DESDE SANTIAGO DE CHILE
Pasaron cuatro años desde la Copa América de
Argentina y sin embargo, la sensación es la de haber transcurrido una década
para que el fútbol sudamericano se reencontrara ahora en esta convulsionada
ciudad con paros de transporte y atenta a la recepción de turistas para la
inauguración de un nuevo certamen continental con más preguntas que certezas.
Entre los grandes interrogantes aparecen los
futbolísticos y los institucionales, esta vez sin tanta distancia entre sí,
porque esta Copa América que vuelve a Chile después de 24 años, se juega a muy
pocos días de que se haya descabezado la FIFA, y con algunos encumbrados
dirigentes de la Conmebol presos o con causas con la Justicia estadounidense o
suiza, y hasta otros, ligados a los medios de comunicación, que tenían derechos
de transmisión vendidos, buscados directamente por la Interpol.
Es en este contexto de enorme irregularidad, que
bien pudo paralizar el torneo hasta tanto se aclarara la situación, es que el
fútbol tratará de encontrar su lugar, a partir de los grandes cracks que
estarán presentes en el torneo, muchos de ellos ubicados en el nivel top del
mundo, como los barcelonistas Lionel Messi, Neymar, Javier Mascherano y Claudio
Bravo, como ejemplo de tantos que de la mayoría de los doce equipos (los diez
del continente y los dos invitados, México y Jamaica, de Concacaf) participan
en las grandes ligas europeas.
Para la selección argentina, que debuta el sábado
próximo en La Serena ante la de Paraguay, que ahora dirige Ramón Díaz, será el
debut oficial de Gerardo Martino como entrenador y una vez más, el inicio de un
sueño por conquistar un título de mayores que se le niega desde hace 22 años,
cuando dos generaciones atrás, con Alfio Basile de director técnico, ganaba la
Copa de Ecuador.
Lo dijo nada menos que Messi en la conferencia de
prensa de ayer en La Serena. Aunque reconoció que llega mejor que para el
Mundial de Brasil 2014, este equipo argentino necesita ganar algo porque sería
muy triste que tantas estrellas tan destacadas en el plano internacional, vayan
bajando la cuesta, por una cuestión de edad, y acaben sus carreras sin
estrellas con la albiceleste.
No siempre la selección argentina tendrá un ataque
tan temible cono el que posee ahora, aún cuando Angel Di María llega sin haber
tenido continuidad en el Manchester United, pero con el mejor jugador del mundo
en sus filas, con tres “nueves” según la visión de Martino (Sergio Agüero y
Gonzalo Higuaín), y una cantidad de importantísimos jugadores en todas sus
líneas.
Tanto es así, que Mauricio Soria, el director
técnico de Bolivia, tuvo que resignarse y admitir que ante el equipo argentino,
en el amistoso del sábado pasado en San Juan “hemos tenido un duro golpe con la
realidad”, marcando la enorme diferencia existente entre los dos conjuntos, con
un 5-0 rotundo.
Pero el equipo argentino no es el único que llega
con ambiciones. Chile, a la que se le ha negado siempre este título
continental, cree tener (y es probable que tenga razón) la mejor selección de
su historia, con un jugador de peso internacional en cada línea, desde su
arquero Claudio Bravo, el defensor Gary Medel, el volante Arturo Vidal y el
delantero Alexis Sánchez.
Si bien eso no significa que tenga garantizado nada,
este hecho y su papel en el pasado Mundial, en el que casi elimina al propio
Brasil en octavos de final tras dejar una muy buena imagen, lo proyectan como
candidato, por el apoyo que además tendrá de su público. Por eso es muy importante
su debut de hoy a las 20,30 en el no siempre bien recordado Estadio Nacional
(lugar de torturas y detenciones durante la dictadura pinochetista) ante un
Ecuador, dirigido por otro argentino, Gustavo Quinteros, que deja muchos
interrogantes.
Jorge Sampaoli, otro de los seis (el cincuenta por
ciento) directores técnicos argentinos, y responsable de “La Roja” local, es
cuestionado por algunos medios, que creen que se ha convertido en pragmático
luego de explicar que por la experiencia en Brasil 2014 a veces hay que
retrasarse unos metros para buscar otras variantes. Otros, en cambio, confían
plenamente en su trabajo.
Quinteros, en cambio, dejó en claro en su
conferencia de prensa de ayer que Ecuador no viene a esta Copa con el objetivo
de ganarla porque apunta todo a la clasificación mundialista, una manera de ir
abriendo el paraguas por si las cosas no funcionan como se pretendía.
Otras dos incógnitas, aunque también candidatos por
peso y por historia, representan Brasil y Uruguay, en una etapa nueva el
primero, con un trabajo de su nuevo director técnico, Dunga, que tendrá una
segunda oportunidad en este ciclo, y que apela mucho más al orden táctico y la
verticalidad, que al fútbol tradicional y vistoso de los verdeamarillos, que
han sacado muy buenos resultados en los amistosos y que tratan a toda costa de
olvidar rápidamente el desastre de su Mundial.
Uruguay, en cambio, representa una continuidad de su
director técnico, Oscar Tabárez, sin dudas el más longevo de todos en cuanto a
su tiempo de trabajo en la “Celeste”, pero que ya no contará con la generación
de Diego Lugano y Diego Forlán, y tampoco con el gran goleador Luis Suárez, que
debe seguir pagando su larga suspensión por aquel episodio de la mordida con
Giorgio Chiellini en Brasil 2014.
Uruguay es el seleccionado con más Copas América
ganadas (15 contra 14 de Argentina) y es el vigente campeón, y siempre acaba
peleando los títulos, esta vez, en el mismo grupo que Argentina, junto con
Paraguay y Jamaica.
El otro candidato es sin dudas Colombia con otro
argentino, el ya muy conocido José Pekerman, que sigue con su idea de fútbol
creativo en los pies de talentos como James Rodríguez, Teo Gutiérrez y con el
tan esperado regreso al primer plano, tras su lesión, de Radamel Falcao García.
El torneo cuenta además con la peculiaridad de los
seis directores técnicos argentinos, porque a los cinco mencionados hay que
sumar a Ricardo Gareca en la selección peruana.
Uno de los dilemas para la ceremonia inaugural de
esta noche en el Estadio Nacional, que contará con la canción “El Corazón del
Fútbol”, el himno oficial cantado por la banda “Noche de Brujas” es poder
demostrar un atisbo de normalidad en un contexto que no lo es, a partir de los
graves problemas en los que se debate el fútbol continental.
Tal vez por eso, la organización de la fiesta se
decantó por un típico trabajador chileno, que se encuentra con un balón, y que
al patearlo va disparando a las distintas sedes del torneo, sumado a la
pirotecnia.
La idea, nos cuentan, es mostrar un país tecnológico
y un continente innovador, aunque no parece que marche por esos carriles mucho
de lo organizativo, con las instituciones descabezadas y muchos dirigentes
escondidos para no tener que dar explicaciones al asunto con FIFA o la compra
de derechos con coima para esta Copa, y las siguientes de 2016, 2019 y 2023.
Si hasta el propio Barack Obama, presidente de los
Estados Unidos, salió a decir en la reunión del Grupo de los 7 en Elmau,
Alemania, que la FIFA debe tener una mayor claridad en su funcionamiento, ¿cómo
no pensar que su país está intentando quedarse con un gran torneo en un futuro
próximo?
No sólo Obama habló en Alemania, sino también Angela
Merkel (Alemania) y David Cameron (Gran Bretaña) con lo que queda claro la
importancia que va tomando el fútbol en el mundo, y los focos del planeta,
desde hoy, estarán puestos en Chile y hasta habrá que ver cuál es la recepción
del público a la presidente Michelle Bachelet en la ceremonia inaugural, máxime
con el antecedente de Dilma Rousseff en el Mundial pasado, y cuando aquí se
habla del hartazgo de la gente con su muy criticada clase política.
La gran pregunta es si el fútbol, una vez más,
alcanzará a tapar todos los hechos irregulares que rodean a esta Copa y si
podremos ver otra vez, como en 1991, en este mismo lugar, a la selección argentina levantando la Copa.
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