Desde San Pablo
Tal vez la relación amistosa entre Lionel Messi y
Sergio Agüero haya recorrido mucho y se haya profundizado porque nació de
manera natural, sencilla, en la preparación de la selección argentina sub-20
que debía jugar el Mundial de Holanda en 2005.
Messi no había participado de la primera etapa de
selección de jugadores menores de 20 años, algunos hasta ya provenían del
sub-17 y aunque muchos chicos ya sabían de él y de su paso por el Barcelona,
cuando ya en ese entonces jugaba en la Primera, un día, un pícaro delantero,
muy joven,. Le preguntó, rodeado de otros compañeros, quíen era.
“¿En serio no sabés quién es?”, le preguntaron los
otros porque Messi era muy tímido y no iba a animarse a decir algo así, y mucho
menos, algo que pudiera dar a entender una mínima soberbia. “Ah, vos sos el del
Barcelona?”, dijo Agüero, y hubo risas de todos, y hasta salió allí la
casualidad de que Agüero también se llama Lionel (de segundo nombre) y que su
padre, también.
Agüero es uno de los pocos que siempre hizo reir a
Messi. Con sus bromas, sus ironías y su manera natural de tener la risa a flor
de piel hasta haciendo bromas a los periodistas en las entrevistas (éste
cronista también fue su víctima en sus tiempos en el Atlético Madrid),
terminaron compartiendo cuarto y se hicieron inseparables en las
concentraciones.
El preparador físico de la selección argentina
sub-20, Gerardo Salorio, cuenta que un día sorprendió a los dos en el lobby del
hotel con una cantidad de golosinas tomadas de la maquinita del lobby del
hotel, y colocadas con disimulo debajo de la camiseta. Los miró, les preguntó
qué llevaban ahí, y todo terminó en bromas y en una negociación con la promesa
de que no volverían a hacerlo.
Eran otros tiempos y pasaron muchos años. Cinco más
tarde, en 2010, Agüero llegaba al Mundial de Sudáfrica con poco protagonismo,
como yerno del entrenador, nada menos que Diego Maradona, y Messi compartía
cuarto con el veterano Juan Verón, con quien se consolaron mutuamente las
penas: el crack del Barcelona, porque no se hallaba cómodo en ese sistema, y
Verón, porque un día fue descartado como titular aunque no pidió explicaciones.
Messi y Agüero siguieron estando en contacto y
fueron componiendo la base de la actual selección, a la que se le fueron
sumando amigos, jugadores de una misma generación (Gago, Lavezzi, Di María,) y
todo fue resultando más fácil desde que Alejandro Sabella se hizo cargo del
equipo.
Messi escribió el prólogo de la biografía de Agüero,
y pidió al “Kun” para el Barcelona, aunque la operación no parece fácil por los
costos y por lo que pretende el Manchester City.
Hoy, en la concentración de “Cidade do Galo”, del
Atlético Mineiro, otra vez es Messi quien debe contener a su amigo. No atraviesa
un buen momento. Tras dos lesiones justo antes del Mundial, Agüero volvió a
resentirse durante la fase de grupos y ahora peligra continuar en el torneo,
con una lesión de grado 1 del bíceps femoral, la cara posterior del muslo, y lo
están sometiendo a distintos tipos de ecografías. Algunos dicen que aún tiene
chances (por ejemplo, el médico de la selección argentina, Daniel Martínez).
Otros, por lo bajo, creen que su Mundial ya terminó.
En cualquier caso, este Messi, tan lejos de aquél
chico tímido y silencioso, toma ahora las riendas para motivar a su amigo, para
calmarlo, para escucharlo en sus quejas de noches sin sueños. A veces lo oye
cuando trata de comunicarse con su hijo Benjamín y conoce de sus problemas con
su ex suegro, Maradona, que hace que esto derive en muchos programas del
corazón en la TV.
Antes Verón, ahora Agüero. Messi, aún en su momento
de búsqueda de mayor gloria, o en aquellos más confusos del pasado, debió
convivir siempre en un Mundial en cuartos con problemáticas complejas.
Hasta en eso, hoy ya padre de Thiago, es otro tipo,
más distante, más cauto, más experto.
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