lunes, 25 de junio de 2018

Del dicho al hecho, en la Selección, hay años luz (Jornada)




                                                          Desde Moscú



En el Bronnitsy Trainning Centre, a una hora y media de esta ciudad, iban a hablar ayer, como rutina (que en realidad debería serlo y no lo es tal porque muchas veces nadie toma el micrófono entre los jugadores) Lucas Biglia y Giovani Lo Celso, pero sorpresivamente aparecieron sentados ante la prensa nada menos que Javier Mascherano, con toda la fuerza que esto genera, y el presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia.

Ya nos hemos referido a las consideraciones de ambos, pero yendo al terreno del fútbol mismo, del juego, hubo un par de frases de Mascherano que resultaron muy llamativas y con enorme sinceridad: la que se refiere a que el equipo “se descompuso” en los últimos minutos del partido pasado ante Croacia en Nizhny Novgorod, y que se cambia demasiado de sistema táctico con pocos días para asimilarlo en un Mundial.

Las dos frases son razonables y a lo que hay que sumar otras menos relacionadas con el juego, como que no se puede controlar lo incontrolable y que los rumores infundados suelen hacer un ruido molesto en el plantel.

En cuanto a los cambios de esquemas tácticos con pocos días de diferencia, hemos visto muy pocos casos como éste porque si bien cada equipo suele tener unos dos o tres sistemas, lo importante no es esto sino si ya fueron  trabajados, si pudieron practicarlo en algunos partidos amistosos ante rivales que valgan la pena para poder extraer buenas conclusiones.

Si tomamos el caso del próximo rival del martes en San Petersburgo, Nigeria, su director técnico, el alemán Gernot Rohr, suele tener al menos dos sistemas que varían de acuerdo al rival o las circunstancias: por ejemplo, ante Croacia en el primer partido, utilizó un 4-5-1, mientas que ante Islandia, corrigió el sistema para llevarlo a un 3-5-2, y eso no representa un  problema nacional.

Lo que cambia con respecto a la Argentina es esa sensación de improvisación, de atar todo con alambre, y no porque se trate de otro sistema distinto al inicial. Mucho menos grave sería, todavía, si se supiera a qué se juega.

Un  segundo punto interesante para analizar es el factor arquero. ¿Franco Armani atajará, si es que lo hace, porque Jorge Sampaoli lo quiere como titular, por los errores de Wilfredo Caballero, en especial el que determinó el primer gol croata de Ante Rebic, o porque hay una exigencia popular a partir de una enorme promoción que cierta prensa le hizo durante todo el semestre, más allá de que en el torneo argentino hizo su parte?

Y para finalizar, el hecho de que muy probablemente jueguen los “históricos” ante Nigeria, algo así como que hay una necesidad de que ellos “pongan la cara” en el partido decisivo o sean los capaces de cerrar una etapa de manera formal si es que el equipo queda eliminado.

¿Realmente hay necesidad de que alguien tenga que “poner la cara” aunque eso pueda significar una derrota dura y hasta una eliminación  por el solo hecho de colocar gente con experiencia pero que demostró a todas luces que no está para esos trotes?
¿No sería más lógico anteponer cuestiones como “dar la cara”, u “orgullo”, para dar pie a jugar mejor, a administrar la pelota y a pensar un poco más, con jugadores que por ahora casi no tuvieron chance, como Paulo Dybala y Giovani Lo Celso, u otro veloz, rápido y hábil como Cristian Pavón?

¿Ni siquiera cuando se acerca el tiro del final, la bala de plata, primará el sentido común? ¿O seguirán pesando los mismos de siempre?

Mientras todo esto pasa, Tapia, desde su pupitre, aconseja sobre lo que hay que publicar o no, y de qué forma. Así, es difícil andar por el camino corrfecto.

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