DESDE SANTIAGO DE CHILE
Eran las 13,30 de ayer y en el lujoso hotel Gran
Hyatt, el silencio era atroz. Unos pocos en la cafetería, periodistas de las
agencias internacionales Reuters y AP que llevaban cuatro días apostados allí a
la espera de alguna aparición, y mayoría de empleados, muy cordiales,
resignados ya a un espectáculo que no era ni por asomo el que esperaban.
De toda la parafernalia que suele envolver a las
zonas nobles de las ciudades cuando está a punto de comenzar un gran evento,
como lo es la Copa América, no quedaba nada porque los dirigentes de la
Conmebol, y con ellos, los empresarios de toda laya (mediáticos y de
representación de jugadores o agencias de viaje) brillaban por su ausencia.
Jornada intentó en vano comunicarse por lo menos con
dos habitaciones, las del presidente de la Asociación uruguaya de Fútbol (AUF),
Wilmer Valdez, y con el titular de la AFA, Luis Segura. En ambos casos, la
explicación del hotel es que todos tienen reserva tomada de las habitaciones
desde hacía cuatro días, pero que “aún” no habían llegado a tomar posesión…y
todo esto, a siete horas de la ceremonia inaugural, algo doblemente extraño
porque no es para nada lo usual y porque todos estos dirigentes cobran muy
buenos viáticos diarios como para perdérselos y todos al mismo tiempo.
Apenas si apareció Luis Chiriboga, el presidente de
la Federación Ecuatoriana, y luego, ya en la ceremonia inaugural, el de la
Federación Chilena, Sergio Jadue. Ni siquiera José Antonio Napout, el paraguayo
titular de la Conmebol, estuvo presente en el Palco de Honor del estadio
Nacional junto a la presidente de la Nación, Michelle Bachelet, envuelta en una
importante crisis política, que, por cierto, tampoco habló y apenas si se la
vio, con la camiseta roja tapada con un abrigo y una bufanda.
Un silencio más que sugestivo luego de todo lo que
fue pasando con los episodios de corrupción que mancharon a la FIFA y que
generó la prisión de algunos dirigentes como el titular de la Federación Venezolana,
Rafael Esquivel, o el ex vicepresidente de FIFA, el, uruguayo Eugenio
Figueredo.
Mientras tanto, Roger Bello, el veedor del
Boca-River del escándalo de la Copa Libertadores, decía a Jornada que el
problema era que se dañaba a la institución “cuando el problema son algunos
hombres”, un discurso que parece bajar desde Napout y que hasta repitió en los
peores días de Zurich el propio kaizer Franz Beckenbauer.
Es una Copa América descabezada, casi sin dirigentes
que expliquen lo que pasó, una enorme mayoría sospechada y hasta sin
interlocutores en los temas atinentes a las acreditaciones.
La sensación es que hay una segunda o tercera línea
de empleados con cierta jerarquía, que hacen lo humanamente posible por
solucionar gravísimos problemas en cada sede, cuando ya la organización tenía
muchas dificultades por los escasos cupos en los muy pequeños estadios para un
torneo semejante, pero que no tienen cómo consultar con sus jefes, que si no
están presos, están siendo prófugos. Una situación novelesca.
A todo esto, desde Europa llegaban tres noticias de
impacto, que Alejandro Burzaco, ex CEO de Torneos, se encontraba bajo arresto
domiciliario en la lujosa Villa Anina, cerca de Bolzano, en Italia, que había
renunciado en forma fulminante el director de Comunicaciones de la FIFA, Walter
de Gregorio, luego de un chiste de “mal gusto”, y que la justicia suiza
investiga con lupa, ahora, aquel partido de fines de 2010 en Qatar entre
Argentina y Brasil, a pocos días de que este país haya sido elegido sede del
Mundial 2022, con pagos exagerados a la AFA y la CBF.
Por si fuera poco, la Conmebol supo hoy que hasta El
Vaticano dio de baja un acuerdo con la institución por el que por cada gol de
la Copa América se iba a otorgar diez mil dólares para las Scholas Ocurrentes, como
había anunciado el Papa Francisco en abril pasado.
Se trata de la iniciativa “Goles por Scholas”, que
fue apoyada por Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) y TyC Sports, pero El
Vaticano dio de baja el acuerdo “hasta tanto se esclarezca la investigación
judicial en curso.
De todos modos, pocos en la Conmebol parecen haberse
percatado. Los paraderos de la mayoría de los dirigentes siguen siendo
desconocidos, al punto de no haber estado ni siquiera en la inauguración del
torneo que ellos mismos organizan, lo que se dice, una Copa descabezada y en
silencio, en el imperio del “no sabe/no contesta”.
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