Desde Moscú
Es cierto que el Mundial lleva pocos días. Apenas
poco más de una jornada es demasiado poco tiempo para analizar con precisión
las posibilidades y los rendimientos de cada equipo o de cada jugador, si bien
para las estrellas, las oportunidades para lucirse no son tantas y dependen de
los marcajes, los sistemas, el momento individual que viven y las
circunstancias de los partidos en los que participan.
Sin embargo, ya hay un hecho muy claro y es que el
inicio de Mundial de Cristiano Ronaldo no pudo ser más espectacular, no sólo
por los tres goles nada menos que ante su conocida España, sino porque el
primero de ellos, de penalti, ocurrió apenas a los dos minutos de iniciado el
partido y el torneo.
En verdad, Cristiano Ronaldo jugó bien y hay un
punto de exageración relacionado con su capacidad goleadora, sin dudas su punto
fuerte, pero esos tantos llegaron por un penalti, un libre directo
(magistralmente ejecutado y sobre la hora) y un grave error de David De Gea,
quien no pudo retener un balón al ras desde su posición, es decir que hay
mérito del delantero pero no se trata de esos goles que hacían temblar la
tierra sino dos de ellos a balón parado y el restante, por error ajeno.
Aún así, tres goles en un debut y ante un rival
exigente colocan a Cristiano Ronaldo en una situación privilegiada para lo que
sigue del Mundial y ante rivales más accesibles como Marruecos o Irán.
Si hay algo que puede alentar a Cristiano Ronaldo es
el inicio de Mundial de dos de sus principales adversarios en lo individual
como Lionel Messi y Neymar, quienes no han pesado lo suficiente para ser
comparados con el portugués.
Neymar comenzó bien su partido del domingo ante
Suiza, pero se fue desdibujando hasta perderse y ya no tener la misma actuación
que en la primera parte, mientras que Messi no ha comenzado bien, en parte por
sus propios errores, como cuando falló el penalti ante Islandia, contenido por
Hannes Halldorsson.
Messi fue de mayor a menor en el debut mundialista
argentino en Moscú, porque nunca se encontró cómodo (podría decirse que incluso
así parecía sentirse cuando saltó al campo de juego), y volvió a ocurrirle lo
mismo que tantas veces en los últimos años en la selección de su país: se
hallaba siempre solo, rodeado de adversarios que además en este caso eran
altos, de buen contextura física y que iban a buscarlo con firmeza para hacerle
falta o chocar con su físico y esto, tan sencillo, el equipo argentino no supo
resolverlo.
Entonces, Messi comenzó a quedarse sin fuerzas y,
aparentemente, sin muchos deseos, entre hastiado y enojado por el presente pero
especialmente por sentir que es una película que ya vio y que no quiere seguir
viendo, aunque todo indica que los hechos se van reiterando.
Tampoco Antoine Griezmann, sumido hasta los últimos
días en la novela de su posible pase al Barcelona o no, pudo rematar su penalti
en el complicado debut mundialista de su selección, Francia, ante Australia,
mientras que el que sí se destacó, reinventándose en España marcando los dos
goles ante Portugal.
Lo de Costa se inscribe dentro de otro sainete, el que protagonizaron el entrenador Julen Lopetegui,
el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, y el de la Real
Federación Española de Fútbol (RFEF).
Cuesta creer o imaginar que Real Madrid y la RFEF no
hayan podido mantener en secreto este acuerdo de partes hasta la finalización
del Mundial, lo que habría evitado filtraciones, miradas esquivas, críticas
duras en la prensa opositora y una convivencia tranquila durante el certamen,
sin crear falsas ideas de favoritismos varios.
A Luis Rubiales, el nuevo presidente de la RFEF, no
le tembló la mano para destituir a un buen entrenador como Lopetegui, quien
seguramente tampoco imaginó que el Real Madrid emitiría un comunicado justo a
dos días del Mundial anunciando la contratación del entrenador de la selección
española para cuando finalice el Mundial, apurado por los medios madrileños que
seguían sosteniendo que el Real Madrid no podía estar sin cronograma de verano
y de inicio de temporada recién después de la Copa del Mundo, y de aquellos
polvos, estos lodos.
De aquella idea de que el Real Madrid es más fuerte
que todo y puede contra todo es que se pensó en complacer a los medios, y al
mismo tiempo, una demostración de fuerza
y potencia locales, aunque haya generado un cimbronazo en la plantilla, que
veía cómo a dos días del Mundial se iba quien los había llevado hasta allí.
Pese a todo, y con el impacto psicológico de
comenzar perdiendo casi desde saque con aquel penalti que no existió (porque
Nacho no mueve sus piernas cuando cae Cristiano Ronaldo), la selección española
tiró de casta y de carácter, pero además de una base de su juego de los últimos
años para sobreponerse y casi ganar el partido. Y todavía con chances de ganar
el grupo y proyectarse hacia las finales con fuerza, aunque en el banquillo ya
no esté Lopetegui y si Fernando Hierro.
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