Desde París
“Estoy en un mil
por ciento de acuerdo con usted”, le respondió Gianni Infantino a este
periodista de Jornada en una de sus dos preguntas durante la conferencia de
prensa apenas minutos después de ser reelecto presidente de la FIFA por otros
cuatro años y por aclamación (sin rivales a la vista).
La pregunta no
era nada fácil. Se refería al historial de corrupción en las federaciones
sudamericanas, por qué la FIFA hace la vista gorda con hechos graves como los
que ocurren en Perú, y por qué, con el antecedente del FIFA-Gate, se permite
que los grandes consorcios, involucrados en esta megacausa, siguen recibiendo
los derechos de TV para luego hacer con ellos lo que quieren (básicamente, un
monopolio).
Infantino
prometió tomar cartas en el asunto y que las cosas no van a seguir igual.
Incluso, nos permitimos sugerir que sea la propia FIFA la que administre per se
esos derechos y los venda por su exclusiva cuenta, sin necesidad de
intermediarios que revendan (o no) a terceros.
El ejemplo tal
vez sea bueno como para mostrar cómo se desenvuelve Infantino, de manera muy
distinta a como lo hacían sus antecesores Joao Havelange o Joseph Blatter. El
actual mandatario del fútbol mundial es políglota, en sus conferencias va
cambiando de idiomas (utilizó el inglés, francés, italiano y español) y va
prometiendo que por fin llegaron los tiempos del fin de la corrupción y el
inicio de una etapa de gran solvencia económica (“no puede estar el dinero en
los bancos. Lo que llega para el fútbol debe ser invertido en el fútbol”).
Infantino se
muestra ansioso por dar vuelta la historia de tantos años de cuestionamientos y
los gráficos con los datos de los números de los ingresos parecen ser muy
alentadores, pero da la sensación de que el mandamás de la FIFA va a chocar en
cualquier momento con algunos golpes de la realidad.
Una de sus
grandes batallas es, sin dudas, contra la UEFA, enfrascada como nunca con lo
que se dio en llamar la Asociación de Clubes Europeos (ECA), que no es otra
cosa que la agrupación de los más poderosos clubes de la élite, que desde hace
años vienen amenazando con irse de las competencias continentales para
organizar sus propios torneos y así asegurarse mayores ingresos de marketing y
televisión.
Ahora, estos
clubes pudieron conseguir que ante sus reiteradas amenazas a los dos anteriores
presidentes de la UEFA (Lennart Johansson, fallecido justamente ayer, y Michel
Platini, suspendido como dirigente hasta octubre por hechos de corrupción),
quien ahora preside la entidad europea, el esloveno Aleksander Ceferin,
aceptara sus condiciones a partir de 2024 con un nuevo formato de Champions
League que puede acabar derrumbando a las ligas nacionales de tanto prestigio.
La nueva
Champions League contempla, en vez de 8 grupos de 4 equipos como hasta ahora, 4
grupos de 8, por lo que cada equipo participante se asegura jugar un mínimo de
14 partidos y un máximo de 21, lo cual es, en promedio, media liga nacional.
Por esto mismo, esos clubes tampoco aceptan la nueva idea de Infantino para
2021, la de jugar un Mundial de Clubes de 24 equipos cada cuatro años, porque
al realizarse en diciembre, molestaría a la nueva Champions, a la que los
clubes que no son ricos podrán acceder muy limitadamente porque sólo se abrirán
cuatro plazas para decenas de clubes de Europa del Este o que no sean de élite.
Lo que se dio en
llamar “Super Champions” ya llegó a ser un tema de Estado porque los
preocupados dirigentes de cada federación nacional ya fueron a pedir ayuda a
los presidentes de gobierno de sus países ante la amenaza europea y buscando
respaldo político apelando a una cuota de nacionalismo. Y así fue que Emmanuel
Macron le envió una durísima carta de respaldo al presidente de la Federación
Francesa (FFF), Noël Le Graët, en la que le dice que luchará para que los
clubes franceses no queden afectados y presionará en todo lo posible porque el
camino de la Super Champions conduce al desastre.
Por eso mismo,
tampoco fue casual que Infantino dijera que lo que la FIFA busca es la
“mundialización”, la idea de que más clubes o más selecciones sin tanta
historia puedan acceder a ganar torneos en el futuro y que eso va “en contra de
la elitización”, y sorprendentemente lo declaró una vez que finalizó la
conferencia de prensa y tanto en inglés como en italiano, para enfatizar la
situación.
A propósito del
Mundial de Clubes con 24 participantes desde 2021, la resistencia europea de
los más ricos es tal que aún no pudo votarse (ni se conoce sede) pero nosotros
hemos consultado al presidente de la FIFA desde un ángulo estrictamente
deportivo, sobre que de jugarse un torneo con tanto espacio de tiempo y por las
características vendedoras de los clubes sudamericanos, los equipos de la Conmebol
tendrán poca chance porque ningún club podrá conservar sus jugadores por tan
largo lapso.
Sin embargo,
Infantino volvió a apelar al optimismo e indicó que los jugadores tienen que
tratar de llegar al Mundial porque eso les dará prestigio y en el futuro, mucho
dinero. Lo que acaso no entienda el presidente de la FIFA es que cuando llega
una buena oferta, en moneda dura, el jugador es el primero que se quiere ir y
no puede esperar porque siente que el tren puede pasar una sola vez en la vida.
Infantino se consolida
como presidente de una FIFA que ahora tiene el VAR para solucionar muchos
conflictos de un partido, y que trata de impulsar cada vez más a la mujer, con
más torneos y posiciones dirigenciales dentro de la estructura.
Mientras todos
aplauden a Infantino, a pocos metros, en la calle, un centenar de hinchas del
Wydad Casablanca manifestaban con canciones y banderas contra los dirigentes de
la Confederación Africana, que se alojaban en un hotel justo enfrente. El
motivo es que su equipo se había retirado de la final de la Champions League
continental ante el Esperanza de Tunez porque ante un reclamo, el VAR no
funcionó por una hora.
Una vez más, las
intenciones chocaban contra la realidad. Y ese es un gran desafío para la FIFA
que viene.
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