miércoles, 20 de junio de 2018

El Mundial, por ahora, exige un replanteo (Jornada)




                                                     Desde Moscú



Si se puede hacer un primer balance del Mundial de Rusia, una vez que ya pasó la primera fecha de la fase de grupos y los treinta y dos equipos ya han jugado al menos un partido (Rusia y Egipto, ya dos), es que el nivel técnico ha sido bastante bajo, por lo general, y esto amerita el inicio de un debate acerca del rol de la FIFA, como ente organizador, y el de la relación entre los clubes y las selecciones nacionales.

El Mundial es, sin dudas, el máximo torneo que tiene el fútbol cada cuatro años, y sin embargo, no da la impresión de que la FIFA cuide del todo su producto, desde que las selecciones recién cuentan con sus jugadores a menos de un mes del inicio, lo que es, parece evidente, muy poco.

Si se tiene en cuenta que el gran porcentaje de jugadores convocados por las 32 selecciones proviene de ligas europeas, es cada vez más evidente que los clubes poderosos se van imponiendo en la puja que desde hace años mantienen con los seleccionados nacionales, en especial, los no-europeos. Lo que se manifiesta en el poderío tan grande la la Asociación de Clubes Europeos (ECA) que cada vez congrega a más entidades del Viejo Continente.

Desde la ECA se viene mencionando cada vez en voz más alta , y repetido por los grandes medios periodísticos europeos que son parte del mismo negocio, lo que se dio en llamar peyorativamente como “Virus FIFA”, algo que parece partir de la siguiente lógica: “Nosotros pagamos los salarios y las primas de todos estos jugadores todo el año, se enriquecen con nosotros, y resulta que cada dos meses, por diez días, se van con sus selecciones nacionales que son más simbólicas que económicas, y allí se cansan por viajes largos, y a veces se lesionan, y nos los devuelven en mal estado para lo que queda de la temporada, o necesitan días o semanas para recuperarse”.

Es desde este lugar que la ECA ya forzó que una vez que acabe el Mundial, comience a jugarse en Europa la Liga de las Naciones, un torneo paralelo a la clasificación para la próxima Eurocopa de 2020, con el único objeto de que las selecciones europeas no dispongan de tiempo para jugar amistosos contra las de otros continentes y de esta manera, ahorrar el viaje a sus jugadores-estrella europeos, al menos.

El gran problema es que, más allá del negocio para la FIFA, los clubes representan el interés comercial frente al simbólico de las selecciones, que aunque pagan, no alcanzan nunca a compensar el dinero que se maneja durante la semana en cada liga poderosa y en ese tiro neo, el Mundial queda en el medio, con poco espacio para darle el lugar que se merece.

No es casualidad aquella frase del ex presidente de la FIFA, Joseph Blatter (por cierto, invitado por el presidente ruso Vladimir Putin para presenciar el Mundial luego de que en sus tiempos como mandatario del fútbol, en 2010, se le concedió la sede a Rusia para este Mundial) acerca de que los dirigentes de la entidad mayor del fútbol mundial “administramos pasión”.

Al tener poco tiempo de preparación cada selección, entre que algunos clubes terminan la temporada muy tarde (como los que juegan la final de la Champions o la de Europa League) y las ligas tampoco dan tanto respiro, entre la semana de desconexión  posterior y el inicio de la pretemporada mundialista, los jugadores llegan exhaustos al Mundial o al menos, de ninguna manera en su punto ideal y resulta lógico que el nivel vaya en aumento cuando los equipos ya se encuentran en una mayor actividad y especialmente desde los “mano a mano” de la eliminación directa de los octavos de final.

No parece casualidad que salvo Bélgica o Inglaterra (en menor medida), o Francia (a duras penas), las potencias futbolísticas no hayan podido ganar en la primera fecha: ni España, ni Argentina, ni Brasil ni Colombia ni mucho menos Alemania han conseguido imponerse en sus partidos, pero pocos dudan de que la mayoría de ellas estará en las fases finales y en cambio Rusia, el local, que ha tenido más tiempo, se encuentra en mejor estado físico y futbolístico.

Como no podía ser de otro modo, el Mundial refleja la tensión económica cada vez mayor entre clubes y selecciones, entre el poder del dinero y el poder simbólico. ¿Cuidará más la FIFA su producto en el futuro, o se dejará arrastrar por los vientos del poder?

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