martes, 8 de julio de 2014

Humillación en el Mineirao (Jornada Online)



                                                Desde Belo Horizonte

En una jornada histórica, con el resultado más impactante de la historia de los Mundiales, la selección brasileña, que cargaba con la responsabilidad de reemplazar a su mejor figura, Neymar, fue derrotada por un inédito 1-7 por Alemania, que de esta manera se clasificó para la final.

Nunca antes Brasil había perdido por este marcador, pero mucho menos esperado era que ocurriera en una instancia decisiva como ésta, en semifinales, pero se vio absolutamente superado por una máquina de jugar al fútbol como fue la selección alemana, que con la base de Sudáfrica 2010, ahora agregó más técnica y precisión.

Por segunda vez, Brasil organiza un Mundial y pierde la posibilidad de ser campeón en su propia casa, aunque en la anterior ocasión, en 1950, dentro de todo fue un remate del uruguayo Chiggia en un partido parejo y que definía un cuadrangular, pero aquí la goleada fue estrepìtosa, sin atenuantes.

Al terminar el partido, el entrenador Luiz Felipe Scolari reunió en el centro del campo a todo el plantel, pero arreciaron los silbidos del público, mientras los jugadores alemanes saludaban a la pequeña parcela de hinchas que acompañaron al equipo.
Brasil no tuvo tiempo para mucho. Con un esquema parecido al alemán, al menos en posicionamiento en el campo (4-2-3-1) salió con todo, llevado como siempre en los primeros minutos por el público, pero ya a los 8 minutos, Tomas Müller encontró la red con mucha facilidad tras un córner al corazón del área y el partido no tuvo retorno.

Alemania fue una ráfaga mientras que Brasil sintió también como nunca la ausencia de un jugador fundamental en la defensa como el suspendido Thiago Silva y un gol de Miroslav Klose (que le sirvió para convertirse en el máximo anotador de la historia de los Mundiales) y dos goles de Tony Kroos, uno de izquierda y otro de derecha, parecían sentenciar el partido demasiado pronto, porque no se había llegado ni al minuto veinte.

La parálisis brasileña ya era total, pero los alemanes no pararon de atacar ni de tocar ni de abrir la cancha, y no extrañó entonces que llegara el quinto de Sami Khedira cuando promediaba la primera parte. Un 0-5 que parecía de ficción, absurdo, y con los roles que parecían cambiados.

Los alemanes parecían brasileños de otro tiempo, mientras los de camiseta verdeamarilla deambulaban como zombies por la cancha, sin saber bien para dónde rumbear. Alguno fue para adelante más por vergüenza deportiva que por ideas, pero eso no aportaba demasiado.

Tras un descanso poco común, tras lo vivido (y con Alemania perdonando más goles en la segunda mitad de la primera parte), Brasil pareció ir a la carga otra vez y creó algunas posibilidades de gol, pero Alemania se mantenía impertérrita, siempre con sl mismo libreto, más cercano a Josep Guardiola que a Helmut Schöen, y no extrañó que como Brasil se iba al ataque como un toro bravío, los germanos encontraran huecos para marcar más diferencia de contragolpe.

Cuando Joakim Low, el entrenador alemán, se decidió por Schurle en vez de un flojo Klose (que igual cumplió su cometido), el delantero del Chelsea se destapó con los dos últimos tantos, pero hay que destacar que Julio César tuvo tres intervenciones seguidas que salvaron de tres tantos más a su equipo: una tapada abajo a Müller, una salvada por arriba del travesaño al mismo jugador, y un anticipo al lateral a Schweisteiger, una prueba cabal de lo que fue el partido, de la enorme diferencia de inteligencia y uso de la pelota y de los espacios entre uno y otro.

A Brasil se le habían ido Neymar y Thiago Silva, y eso lo convirtió en un equipo demasiado vulgar, demasiado lejos de sus más ricas tradiciones. Demasiado preocupado por pedir penales o hablar de contubernios de la FIFA, argumentos que suelen aparecer cuando no hay respuestas desde el fútbol.

Al revés, Alemania cada vez trabaja menos y juega más. Adoptó el modelo de Josep Guardiola para sus equipos, especialmente para el Bayern Munich, y prefirió la técnica antes que todo lo demás. Los resultados no siempre fueron los mejores pero no tardaron en llegar y hoy asistimos al hecho más significativo de la historia de los mundiales y un cambio sustancial en la forma de catalogar a estas dos selecciones.

Nadie olvidará este partido, que seguramente tendrá consecuencias demasiado gravitantes, si especialmente los derrotados pueden tomar consciencia del camino que habían emprendido, y si pueden lograr autocriticarse y no escudarse en una llegada a semifinales que también pudo no serlo, si aquel tiro del chileno Pinilla entraba en vez de pegar en el palo.

Hoy, los palos no ayudaron. Eso fue todo.


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