Desde Moscú
Por estas horas en Bronnitsy, a poco más de una hora
de Moscú, Jorge Sampaoli y su cuerpo técnico se devanean pensando variantes
para el crucial partido del jueves ante Croacia en Nizhny Novgorod.
El calvo entrenador del equipo nacional consulta con
sus colaboradores más cercanos, tratando de regresar al frío del análisis
dejando de lado la calentura por el bajo rendimiento y el inesperado resultado
ante Islandia, si no será mejor utilizar a Gabriel Mercado como firme lateral
por la derecha para asegurar la marca y no caer en el choque en el ataque del
sábado de Eduardo Salvio cuando llegaba a la posición de Maxi Meza, o tal vez
que Cristian Pavón pueda ingresar desde la partida en reemplazo de Ángel Di
María, o cuál es el mejor volante centrale acompañe a Javier Mascherano en el
centro, si el tibio Ever Banega, o un Giovani Lo Celso que rinde más en una
posición mucho más adelantada.
De fondo, regresando a las propias palabras de
Sampaoli en la interesante (por momentos, cuando no tuvo que responder centros
o preguntas simplotas que abundan en estos lares por los que siempre reciben el
visto bueno para hacerlas, salvo escasas excepciones) conferencia de prensa del
viernes, el equipo que debutó en el Mundial e incluso el que podría jugar en
los dos partidos que restan para finalizar la fase de grupos, ante Croacia y
Nigeria, es “el que pude formar y no el que yo hubiera imaginado”.
El propio Sampaoli lo dice aunque parezca que
demasiado pronto abre el paraguas. Este equipo casi no jugó amistosos, viene
arrastrando un absoluto caos institucional en la AFA, los jugadores se fueron
acostumbrando a una dinámica que los tiene como excesivo centro sin que nunca
una institución a la que poco o nada le importa, salvo ganar títulos o hacer
caja como fuere, les haya puesto un
límite.
Y así y todo, el problema mayor no es ninguno de
estos, sino que lo que hay es lo que se ve. El fútbol argentino, desde hace
años, produce este tipo de jugadores. Puede haber excepciones porque por
suerte, Argentina es un país generoso con los jugadores que fueron saliendo por
estas tierras, pero jamás hubo un plan para sostenerlas o aprovecharlas.
Si en el Mundial de Suecia 1958 no estuvieron ni
Sívori, ni Angelillo ni Maschi (los Carasucias brillantes campeones
sudamericanos un año antes, en Lima, en
1957), o tampoco Di Stéfano o Rial o Rogelio Domínguez, o si Ricardo
Bochini, con todo lo que fue, jugó unos pocos minutos ante Bélgica en 1986, o
si Diego Maradona se pudo quedar afuera en Argentina 1978, es porque se trata
de un país acostumbrado a desperdiciar sus recursos, como no haber podido
explotar como se debe dos figuras inconmensurables como Maradona y Lionel
Messi.
Si hace 40 años, para el Mundial 78, abundaban los
números diez, hoy la selección no encuentra un reemplazante…para Manuel
Lanzini, y Maxi Meza está por delante de Paulo Dybala,. Ídolo de la Juventus,
séptuple campeón consecutivo de Italia,.
El gran problema, o si se quiere el gran fracaso del
fútbol argentino no será de ningún modo quedar eliminado en primera fase sino
no haber podido encontrar un estilo (y eso que hay de donde ilustrarse), una
forma constante de jugar que lo caracterice, la confianza en un sistema que lo
pueda respaldar cuando las cosas no funcionen, como le ocurrió a España ern su
debut ante Portugal.
Pero no…el fútbol argentino insiste con lo mismo,
con creer que la posesión de pelota es “eso” que vimos en el Spartak el sábado
entre Javier Mascherano y Lucasd Biglia: dos pases cortitos, uno al lado del
otro, horizontales, sin cambio de ritmo, esperando que al no haber claros
defensivos rivales, Messi invente el atajo.
Por eso, Sampaoli puede estar desvelado pensando
cómo remediar esto y a quién colocar en el segundo partido, si realizar una
cirugía mayor, como Carlos Bilardo después de Camerún en el San Siro en Italia
1990, con aquello de “disfrazarse de árabe” o que “mejor que se caiga nuestro
avión”.
El fútbol argentino podrá auto engañarse creyendo
que la decisión pasa por Biglia, Banega o Lo Celso, Mercado o Salvio, Pavón o
Di María, pero el problema viene de mucho más atrás, cuando no se supo a qué se
jugaba y la cuestión es el qué para
decidir quién luego. Sin esa convicción, la duda se agiganta, con resultados
impredecibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario