viernes, 5 de junio de 2015

Messi y Tévez, las dos caras del fútbol argentino (De Volkskrant, Holanda)



La selección holandesa fue testigo del bautismo de los dos. Es cierto que ambos equipos estaban ya clasificados para los octavos de final del Mundial de Alemania 2006, pero para ese partido, el tercero de la fase de grupos, el entrenador de la selección argentina, José Pekerman, decidió alinear a la dupla ofensiva suplente: los muy jóvenes y pelilargos Carlos Tévez y Lionel Messi.

El partido terminaría sin goles, no quedó especialmente en el recuerdo de muchos, y sin embargo, fue premonitorio: los dos delanteros quedarían con el tiempo como las dos caras de una misma moneda.

Tévez (5/2/1984) y Messi (24/6/87) son muy diferentes y cercanos en generaciones. Casi opuestos en sus caracteres y trayectorias. No son amigos. Sí hay entre ellos un respeto futbolístico, pero los separa un abismo. Incluso, su clase social.

Tévez es, para decirlo de una manera cercana al público holandés, mucho más cercano a Diego Maradona que a Messi. Extrovertido (aunque no al punto de proponerse ser un poder ni discutirle abiertamente a los poderosos, su mira es más corta), histriónico (suele bailar cumbia, un ritmo latino, en público, junto a su hermano, parte de la banda “Piolavago” y suele vestir con tapados de piel y ropa de colores chillones), capaz de decir algo inconveniente en el momento menos oportuno.

Messi es introvertido, callado. Sólo le gusta hablar en el campo de juego con sus jugadas, pero su mayor deseo, cuando terminan los entrenamientos o partidos, es irse lo antes posible a su casa para estar con su mujer (embarazada de otro varón), su hijo y descansar, mirar la TV o comer alguna carne empanada con huevo (milanesa).

Tévez nació en una de las zonas más peligrosas cercanas a la ciudad de Buenos Aires, en Fuerte Apache, y cuenta siempre que por muchas horas del día ni siquiera podía salir de su casa por los balazos, padeció la muerte de su compadre en las canchitas de fútbol y tiene familiares presos por robo.

Messi proviene de una familia de clase media baja, con su padre empleado de una empresa estatal que entró en quiebra cuando la Argentina tocó fondo en 2001, que fue cuando la familia decidió emigrar a Barcelona y Leo contaba sólo con 13 años.

Para los argentinos, sin embargo, hay una diferencia fundamental entre ellos, en cuestión de imagen y afecto. El hecho de que Messi jamás haya jugado en el fútbol local hace que pierda respaldo popular, porque creció futbolísticamente demasiado lejos.  Tévez, al contrario, jugó en el club más popular del país, Boca Juniors, con el que no sólo ganó todo en poco tiempo (torneos locales e internacionales entre 2003 y 2004, cuando emigró al Corinthians de Brasil) sino que hace constante referencia a su ex equipo.

Días pasados, mientras Boca y River disputaban los octavos de final de la Copa Libertadores, Tévez festejó un gol suyo con la Juventus haciendo el gesto de una gallina con sus brazos, (A River se lo identifica con este apodo), rememorando otro festejo igual suyo, en la misma Copa, once años atrás, en  un partido clave.

En la Argentina, por muchos años, Tévez fue preferido sobre Messi por estas razones. Era extraño, por ejemplo, que para la Copa América 2011, organizada justamente en el país, los sponsors presionaron para que el “Apache” fuera convocado por el entrenador Sergio Batista, que no lo tenía en cuenta. 

Es que Tévez tenía más publicidades que el propio Messi, que ya era desde hacía tiempo el mejor jugador del mundo. De todos modos, esa Copa acabó para el equipo argentino en cuartos de final, eliminado por penales por Uruguay porque Tévez erró el suyo ante Fernando Muslera.

Que Tévez no haya sido tenido en cuenta por Batista no era por razones futbolísticas. Hasta el Mundial 2010, había sido estrechamente protegido por Diego Maradona, el entonces entrenador, que lo prefería sobre el propio Messi, y cuando acabó el torneo de Sudáfrica, la AFA despidió al entrenador y el Apache, leal, opinó que debía seguir y enojó al recién llegado, que lo borró.

En cambio, fue justamente tras la Copa América de Argentina 2011 que la AFA entendió que debía acabar un ciclo y comenzar otro, con Messi en el poder de decisiones y con todos los sponsors ligados al crack del Barcelona.

Tévez, rebelde, enojado con Batista y con algunos cortocircuito por celos con Messi, fue perdiendo lugar hasta con el resto del plantel, que veía a Leo como un líder silencioso, al que seguirlo más por sus actos que por sus palabras. Y aunque a Batista le fue mal en la Copa América y fue reemplazado por Alejandro Sabella desde 2012, las cosas se mantuvieron igual o peor.

Tévez no volvió a ser convocado ni jugó el Mundial de Brasil 2014. Era extraño porque Sabella justificaba el por qué no convocaba a tal o cual jugador, pero cuando le consultaban por Tévez, decía “el grupo ya está cerrado”. En Estocolmo, en un amistoso ante Suecia, en el vestuario, los jugadores argentinos cantaron a puertas cerradas “No llamen a nadie más, ya estamos todos”. El destinatario, era claro.

Lo que se decía entre los rumores llegados del propio plantel argentino era que Tévez no aceptaba de buen grado ser suplente, o el liderazgo de Messi porque en el fondo, siempre se creyó un par.

Este periodista lo entrevistó en 2008, y le preguntó entonces a Tévez qué se sentía compartir ataque en el Manchester United junto a Cristiano Ronaldo y Rooney, y respondió que “los tres estamos al mismo nivel”.

Faltando poco para el Mundial, Tévez arriesgó acercarse a Messi en los medios, aceptando su liderazgo en el equipo, pero ya era tarde.

Tras el Mundial, asumió Gerardo Martino como entrenador, y decidió jugarse y convocar a Tévez otra vez. Por ahora, hay una extraña calma.

El DT suele decir que mientras no haya problemas, no puede dejarlo afuera sin razones concretas y que nadie se quejó. Otros, dicen que si en los dos primeros amistosos no convocó a Tévez, fue para consultar al resto del plantel y anunciarle la novedad.


El sábado 6 de junio, otra vez Messi y Tévez serán las dos caras de la final de la Champions League. Otra vez ambos en el lado opuesto.

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