Desde Moscú
Si se puede hacer un primer balance del Mundial de
Rusia, una vez que ya pasó la primera fecha de la fase de grupos y los treinta
y dos equipos ya han jugado al menos un partido (Rusia y Egipto, ya dos), es
que el nivel técnico ha sido bastante bajo, por lo general, y esto amerita el
inicio de un debate acerca del rol de la FIFA, como ente organizador, y el de
la relación entre los clubes y las selecciones nacionales.
El Mundial es, sin dudas, el máximo torneo que tiene
el fútbol cada cuatro años, y sin embargo, no da la impresión de que la FIFA
cuide del todo su producto, desde que las selecciones recién cuentan con sus
jugadores a menos de un mes del inicio, lo que es, parece evidente, muy poco.
Si se tiene en cuenta que el gran porcentaje de
jugadores convocados por las 32 selecciones proviene de ligas europeas, es cada
vez más evidente que los clubes poderosos se van imponiendo en la puja que
desde hace años mantienen con los seleccionados nacionales, en especial, los
no-europeos. Lo que se manifiesta en el poderío tan grande la la Asociación de
Clubes Europeos (ECA) que cada vez congrega a más entidades del Viejo
Continente.
Desde la ECA se viene mencionando cada vez en voz
más alta , y repetido por los grandes medios periodísticos europeos que son
parte del mismo negocio, lo que se dio en llamar peyorativamente como “Virus
FIFA”, algo que parece partir de la siguiente lógica: “Nosotros pagamos los
salarios y las primas de todos estos jugadores todo el año, se enriquecen con
nosotros, y resulta que cada dos meses, por diez días, se van con sus
selecciones nacionales que son más simbólicas que económicas, y allí se cansan
por viajes largos, y a veces se lesionan, y nos los devuelven en mal estado
para lo que queda de la temporada, o necesitan días o semanas para
recuperarse”.
Es desde este lugar que la ECA ya forzó que una vez
que acabe el Mundial, comience a jugarse en Europa la Liga de las Naciones, un
torneo paralelo a la clasificación para la próxima Eurocopa de 2020, con el
único objeto de que las selecciones europeas no dispongan de tiempo para jugar
amistosos contra las de otros continentes y de esta manera, ahorrar el viaje a
sus jugadores-estrella europeos, al menos.
El gran problema es que, más allá del negocio para
la FIFA, los clubes representan el interés comercial frente al simbólico de las
selecciones, que aunque pagan, no alcanzan nunca a compensar el dinero que se
maneja durante la semana en cada liga poderosa y en ese tiro neo, el Mundial
queda en el medio, con poco espacio para darle el lugar que se merece.
No es casualidad aquella frase del ex presidente de
la FIFA, Joseph Blatter (por cierto, invitado por el presidente ruso Vladimir
Putin para presenciar el Mundial luego de que en sus tiempos como mandatario
del fútbol, en 2010, se le concedió la sede a Rusia para este Mundial) acerca
de que los dirigentes de la entidad mayor del fútbol mundial “administramos
pasión”.
Al tener poco tiempo de preparación cada selección,
entre que algunos clubes terminan la temporada muy tarde (como los que juegan
la final de la Champions o la de Europa League) y las ligas tampoco dan tanto
respiro, entre la semana de desconexión
posterior y el inicio de la pretemporada mundialista, los jugadores
llegan exhaustos al Mundial o al menos, de ninguna manera en su punto ideal y
resulta lógico que el nivel vaya en aumento cuando los equipos ya se encuentran
en una mayor actividad y especialmente desde los “mano a mano” de la
eliminación directa de los octavos de final.
No parece casualidad que salvo Bélgica o Inglaterra
(en menor medida), o Francia (a duras penas), las potencias futbolísticas no
hayan podido ganar en la primera fecha: ni España, ni Argentina, ni Brasil ni
Colombia ni mucho menos Alemania han conseguido imponerse en sus partidos, pero
pocos dudan de que la mayoría de ellas estará en las fases finales y en cambio
Rusia, el local, que ha tenido más tiempo, se encuentra en mejor estado físico
y futbolístico.
Como no podía ser de otro modo, el Mundial refleja
la tensión económica cada vez mayor entre clubes y selecciones, entre el poder
del dinero y el poder simbólico. ¿Cuidará más la FIFA su producto en el futuro,
o se dejará arrastrar por los vientos del poder?
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