Desde Belo Horizonte
Ya sin Neymar, que ni siquiera pudo permanecer en la
concentración de Granja Comary porque la lesión vertebral le impide moverse y
será preferible que haga reposo en su casa, la selección brasileña encara su
partido de mañana a las 17 en el estadio Mineirao todavía impactada por la
ausencia de su principal jugador, y con el paraguas abierto por los arbitrajes,
con la política de considerarse víctima de poco menos que un contubernio de la
FIFA.
En las últimas horas, el propio presidente de la
Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), José María Marín, trató de poner paños
fríos a lo que se vino diciendo desde la entidad después de señalar que hubo
“interpretaciones equivocadas” en algunos partidos, y debido a que aquel penal
cobrado por un arrojo a la pileta de Fred en el partido inaugural ante Croacia,
todavía se está pagando.
El diario “O Estado de Sao Paulo” va más allá e
indica que la Comisión Técnica de la selección brasileña adjudica a la FIFA la
idea de que el organismo mundial estaría jugado a que no se repita un “efecto
Michael Schumacher” en el fútbol y mucho menos en los mundiales, algo que
podría ocurrir si Brasil se cortara solo con seis títulos en el caso de ganar
éste en su casa y que entonces por eso, hay arbitrajes más permisivos hacia
otros equipos y no se castiga igual a otros rivales.
En cambio, este medio recuerda con cierta nostalgia
los tiempos de Ricardo Texeira, el ex yerno del ex presidente de la FIFA, Joao
Havelange, quien en sus tiempos no tuvo las mismas dificultades arbitrales y
muy por el contrario, gozó de favores importantísimos como en Estados Unidos
1994 o en Japón-Corea 2002.
Hoy, los medios dan a entender el escaso peso
específico de Brasil en la FIFA con la salida de Texeira y los problemas
políticos que tuvo la FIFA con el gobierno de Dilma Rousseff antes de comenzar
el Mundial.
Para sostener el argumento de los arbitrajes en
contra, los allegados al plantel brasileño también se toman de la sanción de
FIFA, luego ampliada, al vocero de Prensa Rodrigo Paiva, por agresión al
delantero chileno Mauricio Pinilla, en el camino a los vestuarios tras el
partido de octavos de final.
Siguiendo la línea de Marín, de la CBF, ahora Luiz
Felipe Scolari, el entrenador de la selección brasileña, optó ayer en la
conferencia de prensa previa a la semifinal ante Alemania, por no hablar mal
del árbitro del partido, el mexicano Marco Antonio Rodríguez, el mismo que no
vio la mordida del uruguayo Luis Suárez al italiano Giorgio Chiellini.
“Sí el no lo vio, hay que creerle”, dijo Scolari,
convertido de repente en un ferviente creyente en la conducta arbitral, luego
de defenestrar uno a uno a todos los jueces que dirigieron a su equipo, como
cuando tras el empate ante México preguntó a los periodistas si nadie le iba a
consultar por algún penal concedido a su equipo. “¿Cómo? ¿Hoy no hay penales para Brasil?”,
preguntó con sorna, antes de pararse y retirarse de la sala.
Por su parte, el entrenador alemán Joakim Low se
refirió a la dureza del partido de cuartos de final entre Brasil y Colombia.
“Casi no se jugó, fue muy violento y me sorprendió”, dijo el germano.
Scolari no quiso dar el equipo aunque dijo que ya lo
tiene en la mente, y por lo tanto persiste la duda sobre quién reemplazará a
Neymar, si Paulinho, para completar un mediocampo más defensivo junto a Luiz
Gustavo, o Hernanes, o Willian, mientras que Dante, jugador del Bayern Munich,
tiene todos los boletos para reemplazar a Thiago Silva, suspendido por doble
amarilla.
Ronaldo Nazario, ex goleador y campeón mundial en
2002, parece haber dicho las cosas con más equilibrio. “Hay que saber jugar sin
Neymar. Brasil nunca dependió de un jugador. Ni siquiera de Pelé”.
Eso sí, Neymar jugó 25 de los 27 partidos con
Scolari de entrenador. ¿Habrá un Plan B al nivel del anterior?
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