Desde Kazán
El alivio habría venido mejor de haber habido más
tiempo, pero el Mundial no sólo no lo permite, sino que la selección argentina
debe jugar en el primero de los cuatro días de octavos de final y ante un rival
de los más complicados: nada menos que Francia, uno de los equipos que más
creció en los últimos años en Europa.
Francia, finalista de su propia Eurocopa hace dos
años, y derrotada por Portugal aún sin Cristiano Ronaldo, lesionado durante la
definición, se fue recuperando de duros goles desde que fuera campeona del
mundo en 1998, en su propio torneo, cuando el himno del aliento era nada menos
que La Marsellesa, y se conjugaban las palabras mágicas: “Blanc, Noire, Beure”
(Blancos, negros, y árabes), la Francia multirraciual que hab{ia armado con
paciencia Aimée Jacquet y en la que terminó destacándose Zinedine Zidane en la
final ante Brasil luego de un torneo en el que no aparecía como se esperaba,
siendo muy joven.
En cambio, sí fueron más regulares Emmanuel Petit, y
un volante bajito pero con mucha personalidad y que era el capitán de un equipo
en el que atrás pesaba Laurent Blanc y cuyo arquero, Fabien Barthez, era capaz
de cualquier cosa. La base de ese equipo repitió (y jugando mucho mejor) en la
Eurocopa de 2000 y la sensación era de una superioridad tal, que para 2001 la
“France Football” publicó una portada extraordinaria en la que se mostraba el
festejo multiarracial en un gol en un amistoso, y el título decía algo así como
que mientras los vecinos ingleses penaban por llegar al Mundial 2002, Francia
paseaba sus figuras por el planeta.
Pero a Francia le suele pasar que esa arrogancia le
juega malas pasadas. En Japón-Corea 2002, cuando llegó como campeona del mundo,
no pudo pasar de la fase de grupos (algo parecido a lo de ahora de Alemania), y
ni siquiera pudo marcar goles, en un fracaso rotundo, que volvió a disimular
Zidane en sus últimas horas como futbolista cando, ya más veterano, condujo al
equipo de Raymond Doménech a la final ante Italia y el famoso cabezazo a Marco
Materazzi.
Pero Francia tiene estas cosas. Puede saltar de un
desastre como haber quedado fuera del Mundial 1994 de los Estados Unidos tras
caer como local 2-3 ante Israel (ganaba 2-0) justo cuando era el Mundial
anterior al propio, o no marcar goles como campeón mundial vigente en 2002, o
que se arme un tremendo escándalo alrededor de su plantel como en Sudáfrica
2010, que dio lugar a todo tipo de versiones, con el lateral Patrick Evra como
protagonista y la versión de que Robert Pires no era citado para disputar la
máxima cita por haber nacido en noviembre y ser capricorniano…porque así lo
consideraba un entrenador esotérico como Doménech.
Francia pudo recuperarse con el tiempo y la
aparición de una muy buena generación, pero otra vez se encontró con el affaire
sexual que involucró a Karim Benzema como supuesto victimario, lo que le costó
el puesto tras molestar a Mathieu Valbuena.
Todo esto tuvo que trabajar en su momento Didier
Deschamps, ahora como eslabón de aquel título conseguido hace veinte años, y
con el otro, Zidane, haciéndole sombra desde su intempestiva salida del Real
Madrid en mayo, plantándole cara nada menos que a su presidente Florentino
Pérez.
Deschamps tuvo como eje de la pasada Eurocopa a un
jugador robusto y talentoso como Dimitri Payet, pero se apoya también en otro
más alto y flaco, Paul Pogba, elegido el mejor jugador del Mundial sub-20
ganado por los “Blue” en 2013, y un plantel de renombre con estrellas en las
principales ligas del mundo, aunque el propio Championnat no logra enderezarse
pese al poderío económico del PSG.
Contra esta Francia jugará la selección argentina
que viene del fondo del mar, a punto de ahogarse, fue salvada in extremis, y
apenas respiraba pero ahora parece ya haberse recuperado y parte de cero como
todos, y con Lionel Messi en sus filas, y una historia pesada en títulos y
protagonismo, todo puede ocurrir.
Y si Francia es, junto con Brasil, una de las dos
selecciones que tiene todos los títulos posibles en todas las categorías, las
dos veces que se enfrentaron en la historia fueron victorias celestes y
blancas: 1-0 en el Mundial de 1930, con gol de Luis Monti a 9 minutos del
final, y el más reciente 2-1 del Monumental, con goles de Daniel Passarella de
penal y Leopoldo Luque, cuando enfrente jugó un tal Michel Platini.
Argentina-Francia, uno de los mejores partidos
posibles para esta época, comienza a las 17 (11 de la mañana de Argentina) y
puede ser la plataforma de lanzamiento para el que gane.
No hay comentarios:
Publicar un comentario