sábado, 30 de junio de 2018

El final de un ciclo: Francia despacha a la selección argentina (Jornada)




                                                   Desde Kazán



Acaso la mejor imagen es la del rostro exultante y esa mirada desafiante de Kylian Mbappé en cada uno de sus goles. Va a cumplir 20 años recién el 20 de diciembre y representa el futuro del fútbol francés. Al mismo tiempo, una generación de futbolistas argentinos que se despide de su selección nacional, luego de haber acariciado por tres veces los títulos más preciados y sin haberlo conseguido, y que hizo lo que pudo hasta octavos de final, y le dio para mucho menos que antes.

Ese enorme contraste pudo percibirse en el partido entre Francia y Argentina. Una selección nacional que dos veces se salvó in extremis del incendio, la primera gracias a que Lionel Messi sacó toda su vasta en Quito ante Ecuador cuando en la última fecha de la clasificación había llegado en sexta posición en una tabla de diez equipos, sin siquiera estar en el repechaje. La segunda, cuando a cinco minutos del final, Marcos Rojo evitó una humillante eliminación en la fase de grupos.

La selección argentina hizo lo que pudo en este Mundial y fue muy poco. Llegó nadando a la orilla de los octavos de final y se ilusionó ante Francia porque venía desde el fondo del mar, pero allí se encontró con la realidad de un equipo que supo esperarla, le cedió la pelota porque sabía que no tendría mucha idea de qué hacer con ella (los hechos lo corroboran, en el primer tiempo tuvo una posesión inútil del 69 por ciento) y mató de contragolpe no sin pasar por una derrota momentánea a principios del segundo tiempo a causa del azar, porque Gabriel Mercado no quiso colocarla allí.

El equipo argentino se va del Mundial con una defensa lentísima y descoordinada, que recibió nueve goles que pudieron ser muchos más, un  mediocampo de tránsito lento, sin cambio de ritmo ni ideas, sin un enlace de peso hasta sus delanteros, con un Lionel Messi inexplicable que desperdició su cuarta oportunidad mundialista, y vaya a saberse si habrá una quinta, ya sin sus amigos generacionales, y tampoco hubo contundencia de un ataque que fue víctima de un cambio permanente de sistemas, como si fuera un laboratorio.

Si a esto le sumamos los problemas estructurales de una AFA siempre en crisis, la pésima preparación, sin partidos amistosos y con jugadores sin muchos entrenamientos y demasiadas cosas que ocultar en un lamentable ciclo de cuatro años desde que se perdió la final de Brasil 2014, no podía haber mejor final que éste. Como nos anticipó Jorge Valdano cuando le consultamos qué pasaría de ganarle a Nigeria y llegar a octavos. “Sería la prolongación de la agonía”, nos respondió el inteligente ex campeón mundial en 1986. Y no le faltó razón.

Es el final de un ciclo. Lo que habría que hacer es repensar todo. Darlo vuelta como una media, entender que sin una base de juveniles, sin una idea acerca de qué se quiere hacer, a qué se quiere jugar, no se puede llegar muy lejos.

La Copa América de Brasil 2019 está demasiado cerca. Pero ideas, y dirigencia, no sobran. Y entonces será como el perro que se muerde la cola. Otra vez sopa.

1 comentario:

darios dijo...

Buena reflexión. Como muchas cosas de la vida, a veces toda evolución precisa de una revolución.