miércoles, 2 de junio de 2010
Maradona, y los barras bravas que supimos conseguir (Jornada)
Johanesburgo.- No puede decirse que sorprende como noticia, pero sí por el grado de impunidad al que se puede llegar en el fútbol argentino. La pregunta, luego de que trascendiera que barrabravas de la peor especie compartieron el vuelo de la selección argentina al Mundial, es qué es lo que viene, para seguir sumando desatinos.
En apenas horas de estadía sudafricana, la selección argentina ya fue noticia dos veces y en ambos casos, por hechos vergonzosos y poco futbolísticos. El hecho de que personajes con los peores antecedentes penales hayan compartido vuelo con futbolistas de élite internacional, sin que nada pase (¿porque, de todos modos, todo pasa?), y que volviendo a los tiempos duros de Daniel Passarella en 1998 durante el Mundial de Francia, reapareciera la prohibición para que los escasos periodistas ya presentes en el Mundial puedan ver los entrenamientos, parece demasiado para un comienzo de fiesta.
En ambos casos, más allá de los hechos, es interesante detenerse en la dirigencia futbolera argentina. Que todos (incluso el propio presidente de la AFA, Julio Grondona) nieguen participación en la situación o que argumenten total desconocimiento previo, no significa que no puedan luego repudiar enérgicamente y salir a demostrar la férrea voluntad por terminar con esta lacra, Maradona incluído, quien anoche se limitó a decir, en una breve conferencia de prensa (que un mediocre periodismo deportivo nacional agradeció, haciendo sonrojar al extranjero), que ni siquiera están sus padres, como alusión a que algún barra brava pudiera estar en Sudáfrica gracias a su ayuda.
¿Cómo? Por ejemplo, elevando una denuncia por vía judicial y diplomática sobre que hay compatriotas violentos en el Mundial y que incluso se han llegado a colar en el vuelo oficial, por más que posibles conexiones políticas. O iniciando una investigación inmediata y exhaustiva en la Argentina. ¿Existe la voluntad?
Si este mismo periodista conocía la versión, a través de agencias de turismo, que muy posiblemente en los vuelos de Southafrican Airlines habría ultras argentinos, que además pagarían boletos mucho más baratos, y si se espera, por separado, la llegada de otros doscientos barrabravas que componen las conocidas Hinchadas Unidas Argentinas (HUA), que tienen contactos con el más alto nivel gubernamental, ¿qué queda para los dirigentes del fútbol si ellos mismos, al final, terminan en su enorme mayoría asistiendo a la máxima cita invitados por la propia AFA?
Entre los violentos, no se menciona gente con algún desmán, sino de los grupos como Los Perales, del barrio de Mataderos, y entre los que hay un implicado en la muerte de un hincha de Tigre en 2007, y de la zona de Lomas de Zamora, que componen una de las primeras líneas de “La doce”, los violentos de Boca Juniors (que además no forman parte de HUA).
La otra vergüenza a la que ya el fútbol argentino nos tiene acostumbrados, aunque en este Mundial la línea parece profundizarse, pasa por el ocultamiento de la actividad de uno de los equipos favoritos a quedarse con el título, y una de las principales potencias mundiales en este deporte, por parte de la misma dirigencia, que lo avala, y por decisión del cuerpo técnico.
Resulta cuanto menos insólito que en tres días nunca nadie de la AFA se haya hecho cargo de que ningún periodista tiene permitido el paso en la Universidad de Pretoria, donde está concentrado el equipo, y que ante el reclamo de los colegas, todos hagan un movimiento resignado de hombros como diciendo “no es nuestra culpa, desconocemos quién dio la orden”, pero nadie hace absolutamente nada por revertirlo. No sólo eso: este cronista compartió con otros una experiencia que bien podría llamarse •”perdidos en la noche”, emulando aquella gran película con Dustin Hoffman y Jon Voight para poder dar por fin con la carpa que oficio de “sala de prensa”. Haber encontrado el lugar fue mucho más obra de la casualidad que de las inentendibles indicaciones de los lugareños.
¿Tanto es lo que hay que ocultar? No parece serio, al menos que desde el 12 de junio, ante Nigeria, los muchachos nos preparen una verdadera revolución táctica, aunque a esta altura, desconfiamos de ello. ¿Entonces? Nos gustaría saber qué hubiera dicho hoy Passarella, de haber aceptado presidir la delegación aunque declinó para ocuparse en Buenos Aires de los acuciantes problemas de River Plate.
Este cronista recuerda como en la concentración argentina en L’Etrat, el mismo Kaiser que hoy aparece con un discurso democrático, gritaba “ahí viene el enemigo” cuando se acercaba el periodismo para hablar con los jugadores, o “ahí vienen los invictos” y hacía desplegar una famosa lona verde para que esos entrenamientos no pudieran verse.
De nada sirvió y en una jugada, Ariel Ortega terminó cabeceando a Van der Sar, y tras cartón, Dennis Bergkamp paró una pelota en el área argentina, remató, y a casa. Salvo equipos como “La naranja mecánica” de Holanda en 1974, no parece que haya tanto que ocultar. Y sin embargo, la selección argentina lo repite y aumenta, en cada Mundial.
Tampoco parece que haya motivos para preocuparse por parte del cuerpo técnico argentino si es por lo que la prensa nacional pueda preguntar. Ante el menor atisbo de polémica, se deshará en disculpas y siempre habrá lugar para el regalo al técnico, por cábala, antes que consultas como si verdaderamente se ofreció como próximo técnico del Inter en reemplazo de su admirado José Mourinho. No hay tiempo, y además, eso no se le pregunta a un ídolo. Faltaba más.
¿Hasta cuándo?
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