Desde Río de Janeiro
Ya no es la
Cenicienta de los torneos sudamericanos, Se acabó aquella etapa que llegó hasta
los años Noventa, cuando el fútbol venezolano recién comenzaba y estaba
condenado al último lugar de la tabla en cada campeonato sudamericano. Ya es
impensable que, como en 1975, una selección de Santa Fe (sólo reforzada con
Osvaldo Ardiles, de Instituto de Córdoba) le gane 11-0. Hoy, ni la mayor puede
generar muchísimo menos que eso.
La selección
argentina sabe, a su llegada al Hotel Barra, en la punta final de la alta zona
de Barra, a diez kilómetros a pie por la costa llegando en metro a la última
estación, Jardín Oceánico, que el viernes no lo tendrá fácil porque el rival,
la “Vinotinto”, ha crecido mucho, y porque tampoco los albicelestes, aún con
Lionel Messi en el equipo, están para tirar manteca al techo con su
rendimiento.
Tras el primer
entrenamiento en el calor húmedo del día en esta zona carioca (de noche
refresca bastante y cambia todo bruscamente), en Fluminense, Lionel Scaloni va
estudiando si será necesario hacer cambios y cuáles de ellos, aunque a esta
altura ya debería tomar nota de que este equipo tiene problemas tácticos,
estructurales, y de conceptos, que no parece que se puedan corregir en tan poco
tiempo.
Lo que es claro,
es que Venezuela no parece estar dispuesta a perdonarle a la selección
argentina (ya se pudo comprobar en los últimos partidos que jugaron) que no
marque bien, que no anteponga alguna resistencia en el medio, o que sus
delanteros no definan.
Venezuela,
ahora, con Rafael Dudamel, ya creció demasiado. Puede molestar mucho arriba con
un potente Salomón Rondón, de gran oficio en el ataque luego de años de la
Premier League, o también puede crear mucho desde la usina en el medio que es
Tomás Rincón.
Scaloni deberá
trabajar mucho en lo defensivo y entender que el problema comienza en el medio,
no atrás. Porque cuando el rival llega al medio con pelota dominada, nadie del
equipo argentino sale en la marca al menos para ordenar al equipo atrás. No hay
ya un Javier Mascherano o Lucas Biglia (no sus últimas versiones sino aquella,
por ejemplo, de Brasil 2014) para marcar y no dejar que el rival se proyecte
con pelota dominada hasta tres cuartos donde recién allí la línea de cuatro
(tantas veces alterada por jugadores que entran y salen) piensa en cómo parar
la ofensiva pero acaba en un tembladeral. No coordina para achicar, no marca
bien en los centros ni por arriba ni por abajo, y ni sabe armar una barrera en
los tiros libres.
Por todo eso,
Franco Armani se convirtió en figura, atajando un penal ante Paraguay y sacando
varias ante una débil Qatar, que casi no atinó a atacar.
En cambio, en el
ataque, Scaloni encontró una lucecita de esperanza. Establecidos Sergio Agüero
y Lautaro Martínez por delante de Messi, las dudas pasan por cómo ayudar a
Giovani Lo Celso y a Leandro Paredes a contener a los venezolanos sin un
“cinco” puro y desde Rodrigo De Paul o Marcos Acuña, y también, cómo mejorar el
circuito entre Messi y los dos atacantes, pero al menos, ya es claro que
aquella idea de un 4-4-2, va muriendo ante la posibilidad de Messi flotando
entre los dos delanteros.
Así es que como
consejo de este enviado especial, los jugadores argentinos deben mirar los
programas de TV locales con el rabillo de un ojo, y leer los diarios con
cuidado. Eso de ser “amplios favoritos” ante esta Venezuela, está por verse, y
menos que menos, eso de que hoy es “el rival más molesto de Brasil en esta Copa”.
Lo ideal es
concentrarse en lo que viene, trabajar, y tener la consciencia de las enormes
limitaciones tácticas y estratégicas, a la espera, sea cual fuere el resultado
en Brasil, de regresar del torneo y que, por fin, esta AFA convoque a un
entrenador a la altura de lo que merece la rica historia de la selección
argentina, tan manchada por tantos disparates como los que vemos en estas
tierras cariocas.
1 comentario:
Muy buena aprocimaciòn.
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