lunes, 28 de junio de 2010

A la FIFA le costará seguir sin usar la tecnología (Jornada)



Una vez más, recurrimos a la lucidez del periodista Víctor Hugo Morales, con quien conversábamos en el centro de prensa del estadio Soccer City antes del partido entre Argentina y México. Nos dijo entonces, sobre el escándalo de lo ocurrido en la no convalidación del gol de Frank Lampard que paradójicamente hace cuarenta y cuatro años ocurría lo mismo pero al revés en la final de Wembley, en la que se perjudicaron los alemanes “y la FIFA sigue sin resolver el problema”.
Lo que sucede es que en el seno de la FIFA hay, desde hace tiempo, una gran confusión en torno a lo que significa “administrar pasión”, frase que le encanta al suizo presidente de la entidad, Joseph Blatter. Este insiste desde hace tiempo, ante las cada vez más reiteradas preguntas de la prensa internacional, en que el uso de la tecnología aplicada al fútbol terminaría con las polémicas y, en buena medida, según cree, con las pasiones.
Pero no existe, o al menos no queda claro que exista, una relación estrictamente directa entre las variables “uso de tecnología” y “pasión”, es decir, no se ha comprobado en ningún deporte, hasta el momento, que la introducción de la tecnología haya acabado con el gusto, las discusiones eternas, las enormes polémicas o el placer de ver un partido. Todo lo contrario. El tenis o el basquetbol, por citar dos deportes populares, han incluído tecnología y siguen vivitos y coleando, como si siempre hubiera sido así, y son, sin dudas, deportes con mayor justicia que el fútbol.
Suena increíble que aquel suceso de la final de Wembley en 1966 entre Inglaterra y Alemania como fue el tercer gol de los locales por intermedio de Geoffrey Hurst a los 10 minutos de comenzado el alargue (el partido había finalizado empatado 2-2), cuando el árbitro suizo Dienst convalidó un gol que no fue a instancias del juez de línea soviético Bakhranov, porque la pelota no trasapasó totalmente la línea, tenga un correlato de casi medio siglo después con la no convalidación del gol de Lampard ayer en Bloemfontein.
Es como si para la FIFA, el tiempo se hubiera detenido.
Y por si esto fuera poco, horas después también otra falla por el desdén por la tecnología por parte de la FIFA determinó en la convalidación del primer gol de Carlos Tévez para Argentina sobre México en Johanesburgo, en evidente posición fuera de juego que hasta hizo dudar al árbitro italiano Roberto Rosetti, aunque con estas reglas, ya no se puede recular y una vez cobrado el gol, no hay vuelta atrás.
El capitán de la selección argentina, Javier Mascherano, y el lateral derecho Jonás Gutiérrez, coincidían anoche en su particular modo de ver lo que ocurre. “Lo que es aberrante –sostiene Mascherano- es que luego de una jugada polémica, que transcurre en décimas de segundo, la pantalla gigante repita la jugada para todo el estadio y deje en evidencia al árbitro”, lo cual es otra gran verdad de lo que puede acarrear paradójicamente, que la FIFA no admita la tecnología para ser utilizada en la administración de justicia, pero sí para dejar mal parado a un juez.
A esta altura del siglo XXI, que la FIFA no use tecnología es como pretender que los árbitros basen el tiempo en un reloj de arena, o que la pelota sea de tiento (que bien podría funcionar mejor que esta Jabulani que no se sabe para donde pica), o que los jugadores calcen botines de cuero.
Tras la polémica jornada de ayer en el Mundial, será difícil para la FIFA seguir sosteniendo que la tecnología daña al fútbol cuando es al contrario, ya se la pide a gritos desde el propio sentido común.

2 comentarios:

FI dijo...

Yo estoy a favor de que se aplique la tecnología en el futbol, en otros deportes se hace y no se ha reducido su espectáculo, es más, han mejorado, veamos Wimbledon, por ejemplo.

Reinaldo Martínez. dijo...

Sergillo, dos correcciones.
El tiempo no se detuvo en 1966 para la FIFA, sino para el fútbol. Los "administradores de pasión" avanzaron y mucho en llenarse los bolsillos.
La otra: sí, el árbitro puede recular cuando cobró algo, en tanto y en cuanto no se haya vuelto a poner en movimiento la pelota. Castrilli lo hizo en noviembre de 1996 cuando anuló un gol en contra de Sorín (Huracán Corrientes-River) porque el arquero Bonanno estaba caído tras haber sido herido por un proyectil.
Abrazo grande.