Rubén José Suñé,
fallecido anoche a los 72 años, es un símbolo de Boca Juniors –tiene una
estatua en la Bombonera- , autor de uno de los goles más importantes de la
historia del club, el de la final del torneo Nacional de 1976 a River Plate, y
uno de los jugadores con más partidos jugados con su esta camiseta (527, con 57
goles).
Ex marcador de
punta derecho en sus primeros años como profesional en Boca (entre 1967 y 1972)
y heredero de la cinta de capitán que portaba Antonio Ubaldo Rattín, a su
regreso en 1976, tras pasar por Huracán y Unión de Santa Fe, ocupó la posición
de volante central cuando le tocó levantar dos Copas Libertadores de América en
1977 y 1978 y la Copa Intercontinental 1977.
El 22 de
diciembre fue un día muy importante en la vida de Suñé. En 1976 fue el autor de
un gol de gran importancia en la historia de Boca cuando consiguió el
bicampeonato del año al ganarle la final del Nacional a River en el Cilindro de
Avellaneda y ocho años más tarde, intentó suicidarse arrojándose desde el
séptimo piso del edificio en el que vivía en Pompeya pero su cuerpo encontró un
obstáculo contra el que chocó y eso derivó en una internación de cuatro meses
en un hospital para regenerarse, y nueve más en un psiquiátrico.
Al salir, pasó a
dirigir la reserva de Boca, y recibió permanentes muestras de afecto de los
hinchas. “Me creía Superman, hasta que un día me estrellé”, llegó a reconocer
ante este periodista en una entrevista de 1991, donde confesaba el vacío que le
generó retirarse como futbolista en 1981, con el sinsabor del descenso a
Primera B con San Lorenzo de Almagro.
La historia de
Suñé en el fútbol comienza en 1961, cuando se fue a probar a Boca con su primo
Juan Carlos y su amigo Omar Larrosa a las viejas canchas lindantes del Hospital
Argerich, gracias a los oficios de un tío, y todos fueron aceptados. “Íbamos
los domingos a la tribuna y en la semana nos entrenábamos en La Candela”,
recordaba.
Comenzó como
centrodelantero, se hizo “cinco” por su admiración a Rattín, debutó en un
partido amistoso como “diez”, luego lo retrocedieron en la cancha como “seis” y
acabó jugando de “cuatro”, como marcador de punta derecho, cuando ya se asentó
como titular y formó parte de equipos históricos de Boca como los de 1969 y
1970.
“En las divisiones inferiores llegamos a jugar los tres juntos en el
medio, mi primo Juan Carlos por la derecha, yo en el centro, y Larrosa por la
izquierda. Salvo de wing izquierdo y de arquero, jugué de todo, aunque en el
arco me la rebuscaba bien”, recordaba.
Su debut llegó
en una fecha que sería emblemática en su vida de futbolista, el 22 de diciembre
de 1966, justo diez años antes de su gol más trascendente. El rival fue
Atlanta, aunque su primer partido oficial fue tres meses más tarde, el 17 de
marzo de 1967, diez días después de cumplir los 20 años.
En 1969, con
Alfredo Di Stéfano de director técnico, fue campeón de la Copa Argentina al
ganarle la final a Atlanta, y del Nacional, cuando en la última fecha empató
2-2 ante River en el Monumental (con dos goles de Norberto Madurga) y resistió
hasta el silbato final porque un tercer gol de los “Millonarios” hubiera forzado
un partido de desempate.
Fue tan
trascendente el partido ante River en 1969 que dio lugar a una película en la
que participó todo el plantel de Boca, “Paula contra la mitad más uno”,
estrenada en febrero de 1971, dirigida por Néstor Paternostro y protagonizada
por Federico Luppi, Héctor Pellegrini y Raimundo Soto.
Al año
siguiente, ya con José María Silvero como director técnico, Boca volvió a dar
la vuelta olímpica en el Monumental al vencer en la final del Nacional a
Rosario Central 2-1. Ese año, las carreras de Suñé y Larrosa se separaron
porque el volante emigró al Pachuca de México.
“En ese tiempo éramos el dúo de la joda, los piratas del plantel, pero
un día, Omar vino y me dijo que tenía que hablar conmigo en serio, que estaba
saliendo con mi hermana Mabel y me quedé duro. Al poco tiempo se casaron”.
Ya en 1971,
jugando la Copa Libertadores como local ante Sporting Cristal de Lima, Suñé,
como capitán, fue protagonista de un escándalo en la Bombonera. Fernando Melian
tocó levemente a Roberto Rogel en el área, el referí uruguayo Otero no cobro
nada, y ante los reclamos de los jugadores de Boca la situación se desmadró.
Suñé, recibió una impresionante patada voladora de Alberto Gallardo que le
produjo un corte en el pómulo izquierdo. Varios jugadores de Boca terminaron en
la comisaria de Villa Devoto, el partido fue suspendido y luego, 19 jugadores fueron
expulsados excepto los arqueros Rubén Sánchez y Luis Rubiños, y el zaguero
central boquense Julio Melendez, peruano.
En 1972, Suñé
entró en conflicto con el entonces presidente de Boca, Alberto J. Armando por
una cuestión gremial. “Fui colgado, y gracias a los oficios de Larrosa, terminé
firmando para Huracán en el Nacional 1973”, contó en una entrevista. Allí se
encontró con el equipo de César Luis Menotti que venía de ganar brillantemente
el Metropolitano y se quedó hasta finales de 1974, siempre como protagonista.
En Huracán es
que, según Suñé, realizó su mejor gol como futbolista. “Fue a Vélez Sársfield
con Huracan, rompí el offside y al salirme el arquero, la empalé por encima de
su cabeza. Me salió un golazo”, detalló.
Para 1975, ya
siendo volante central, fue tentado por Juan Carlos Lorenzo para jugar en Unión
de Santa Fe, recién ascendido a Primera A, y dispuesto a una revolución, y que
terminó realizando una gran campaña con jugadores como Hugo Gatti, Victorio
Cocco y Eber Mastrángelo, que luego pasaron todos a Boca en 1976, para tratar
de igualar lo hecho por River en el año anterior y conseguir el bicampeonato,
que lograría con aquel gol de Suñé en el Superclásico final del Nacional 1976.
Antes de
comenzar el partido, el árbitro Arturo Ithurralde reunió a los dos capitanes,
Roberto Perfumo y Suñé, y les advirtió que una nueva regla permitía jugar la
pelota en los tiros libres sin la orden del árbitro. Esto fue aprovechado
perfectamente por el capitán de Boca, que mientras Ubaldo Fillol armaba la
barrera, sacó un remate que terminó con la pelota en el ángulo superior
izquierdo y con este tanto, Boca obtuvo el bicampeonato (un año antes, Osvaldo
Potente le había convertido a Fillol, en el Monumental, un gol muy parecido).
Ese
bicampeonato, con Lorenzo como director técnico, sería el envión para ganar
después dos Copas Libertadores (1977 y 1978) y una intercontinental (1977), y
la llegada a una tercera final de América perdida ante Olimpia de Paraguay en
1979, además de rozar el título del Metropolitano 1978, perdido en el final
ante Quilmes.
En 1980, como
producto de varias lesiones, se alejó de Boca y pocos meses después, igual que
su cuñado Larrosa, firmó para San Lorenzo. Era la tercera vez que coincidían en
un equipo, pero esta vez, la experiencia terminó mal, con el descenso a Primera
B a fines de 1981, y decidió retirarse.
Fue Suñé, ya con
el apodo de “Chapa”, el encargado de levantar las copas como capitán y símbolo
xeneize, al punto de que luego de un partido nocturno en San Martín ante
Chacarita Juniors, tuvo un encontronazo con un rival, Carlos Horacio Salinas,
después del cual, según distintos relatos, se dirigió con su coche directamente
a la casa del presidente Armando, para sugerirle que lo contratara, que se
trataba “de un jugador para Boca”, y así ocurrió.
“Uno
experimenta una verdadera conmoción interna cuando comienza a subir por la
escalerilla del túnel y se encuentra con todo eso. Claro, a medida que pasan los
años se va acostumbrando. Pero no deja de ser un impacto. ¿La piel? Sí, se me pone
como piel de gallina... Y hay cosas que uno no puede
olvidarse nunca. Y personalmente no puedo ocultar el orgullo que siento al
salir a la cancha con el brazalete de capitán. Porque en cierta manera
representa el símbolo de Boca, el símbolo de un club muy famoso y
muy querido, además de ser el representante de todos mis
compañeros. El cargo de por sí está significando un consentimiento por parte
del equipo, una ratificación de amistad, una prueba de que hay aprecio, de que
se es buen compañero, de que se tienen condiciones morales. Y como esta estima
no es de ahora sino que viene de antes, como sé que hay sinceridad, la
distinción que me dieron mis compañeros me representa un halago enorme. Máxime
en una institución que es conocida en todo el mundo”, dijo alguna vez, como
resumen de su sentimiento como capitán de Boca.
Capaz de tirarse de
cabeza para buscar una pelota, y casi siempre con mangas cortas hasta en
tiempos más fríos como desafiando incluso a la temperatura, Suñé, fallecido
anoche en el Hospital Británico, forma parte de la historia grande de Boca.
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