¿Cómo está jugando Lionel Messi en este Mundial?
¿Bien, muy bien, regular, mal, muy mal? ¿Excelente, por ser el autor de cuatro
goles en cuatro partidos y todos ellos decisivos, o el de los pases magistrales
en el momento preciso para que definan otros, como Angel Di María ante Suiza
cuando ya se acercaban los penales en los octavos de final?
Es una pregunta difícil, porque el criterio para
responder es subjetivo. Depende de muchas cosas pero sí hay algo seguro: Messi
ha sido decisivo siempre, en cada uno de los partidos y también hay algo
importante en un cambio cualitativo: ha decidido regular y participar lo justo,
evitando así un desgaste mayor.
Muchos podrían decir que éste no es el Messi espectacular
en continuidad que veíamos en el Barcelona hasta hace dos temporadas, capaz de
las jugadas más desopilantes. Es cierto. Pero también lo es que ha madurado,
que es otra persona, que se ha hecho líder en un vestuario y que se ha casado y
ha sido padre de un niño. Nadie es igual que antes. Siempre hay algo que nos
hace cambiar.
El tema de cuánto rinde y cómo juega Messi, lo
venimos debatiendo hasta el hartazgo con una serie de colegas, pero quien más
lo conoce es sin dudas el periodista catalán residente en Londres, Guillem
Balagué, autor del resonante éxito del libro “Messi”, luego de haber escrito
otro sobre Josep Guardiola (“La otra forma de ganar”).
Balagué sostiene que no es que Messi juegue peor, o
menos que antes, sino que “sabe que hay cuatro o cinco jugadas en los partidos
en las que deberá aparecer y definir él, o hacer definir a los compañeros, y a
eso juega. Y también a eso juega la selección argentina”.
Algunos creen que Messi está demasiado solo, que no
tiene mucha compañía, con el enorme cansancio que arrastra Angel Di María desde
su final de temporada con el Real Madrid, el mal momento de Gonzalo Higuaín o
la lesión algo inesperada (para algunos, no para otros ni para quien esto
escribe) de Sergio Agüero.
Quien también lo conoce mucho es Fernando Signorini,
preparador físico que trabajó como personal trainner de Diego Maradona en el
pasado, y se dio el lujo de serlo de la selección argentina del Mundial 2010 en
Sudáfrica, cuando el genio de México 1986 era el entrenador y Messi, jugador.
Signorini suele relativizar mucho todo, acaso
apelando a aquella frase de otro genio, el colombiano Premio Nobel de
Literatura recientemente fallecido Gabriel García Márquez acerca de que la
memoria suele ser selectiva y aparta del recuerdo lo que no nos terminó de
gustar o lo que nos resultó desagradable por alguna razón.
Por eso, mucha gente insiste en que en el último
Mundial ganado por Argentina, la selección albiceleste “era un equipazo”. “En
aquel torneo glorioso para Maradona, en verdad sus grandes jugadas, lo que
retenemos no pasa de quince minutos totales”, insiste Signorini, quien de esta
manera se acerca a los conceptos de Balagué en cuanto a que el crack del
Barcelona ya no necesita tener todo el tiempo la pelota para ser una estrella.
Pero entonces, ¿qué queda de aquél muchacho
atrevido, capaz de eludir a tantos adversarios, acelerar y marcar goles
históricos y únicos? Tal vez, la huella, la base de lo que hoy es un jugador
maduro, que administra los tiempos de otro modo.
O tal vez, como Signorini, sepa desde ahora, por la
mentalidad argentina, que dentro de veinticinco años serán mayoría, si el
equipo gana la Copa del Mundo, que dirá “ese sí que era un equipazo, con un
Messi sensacional”.
Todo es relativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario