Desde Barcelona
En una mañana de alto voltaje en España y justo
cuando acababa el debate por la moción de censura al gobierno de Mariano Rajoy,
a punto de caer y con todo el país en vilo, de repente se conoció que el Real
Madrid llamaba a una inminente conferencia de prensa por la que, se rumoreaba,
renunciaría Zinedine Zidane como director técnico a apenas cinco días de haber
ganado su tercera Champions League.
Lo que sonaba a locura, a delirio, a disparate, se
terminó de confirmar enseguida. Allí estaban, en una colmada sala de
conferencias de Valdebebas, el lugar donde se entrena y se concentra el equipo,
un circunspecto Florentino Pérez, el poderoso presidente blanco, y un Zidane
con el mismo rostro de siempre, tratando de explicar lo que tanto costaba
entender: ¿qué pudo haber ocurrido para que el francés, ídolo del club como
jugador y ahora de impecable trayectoria como DT, se marchara de repente?
Era evidente que algo había ocurrido entre
presidente y entrenador, aunque ambos lo negaran y manejaran todo desde una
diplomacia tan aséptica como poco creíble. Zidane dijo que simplemente creía
que a esta altura, el plantel necesitaba un entrenador que lo pudiera motivar y
que pensaba que con él mismo, ya el equipo no volvería a ganar y que aunque en
febrero aseguraba que siendo el Real Madrid su casa se quedaría toda la vida,
en tres meses muchas cosas habían cambiado.
Era claro también que a un empresario poderoso como
Pérez, que alguien se le vaya sin que él lo eche, no es lo acostumbrado. Y
menos que lo haga por segunda vez porque ya Zidane se le fue como jugador en
2006 cuando le quedaba un año más de contrato, y aunque haya dicho que no era
un adiós sino un “hasta luego”.
Las malas lenguas cuentan que con tres Champions
Leagues ganadas y nueve títulos en total en dos años y medio de trabajo, entre
ellos dos Mundiales de Clubes, Zidane no tenía ningún interés en que nadie le
encajara jugadores que no necesitaba.
Ya en el mercado de invierno anterior había
rechazado al arquero Kepa, del Athletic de Bilbao, con todos los papeles
finiquitados, y ahora no iba a tolerar que Pérez y su segundo en el club, Ángel
Sánchez, presionaran ni por un arquero que reemplazara al costarricense Keylor
Navas (fundamental en esta última Copa de Europa) o para que se fuera su
compatriota Karim Benzema, -a quien el madridismo sigue sin valorar lo
suficiente porque aunque es un nueve, no marca tantos goles por el simple hecho
de jugar para que los conviertan sus compañeros-, para que venga el polaco
Robert Lewandowski que ya comenzó a hacer en el Bayern Munich lo que indica el
manual: cambiar de agente para pasarse a la escudería del influyente israelí
Pinjas Zahavi y repetir hasta el hartazgo que su ciclo en la Bundesliga ya
terminó.
Y no sólo por los fichajes a presión: Zidane también
se desgastó con la situación de algunos jugadores como Cristiano Ronaldo (a
quien aprecia) porque el portugués ni siquiera esperó media hora en los
festejos de la Champions en Kiev para decir en
el propio campo de juego y a la TV que agradecía estos años y que ya diría
su futuro, lo que sonaba a despedida, y como Gareth Bale, que sostuvo que
hablaría con su agente porque quiere jugar con continuidad y en el Real Madrid
no lo tenía asegurado, una crítica no muy velada por no haber entrado como
titular aunque acabara siendo el mejor jugador del partido para la UEFA.
Pero no todo pasa por ahí. Zidane nunca se engañó y
aunque este año su equipo se llevó otra Champions, sabe bien que hubo muchos
factores extra deportivos que ayudaron, parte por azar, parte por arbitrajes, parte
por errores ajenos bien aprovechados, pero alguien como él de escuela italiana
por tantos años en la Juventus, valora mucho más una Liga, que es la muestra de
continuidad, que una Champions. Y la Liga de este año del Real Madrid, tan
lejos del campeón, Barcelona, no lo conformó para nada.
Para el Real Madrid es un golpe duro. No sólo porque
derrumba la ilusión del éxito eterno y la posibilidad de llegar a las cinco
Copas de Europa como entre 1956 y 1960 en tiempos de Alfredo Di Stéfano, sino
que tiene que salir ahora a buscar un
perfil de DT que guste a todos o casi todos (todos los jugadores del
plantel twittearon una calurosa despedida menos Bale), que sepa administrar el
vestuario, que sea ganador y que respete las tradiciones blancas. Muy complicado.
Además, Zidane siempre fue amable con la prensa y
con sus rivales, con ironías de mucho nivel, con sensatez y sin estridencias,
algo que el club debería valorar luego del desastre como perfil hacia afuera
que le había dejado el insostenible comportamiento de José Mourinho pocos años
atrás.
Costó mucho reconstruir el club cuando se fue
Vicente del Bosque en 2003. Y todo indica que al Real Madrid le va a costar
mucho ahora sin Zidane.
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