Desde Brasilia
No es exitismo, sino pura realidad. Si los
jugadores, Alejandro Sabella y su cuerpo técnico se dan cuenta de la situación,
está para que se concentren y se dediquen a jugar estos dos partidos que faltan
con la idea de que desde 1986 la ocasión no puede ser mejor.
La selección argentina jugó su mejor partido del
Mundial ante Bélgica. Suele decirse que ante rivales difíciles, los grandes
suelen jugar mejor. Por exigencia, por una suba en el nivel del partido en
general, pero por lo que fuese, el equipo de Sabella apareció más equilibrado y
lo que nunca, con una defensa sólida, en buena parte gracias a los cambios
realizados, especialmente el de Martín Demichelis por Federico Fernández aunque
José Basanta tuvo una gran actuación
reemplazando a Marcos Rojo, y el aporte de Lucas Biglia, en el medio,
fue fundamental para bloquear la creatividad de los “diablos rojos”.
Si siempre el fuerte argentino de estos años fue el
ataque y el problema provenía de la defensa, hoy, a dos partidos de ganar la
Copa, la ofensiva se ve debilitada por la ausencia de Sergio Agüero y ahora,
las dudas por lo que pudiera sucederle a Angel Di María, pero hay buen
reemplazo y atrás todo cambió y hay una mayor seguridad.
Es cierto que hay un hecho fundamental en el
partido: el gol tempranero de Gonzalo Higuaín que colocó a la selección
argentina en una situación inmejorable por lo que se dijo reiteradamente
durante el Mundial o en los días previos: este es un equipo que prefiere
contragolpear, ceder la pelota y aprovechar el error rival, porque no dispone
de un ordenador de juego.
Por esa misma razón, aunque parezca raro, le fue en
cierto modo más fácil Bélgica que Irán, porque los europeos al menos se
abrieron un poco (ya de por sí lo iban a hacer) y el gol de Higuaín los obligó
a salir, pero allí fue que chocaron contra la línea de volantes albiceleste que
ya no tenían la lentitud y la pasividad de Fernando Gago, ahora reemplazado por
Lucas Biglia.
Sabella, incluso, no cambió de sistema ni con la
inesperada salida de Angel Di María, pero sí ya más adelante con Gago en lugar
de Higuaín, para un 4-4-1-1, con Messi detrás de Rodrigo Palacio.
Desde ya que no estamos refiriéndonos al espectáculo
porque desde hace rato, los Mundiales se están jugando sólo para ganarlos y hay
demasiado pocos equipos que aportan cierta estética y es lo que deberían ser
una mínima pretensión, pero en cuanto a capacidad de lucha, firmeza defensiva,
solidez y capacidad de ataque o contrataque, la selección argentina parece
estar bien preparada.
En semifinales contará ya con la ventaja de que su
próximo rival provendrá de un desgaste mayor, por haber tenido que definir su
partido con alargue, y en una eventual final, Brasil no podrá contar con
Neymar, su gran figura, excluído por lesión, mientras que si bien Alemania es
una maquinita de jugar y el rival más duro, en Sudamérica no rinde lo mismo.
Queda un párrafo para Messi. Es desequilibrante cada
vez que hay una pelota en juego y nadie duda de su talento, pero no aparece ese
brillo que uno le vio en el Barcelona en el pasado. Como si a su motor le
faltara aquella quinta velocidad del pasado, o como si su madurez le permitiera
decidir siempre lo mejor sin esforzarse.
De todos modos, el tiro libre pateado muy arriba, o
la definición al cuerpo de Courtois cuando antes le habría resultado demasiado
fácil vencerlo en el pasado, nos remite a pensar que hay algo nuevo, que no
conocemos, en la vida de este crack. Incluso, aunque pueda traer la Copa en
poco más de una semana.
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