Por estas horas, desde muchas usinas hacen pulular
escuchas del fallecido ex presidente de la AFA con tanta facilidad que da la
impresión de que estaban ahí, al alcance de la mano desde siempre y sin
embargo, nadie nunca las entregó a los medios.
Entre esos medios que hacen circular palabra por
palabra, texto por texto, diálogo por diálogo, hay unos cuantos que siempre lo
supieron pero que lo callaron por décadas para salir ahora, cuando ya todo se
cocina a fuego lento, y cuando soplan vientos de cambio.
Ahora es fácil salir al ruedo. Era antes cuando
había que hacerlo. Cuando Grondona y su enorme poder construido al mejor estilo
Al Capone de la Número Cinco, hacía y deshacía a su gusto y placer, al punto
tal de que no le alcanzó con vaciar el edificio de la AFA de la calle Viamonte
1366 sino que ya manejaba los hilos desde un teléfono sentado en un sillón del
lujoso hotel Bar Au Lac, en Zurich.
Fue cuando Grondona se alió a los grandes grupos y
ayudó a que éstos conformaran un monopolio tal que millones de personas
tuvieron que mirar los partidos del equipo de sus amores o la selección
argentina con la ñata contra el vidrio desde afuera de los bares o pagándose una
consumisión, porque de lo contrario estaban condenados a mirar los dibujitos
que hacían de jugadores, o el grito de las tribunas sin que apareciera el gol
en pantalla.
Fue en ese momento cuando hubo que decirlo, pero no
lo iban a hacer cuando formaban parte de ese enorme entramado, al punto que en
la etapa residual, desde 2009 hasta ahora, cuando ya Grondona giró, por una
mayor oferta económica, y se alió con el Estado, Alejandro Burzaco, quien se
entregó en una lujosa villa italiana, seguía moviendo todos los hilos en nombre
del capo.
Que Grondona decidía los árbitros, que los clubes
grandes pueden tachar a unos para poner a otros, que un árbitro internacional
paraguayo era pedido por uno de los clubes más grandes de la Argentina para
favorecerse en la Copa Libertadores, que se arreglan partidos y se pagan
incentivaciones o se intentan pagar por distintas vías, no puede ser, a esta
altura, más novedad que el hecho de que por fin, alguien aparezca diciéndolo
con nombre y apellido, e incluso, aún en las escuchas, se evita la mención o se
habla con códigos previamente acordados.
En la fenomenal trilogía de “El Padrino” de Francis
Ford Cóppola, como en la gran serie “Los Soprano” aparecen esta clase de
códigos mafiosos (cuando dialogan entre los integrantes del grupo, dicen por
ejemplo “fulano se fue” para decir que murió o que ellos mismos se encargaron
de matarlo).
El fútbol argentino, y también sudamericano, y eso
es lo bueno, va mostrando lentamente sus cartas, todo aquello que imaginamos y
que pensamos pero que no podíamos comprobar por el mismo problema de siempre en
este ámbito: la falta de papeles, de documentación, que también estuvo siempre
relacionado con la autarquía, con el enorme poder que el fútbol amasó y sigue
teniendo mientras no se le quite esta inmunidad por la que existe una Justicia
de los hombres pero al mismo tiempo, una paralela del fútbol.
Mientras eso no cambie, podrán irse estos dirigentes
y llegar otros, que tranquilamente podrían construir un nuevo sistema de
justicia propia, de movimientos entrelazados con toda clase de poderes como en
aquella escucha en la que aparecen todos queriendo engañar a la opinión pública
sobre que no estaban enterados de la visita a la AFA del secretario de
Seguridad de la Nación, Sergio Berni.
Casi todo, por no decir todo, fue y es aún una
puesta en escena, y no sólo en la Argentina.
Medios de otros países sudamericanos se han tomado de esto para
desligarse como si en su ámbito esto no pasara, como si los “sorteos” de la
Conmebol acabaran siempre, oh casualidad, con que el local tiene el grupo más
fácil y no tiene grandes potencias como obstáculo hasta la semifinal o final.
La metodología es tan vieja, que Grondona mismo, en
una escucha, dice que ya para la final de la Copa Libertadores de 1964, entre
Santos e Independiente, y siendo dirigente de los rojos (es decir, 15 años
antes de llegar a la titularidad de la AFA) ya impuso los dos líneas de uno de
los dos partidos decisivos ante los de Pelé y compañía. Nada nuevo bajo el sol,
entonces.
Sí queda claro, cada vez más, dónde se paran los que
forman parte de este sistema sucio y corrupto y la pregunta es dónde se piensa
parar el público, el que está del otro lado. El que consume, el que tiene
pasión, no el que la administra, como decía Grondona.
¿Es posible seguir siendo puro en el tablón o la
platea, o incluso frente a la TV? ¿O es que ya el propio hincha ha cedido
terreno, con escasa o nula ingenuidad, como cuando aprueba que un jugador
propio se vaya seis meses después de llegar porque “es negocio”? ¿Negocio para
quién? O cuando parte del periodismo argentino que cubre fútbol, para referirse
al ámbito local, lo hace como “el mercado local”. ¿Mercado o actividad
deportiva?
Por eso, el circo de las escuchas anda dando vueltas
por los medios pero hay que tener mucha memoria y recordar, todo lo posible,
quién es quién, qué rol juega, y qué hay de nuevo en tanta podredumbre.
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