domingo, 14 de junio de 2015

El retroceso, el gran tema de esta selección argentina (Jornada)



               DESDE LA SERENA, CHILE



En sucesivas charlas, comentarios y conferencias de prensa durante los partidos amistosos que desde hace casi un año jugaba la selección argentina, el director técnico, Gerardo “Tata” Martino, vino insistiendo en un concepto fundamental pàra su trabajo y el esquema táctico: el retroceso.

Si lo que se pretende (y loable que así sea luego de años con un trabajo muy respetable de Alejandro Sabella, pero de otras características) es tener un gran porcentaje de posesión de pelota para no tener que depender de lo que haga el rival, el concepto de retroceso es importantísimo porque es muy difícil, por más precisión que se tenga, que no haya errores en el último pase o aún más, en algún pase intermedio en la escala hacia la red adversaria.

Es allí, en ese punto específico, que tanta gente volcada al ataque, acostumbrada a administrar la pelota, debe concentrarse para recuperarla, para no tener que sufrir luego contragolpes con el equipo de espaldas y en muchas ocasiones abierto.

Sin la colaboración, entonces, de los que quedan por detrás de la línea de la recuperación rival, cuando ya encara hacia el arco argentino, la situación se puede llegar a complicar mucho, porque es muy posible que el equipo argentino pueda quedar en inferioridad numérica, y descolocado, tal vez con algún jugador en una posición intermedia.

Por eso es que Martino viene proponiendo una marca escalonada desde los delanteros propios y los volantes ofensivos, para que colaboren con el resto de los que presionan (los que vienen de atrás hacia adelante, en posiciones “normales”), como para que la pelota no salga de esa zona, y permita la recuperación pronta y la inmediata vuelta a la administración para retomar el ataque.

Entonces, si esos delanteros o volantes ofensivos o carrileros, dependiendo del caso, no colaboran lo suficiente en ese escalonamiento, si no ayudan para recuperar la pelota (que no es lo mismo que quitarla, sino pensar en volver a administrarla a favor del equipo), todo se va a complicar y puede suceder lo del sábado ante Paraguay, que es muy raro en el fútbol del siglo XXI: que ganando 2-0, el que va en ventaja (es decir, en este caso, Argentina) deje tantos espacios para que el rival llegue con muchos jugadores y genere situaciones de peligro frente al arco de Sergio Romero.

Esto ocurrió porque en la selección argentina del sábado hubo jugadores que por distintas razones (llámense físicas, anímicas, ambas) no se plegaron con la misma convicción a ese escalonamiento al que convoca Martino, a generar equilibrio en lo que el director técnico llama “retroceso”.

Por lo menos, hemos observado desde nuestro pupitre en el estadio La Portada, que dos jugadores, Ever Banega y Javier Pastore, no trabajaron coordinadamente con el resto en la premisa de Martino. Demasiado lujo para estos tiempos y más, con la muy buena idea filosófica general sobre el juego albiceleste con la que se parte.

Claro que la selección argentina no jugó sola. Enfrente hubo un equipo paraguayo muy cambiante, que no generó nada en el primer tiempo, con jugadores muy veteranos y de poca movilidad, que no significaron un problema.

Sin embargo, Ramón Díaz, el labrunesco entrenador argentino de la selección paraguaya, siempre supo leer bien el fútbol. No es una novedad. No descubrimos nada. Dirige hace veinte años y no es casual que haya ganado tantos títulos de equipos.
Díaz hizo bien los tres cambios. Apostó a una mayor frescura en el segundo tiempo con el ingreso de Derlis González (que se salvó por poco de la expulsión), Néstor Benítez y el argentino nacionalizado Lucas Barrios, y cuando consiguió descontar por el bombazo del interminable Haedo Valdez, el equipo entendió que empatar no era una quimera y profundizó la presión ante el quedo mencionado de varios jugadores argentinos.

No sólo el empate de Barrios no fue casualidad sino que dejó la sensación de que si el partido seguía un poco más, hasta pudo haberlo perdido la selección argentina, que también tuvo varias ocasiones de gol que desperdició o que tapó el arquero Silva.
Martino no debe quedarse con el inesperado resultado, aunque es cierto que la Copa América es un torneo corto que no da demasiadas chances de revancha, sino que la mira debería tenerla puesta en esos conceptos que para él son fundamentales y que fueron claves en el partido del sábado.

Es cierto que, como bien dijo el propio director técnico, el retroceso necesita de muchos días de trabajo y que sólo se consiguen éstos en tiempos de torneos largos como la Copa América o un Mundial, pero si el camino es éste, no hay opción.

Ahora, Uruguay aparece como un rival de cuidado para mañana en La Portada porque un empate deja a la selección argentina en una situación complicada pensando en los cuartos de final en un grupo en el que ganarlo, significa rivales mucho más accesibles y en cambio ser segundos, además de cambiar de sede (Viña del Mar por Concepción) implica jugar contra el ganador del Grupo C, que pueden ser Colombia o Brasil.

El pecado, como bien dijo Martino, es no haber aprovechado una diferencia de dos goles y en una inmejorable situación, por poder manejar el marcador y los espacios, y por el poder de fuego de los atacantes.


Es una lección como para aprender rápidamente, pasar página y profundizar en conceptos, o cambiar jugadores si hace falta.

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