DESDE LA SERENA, CHILE
Angustioso, pero importante. Sufrido, pero un gran
desahogo. No del todo justo, quizá, pero un gran refuerzo anímico para una
selección argentina que llegaba tras un golpe muy duro, como el empate
paraguayo sobre el final en el debut.
El equipo de Gerardo “Tata” Martino tuvo lagunas
otra vez, algunos buenos pasajes de fútbol aunque muy aislados, y
especialmente, tuvo en Sergio Agüero un gol fundamental, a partir de un gran
anticipo de cabeza desde un centro por la derecha de Pablo Zabaleta, para ganar
el clásico rioplatense 1-0 y quedar, ahora sí, a las puertas del primer lugar
en la clasificación del Grupo B de la Copa América.
La selección argentina sigue con la misma idea, lo
cual no tiene demasiado de objetable: dominio de pelota, la mayor posesión
posible, apuesta por el buen fútbol, intenciones estéticas. Pero para poder
plasmar este sistema, Martino necesita un tiempo que aquí no tiene porque los
torneos de este tipo no cuentan con la posibilidad de mecanizar jugadas, a lo
sumo podrá tener lapsos mayores cuando acabe la primera fase y haya una semana
de entrenamientos.
Por eso es que el equipo argentino tiene problemas
en el retroceso cuando pierde la pelota, si bien anoche muchos jugadores
colaboraron regresando como Angel Di María, de gran despliegue, o Lucas Biglia,
un buen complemento para Javier Mascherano en la contención aunque comenzó
jugando por delante del volante del Barcelona.
El equipo argentino comenzó dominando el partido
ante un rival que sabía que el empate le convenía y se cerró lo suficiente, fue
resistiendo, y lentamente fue saliendo de su propio campo para terminar
generando dos situaciones claras por arriba, por Diego Rolan y por Diego Godín,
pero ambos cabezazos se fueron apenas afuera lamiendo el palo derecho de Sergio
Romero.
Fueron indicios de que la selección argentina no
tiene mucha fuerza en el juego aéreo, apenas los dos centrales, Ezequiel Garay
y Nicolás Otamendi, mientras que Uruguay le contraponía a cuatro cabeceadores
como los dos mencionados más Edinson Cavani y el otro central, José María
Giménez.
Los minutos transcurrían y el equipo argentino
comenzó una rotación que puede ser aceptable por algunos instantes, pero salvo
Agúero, una referencia en el área rival, tanto Di María como Javier Pastore
cambiaban permanentemente de posición, con un Lionel Messi que en vez de partir
por la derecha, se corrió al centro pero muy alejado del arco de Fernando
Muslera.
Con tanta rotación, la selección argentina perdió
más referencias posicionales, los laterales no pasaban cuando debían, en esa
confusión, hasta que a los pocos minutos de comenzar el segundo tiempo llegó el
gol de Agüero, justamente gracias a esa referencia que no tenía el resto.
Desde ahí, fueron los mejores momentos del equipo
nacional, porque Uruguay, necesitando empatar, abandonó el cerrojo y su
director técnico Tabárez buscó llegar por afuera con el volante de River Plate,
Carlos Sánchez, y con Abel Hernández por Cristian Rodríguez, pasando a un 4-3-3
bastante parecido a lo que hizo Paraguay en el debut copero.
Y el partido comenzó a parecerse al de Paraguay en
todo sentido. Los uruguayos lograron cortar el circuito que habían comenzado a
armar Messi y un Pastore mucho más activo, con algunos encontronazos, faltas y
discusiones que desconcentraron a los de Martino, para buscar el gol con todo
lo que tenían en el final, y bien pudieron empatarlo si no fuera porque
desperdiciaron claras situaciones.
Por eso, una vez más, es difícil referirse sólo al
resultado, sino que hay que apuntar al ciclo y al aprendizaje que se puede
extraer de esta dura experiencia en el clásico rioplatense. Hay mucho que
corregir pero siempre es mejor hacerlo con un triunfo que además, coloca al
equipo argentino muy cerca de jugar ante un rival de menos peso en cuartos de
final.
No es poco, pero no es todo. Que el triunfo, por más
importante que haya sido, no obnubile a los protagonistas porque el camino es
muy largo aún.
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