viernes, 1 de junio de 2018

Zidane tuvo coherencia hasta para irse cuando nadie lo esperaba (Jornada)


           
                                            Desde Barcelona



En una mañana de alto voltaje en España y justo cuando acababa el debate por la moción de censura al gobierno de Mariano Rajoy, a punto de caer y con todo el país en vilo, de repente se conoció que el Real Madrid llamaba a una inminente conferencia de prensa por la que, se rumoreaba, renunciaría Zinedine Zidane como director técnico a apenas cinco días de haber ganado su tercera Champions League.

Lo que sonaba a locura, a delirio, a disparate, se terminó de confirmar enseguida. Allí estaban, en una colmada sala de conferencias de Valdebebas, el lugar donde se entrena y se concentra el equipo, un circunspecto Florentino Pérez, el poderoso presidente blanco, y un Zidane con el mismo rostro de siempre, tratando de explicar lo que tanto costaba entender: ¿qué pudo haber ocurrido para que el francés, ídolo del club como jugador y ahora de impecable trayectoria como DT, se marchara de repente?

Era evidente que algo había ocurrido entre presidente y entrenador, aunque ambos lo negaran y manejaran todo desde una diplomacia tan aséptica como poco creíble. Zidane dijo que simplemente creía que a esta altura, el plantel necesitaba un entrenador que lo pudiera motivar y que pensaba que con él mismo, ya el equipo no volvería a ganar y que aunque en febrero aseguraba que siendo el Real Madrid su casa se quedaría toda la vida, en tres meses muchas cosas habían cambiado.

Era claro también que a un empresario poderoso como Pérez, que alguien se le vaya sin que él lo eche, no es lo acostumbrado. Y menos que lo haga por segunda vez porque ya Zidane se le fue como jugador en 2006 cuando le quedaba un año más de contrato, y aunque haya dicho que no era un adiós sino un “hasta luego”.

Las malas lenguas cuentan que con tres Champions Leagues ganadas y nueve títulos en total en dos años y medio de trabajo, entre ellos dos Mundiales de Clubes, Zidane no tenía ningún interés en que nadie le encajara jugadores que no necesitaba.

Ya en el mercado de invierno anterior había rechazado al arquero Kepa, del Athletic de Bilbao, con todos los papeles finiquitados, y ahora no iba a tolerar que Pérez y su segundo en el club, Ángel Sánchez, presionaran ni por un arquero que reemplazara al costarricense Keylor Navas (fundamental en esta última Copa de Europa) o para que se fuera su compatriota Karim Benzema, -a quien el madridismo sigue sin valorar lo suficiente porque aunque es un nueve, no marca tantos goles por el simple hecho de jugar para que los conviertan sus compañeros-, para que venga el polaco Robert Lewandowski que ya comenzó a hacer en el Bayern Munich lo que indica el manual: cambiar de agente para pasarse a la escudería del influyente israelí Pinjas Zahavi y repetir hasta el hartazgo que su ciclo en la Bundesliga ya terminó.

Y no sólo por los fichajes a presión: Zidane también se desgastó con la situación de algunos jugadores como Cristiano Ronaldo (a quien aprecia) porque el portugués ni siquiera esperó media hora en los festejos de la Champions en Kiev para decir en  el propio campo de juego y a la TV que agradecía estos años y que ya diría su futuro, lo que sonaba a despedida, y como Gareth Bale, que sostuvo que hablaría con su agente porque quiere jugar con continuidad y en el Real Madrid no lo tenía asegurado, una crítica no muy velada por no haber entrado como titular aunque acabara siendo el mejor jugador del partido para la UEFA.

Pero no todo pasa por ahí. Zidane nunca se engañó y aunque este año su equipo se llevó otra Champions, sabe bien que hubo muchos factores extra deportivos que ayudaron, parte por azar, parte por arbitrajes, parte por errores ajenos bien aprovechados, pero alguien como él de escuela italiana por tantos años en la Juventus, valora mucho más una Liga, que es la muestra de continuidad, que una Champions. Y la Liga de este año del Real Madrid, tan lejos del campeón, Barcelona, no lo conformó para nada.

Para el Real Madrid es un golpe duro. No sólo porque derrumba la ilusión del éxito eterno y la posibilidad de llegar a las cinco Copas de Europa como entre 1956 y 1960 en tiempos de Alfredo Di Stéfano, sino que tiene que salir ahora a buscar un  perfil de DT que guste a todos o casi todos (todos los jugadores del plantel twittearon una calurosa despedida menos Bale), que sepa administrar el vestuario, que sea ganador y que respete las tradiciones blancas. Muy complicado.

Además, Zidane siempre fue amable con la prensa y con sus rivales, con ironías de mucho nivel, con sensatez y sin estridencias, algo que el club debería valorar luego del desastre como perfil hacia afuera que le había dejado el insostenible comportamiento de José Mourinho pocos años atrás.

Costó mucho reconstruir el club cuando se fue Vicente del Bosque en 2003. Y todo indica que al Real Madrid le va a costar mucho ahora sin Zidane.



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