La selección holandesa fue testigo del bautismo de
los dos. Es cierto que ambos equipos estaban ya clasificados para los octavos
de final del Mundial de Alemania 2006, pero para ese partido, el tercero de la
fase de grupos, el entrenador de la selección argentina, José Pekerman, decidió
alinear a la dupla ofensiva suplente: los muy jóvenes y pelilargos Carlos Tévez
y Lionel Messi.
El partido terminaría sin goles, no quedó
especialmente en el recuerdo de muchos, y sin embargo, fue premonitorio: los
dos delanteros quedarían con el tiempo como las dos caras de una misma moneda.
Tévez (5/2/1984) y Messi (24/6/87) son muy
diferentes y cercanos en generaciones. Casi opuestos en sus caracteres y
trayectorias. No son amigos. Sí hay entre ellos un respeto futbolístico, pero
los separa un abismo. Incluso, su clase social.
Tévez es, para decirlo de una manera cercana al
público holandés, mucho más cercano a Diego Maradona que a Messi. Extrovertido
(aunque no al punto de proponerse ser un poder ni discutirle abiertamente a los
poderosos, su mira es más corta), histriónico (suele bailar cumbia, un ritmo
latino, en público, junto a su hermano, parte de la banda “Piolavago” y suele
vestir con tapados de piel y ropa de colores chillones), capaz de decir algo
inconveniente en el momento menos oportuno.
Messi es introvertido, callado. Sólo le gusta hablar
en el campo de juego con sus jugadas, pero su mayor deseo, cuando terminan los
entrenamientos o partidos, es irse lo antes posible a su casa para estar con su
mujer (embarazada de otro varón), su hijo y descansar, mirar la TV o comer
alguna carne empanada con huevo (milanesa).
Tévez nació en una de las zonas más peligrosas
cercanas a la ciudad de Buenos Aires, en Fuerte Apache, y cuenta siempre que
por muchas horas del día ni siquiera podía salir de su casa por los balazos,
padeció la muerte de su compadre en las canchitas de fútbol y tiene familiares
presos por robo.
Messi proviene de una familia de clase media baja,
con su padre empleado de una empresa estatal que entró en quiebra cuando la
Argentina tocó fondo en 2001, que fue cuando la familia decidió emigrar a
Barcelona y Leo contaba sólo con 13 años.
Para los argentinos, sin embargo, hay una diferencia
fundamental entre ellos, en cuestión de imagen y afecto. El hecho de que Messi
jamás haya jugado en el fútbol local hace que pierda respaldo popular, porque
creció futbolísticamente demasiado lejos.
Tévez, al contrario, jugó en el club más popular del país, Boca Juniors,
con el que no sólo ganó todo en poco tiempo (torneos locales e internacionales
entre 2003 y 2004, cuando emigró al Corinthians de Brasil) sino que hace
constante referencia a su ex equipo.
Días pasados, mientras Boca y River disputaban los
octavos de final de la Copa Libertadores, Tévez festejó un gol suyo con la
Juventus haciendo el gesto de una gallina con sus brazos, (A River se lo
identifica con este apodo), rememorando otro festejo igual suyo, en la misma
Copa, once años atrás, en un partido
clave.
En la Argentina, por muchos años, Tévez fue
preferido sobre Messi por estas razones. Era extraño, por ejemplo, que para la
Copa América 2011, organizada justamente en el país, los sponsors presionaron
para que el “Apache” fuera convocado por el entrenador Sergio Batista, que no
lo tenía en cuenta.
Es que Tévez tenía más publicidades que el propio
Messi, que ya era desde hacía tiempo el mejor jugador del mundo. De todos
modos, esa Copa acabó para el equipo argentino en cuartos de final, eliminado
por penales por Uruguay porque Tévez erró el suyo ante Fernando Muslera.
Que Tévez no haya sido tenido en cuenta por Batista
no era por razones futbolísticas. Hasta el Mundial 2010, había sido
estrechamente protegido por Diego Maradona, el entonces entrenador, que lo
prefería sobre el propio Messi, y cuando acabó el torneo de Sudáfrica, la AFA
despidió al entrenador y el Apache, leal, opinó que debía seguir y enojó al
recién llegado, que lo borró.
En cambio, fue justamente tras la Copa América de Argentina
2011 que la AFA entendió que debía acabar un ciclo y comenzar otro, con Messi
en el poder de decisiones y con todos los sponsors ligados al crack del
Barcelona.
Tévez, rebelde, enojado con Batista y con algunos
cortocircuito por celos con Messi, fue perdiendo lugar hasta con el resto del
plantel, que veía a Leo como un líder silencioso, al que seguirlo más por sus
actos que por sus palabras. Y aunque a Batista le fue mal en la Copa América y
fue reemplazado por Alejandro Sabella desde 2012, las cosas se mantuvieron
igual o peor.
Tévez no volvió a ser convocado ni jugó el Mundial
de Brasil 2014. Era extraño porque Sabella justificaba el por qué no convocaba
a tal o cual jugador, pero cuando le consultaban por Tévez, decía “el grupo ya
está cerrado”. En Estocolmo, en un amistoso ante Suecia, en el vestuario, los
jugadores argentinos cantaron a puertas cerradas “No llamen a nadie más, ya
estamos todos”. El destinatario, era claro.
Lo que se decía entre los rumores llegados del
propio plantel argentino era que Tévez no aceptaba de buen grado ser suplente,
o el liderazgo de Messi porque en el fondo, siempre se creyó un par.
Este periodista lo entrevistó en 2008, y le preguntó
entonces a Tévez qué se sentía compartir ataque en el Manchester United junto a
Cristiano Ronaldo y Rooney, y respondió que “los tres estamos al mismo nivel”.
Faltando poco para el Mundial, Tévez arriesgó
acercarse a Messi en los medios, aceptando su liderazgo en el equipo, pero ya
era tarde.
Tras el Mundial, asumió Gerardo Martino como
entrenador, y decidió jugarse y convocar a Tévez otra vez. Por ahora, hay una
extraña calma.
El DT suele decir que mientras no haya problemas, no
puede dejarlo afuera sin razones concretas y que nadie se quejó. Otros, dicen
que si en los dos primeros amistosos no convocó a Tévez, fue para consultar al
resto del plantel y anunciarle la novedad.
El sábado 6 de junio, otra vez Messi y Tévez serán
las dos caras de la final de la Champions League. Otra vez ambos en el lado
opuesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario