo en 2000,
Joan Gaspart. De allí que yo lo llamé a Rexach y le dije que o se tomaba una
decisión o lo mandaba de vuelta a la Argentina.
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O
sea que usted volvió a padecer con otro gran pase de un jugador argentino al
Barcelona.
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Me
costó mucho. Tenga en cuenta de que en aquel tiempo, hace dos décadas, el
fútbol base del Barcelona no compraba jugadores de afuera. Así como el club
acaba de fichar a un jugador holandés (Reis) en siete millones y no se sabe
bien qué tal juega, entonces, Messi, que iba a cumplir 13, era más difícil.
Pero Messi abrió la puerta para traer jugadores jóvenes del exterior.
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Claro,
algo completamente nuevo y que generó problemas en la FIFA…
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Siempre
doy el ejemplo de que cuando Josep Guardiola subió desde la cantera a la
primera con Johan Cruyff de entrenador, yo me hice cargo de él, que estaba en
el Barcelona B y no tenía agente y lo llevé toda su carrera de futbolista. Si
no eran profesionales, no eran motivo de presentación.
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O
sea que usted podría pasar a la historia como quien descubrió a Guardiola desde
la representación…
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Así
es. Tuve la suerte de ser el agente de jugadores como Rivaldo, Romario,
Stoichkov, que los traje yo porque tenía una forma de trabajar que consistía en
que cuando veía a un jugador que me gustaba, como yo no entiendo de casi nada
pero de fútbol entiendo mucho, como fui entrenador y jugador, yo suelo saber
enseguida si es o no un crack.
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