Desde Moscú
En el Bronnitsy Trainning Centre, a una hora y media
de esta ciudad, iban a hablar ayer, como rutina (que en realidad debería serlo
y no lo es tal porque muchas veces nadie toma el micrófono entre los jugadores)
Lucas Biglia y Giovani Lo Celso, pero sorpresivamente aparecieron sentados ante
la prensa nada menos que Javier Mascherano, con toda la fuerza que esto genera,
y el presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia.
Ya nos hemos referido a las consideraciones de
ambos, pero yendo al terreno del fútbol mismo, del juego, hubo un par de frases
de Mascherano que resultaron muy llamativas y con enorme sinceridad: la que se
refiere a que el equipo “se descompuso” en los últimos minutos del partido
pasado ante Croacia en Nizhny Novgorod, y que se cambia demasiado de sistema
táctico con pocos días para asimilarlo en un Mundial.
Las dos frases son razonables y a lo que hay que
sumar otras menos relacionadas con el juego, como que no se puede controlar lo
incontrolable y que los rumores infundados suelen hacer un ruido molesto en el
plantel.
En cuanto a los cambios de esquemas tácticos con
pocos días de diferencia, hemos visto muy pocos casos como éste porque si bien
cada equipo suele tener unos dos o tres sistemas, lo importante no es esto sino
si ya fueron trabajados, si pudieron
practicarlo en algunos partidos amistosos ante rivales que valgan la pena para
poder extraer buenas conclusiones.
Si tomamos el caso del próximo rival del martes en
San Petersburgo, Nigeria, su director técnico, el alemán Gernot Rohr, suele
tener al menos dos sistemas que varían de acuerdo al rival o las
circunstancias: por ejemplo, ante Croacia en el primer partido, utilizó un
4-5-1, mientas que ante Islandia, corrigió el sistema para llevarlo a un 3-5-2,
y eso no representa un problema
nacional.
Lo que cambia con respecto a la Argentina es esa
sensación de improvisación, de atar todo con alambre, y no porque se trate de
otro sistema distinto al inicial. Mucho menos grave sería, todavía, si se
supiera a qué se juega.
Un segundo
punto interesante para analizar es el factor arquero. ¿Franco Armani atajará,
si es que lo hace, porque Jorge Sampaoli lo quiere como titular, por los
errores de Wilfredo Caballero, en especial el que determinó el primer gol
croata de Ante Rebic, o porque hay una exigencia popular a partir de una enorme
promoción que cierta prensa le hizo durante todo el semestre, más allá de que
en el torneo argentino hizo su parte?
Y para finalizar, el hecho de que muy probablemente
jueguen los “históricos” ante Nigeria, algo así como que hay una necesidad de
que ellos “pongan la cara” en el partido decisivo o sean los capaces de cerrar
una etapa de manera formal si es que el equipo queda eliminado.
¿Realmente hay necesidad de que alguien tenga que
“poner la cara” aunque eso pueda significar una derrota dura y hasta una
eliminación por el solo hecho de colocar
gente con experiencia pero que demostró a todas luces que no está para esos
trotes?
¿No sería más lógico anteponer cuestiones como “dar
la cara”, u “orgullo”, para dar pie a jugar mejor, a administrar la pelota y a
pensar un poco más, con jugadores que por ahora casi no tuvieron chance, como
Paulo Dybala y Giovani Lo Celso, u otro veloz, rápido y hábil como Cristian
Pavón?
¿Ni siquiera cuando se acerca el tiro del final, la
bala de plata, primará el sentido común? ¿O seguirán pesando los mismos de
siempre?
Mientras todo esto pasa, Tapia, desde su pupitre,
aconseja sobre lo que hay que publicar o no, y de qué forma. Así, es difícil
andar por el camino corrfecto.
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