Desde Moscú
Ya desde mucho antes de comenzar el Mundial de
Rusia, la selección argentina fue protagonista de hechos poco comunes para una
potencia de semejante calibre, con dos Copas del Mundo y catorce Copas América
en un palmarés que también incluye dos medallas doradas olímpicas.
Si al Mundial llegó de manera angustiosa y en la
última jornada sobre dieciséis posibles en el grupo sudamericano, tras llegar
sexto sobre diez equipos cuando se clasificaban cuatro directos, y tuvo que
vencer en Quito a un Ecuador B compuesto por jugadores de su torneo local pero
sin sus máximas estrellas del fútbol europeo, los meses previos a viajar a
Rusia fueron una mezcla de confusión y desorganización absoluta.
Si la dirigencia del fútbol argentino cometió el
desatino de contratar a tres entrenadores en cuatro años, desde que finalizó el
Mundial de Brasil 2014 (Gerardo Martino, Edgardo Bauza y Jorge Sampaoli), no
quiso ser menos para el futuro y firmó un contrato a cuatro años con el actual
director técnico albiceleste, hasta el Mundial de Qatar 2022, con una cláusula
que indica que si la AFA decide echarlo antes de la Copa América de Brasil en
2019, a mediados de año, deberá tener que pagarle 20 millones de dólares.
Si bien de esta forma la AFA quiso demostrarle a
Sampaoli que confía en regresar a un proyecto de trabajo largo, que no conoce
desde los tiempos de Marcelo Bielsa (1998-2004), tampoco se vislumbra un
proyecto concreto de juveniles, que no aportan jugadores a la selección
absoluta, de manera masiva, desde la generación que consiguió el campeonato
mundial sub-20 en Canadá 2007 y ya se lleva más de una década perdida en este
aspecto.
Pero todo no termina allí. Por distintos motivos de
desorganización, la selección argentina no disputó varios partidos amistosos en
las llamadas “fechas-FIFA”, mientras que la mayoría de los equipos nacionales
lo hacía. Sin embargo, en vez de buscar la mayor cantidad de compromisos
posibles en la previa del Mundial para que los jugadores tomaran ritmo, al
contrario, tampoco se utilizaron las dos ventanas de principios de junio y
mientras todos los rivales jugaban (Croacia, ante Brasil, Nigeria, ante
Inglaterra, Islandia, ante Noruega), los jugadores argentinos, ya instalados en
Barcelona, camino a Rusia, recibían como “premio” días libres, en algunos
casos, sin necesidad de regresar por la noche.
Tampoco muchos de esos entrenamientos podían ser
vistos por la prensa, que cada dos días, por promedio, podía observar los
primeros quince minutos para tomar imágenes, pero ni un solo jugador habló con
los medios en más de quince días, que incluyen su llegada al Bronnitsy
Trainning Centre, a una hora y media de Moscú.
Ya sobre la última semana previa al viaje a Rusia,
en un mismo día, la AFA canceló una visita al Papa Francisco, que es también
argentino, y a Israel, debido a las presiones de organizaciones pro-palestinas
debido al cambio de la embajada de los Estados Unidos desde Tel Aviv a
Jerusalén, que justamente, y de manera inexplicable que no sea por rédito
político para algunos funcionarios locales, iba a ser la sede del amistoso
cancelado a último momento.
También en Israel iba a ser probado Franco Armani,
el tercer portero de la lista definitiva de veintitrés jugadores que entregó el
entrenador argentino Jorge Sampaoli, pero al cancelarse el partido, no hubo ya
oportunidad de hacerlo y eso generó que se le entregara la titularidad inicial
a Wilfredo Caballero, portero suplente de Thibaut Courtois en el Chelsea, y de
importante regularidad.
No obstante, Sampaoli nunca respaldó a Caballero
como titular, sino que en la conferencia de prensa previa al debut ante
Islandia, en Moscú, al ser consultado sobre el motivo de la elección del
portero, sólo dijo “es que tenía tres, con cierta paridad, y tuve que elegir a
uno”, cuando en verdad el arquero titular en el Mundial iba a ser Sergio
Romero, el mismo de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014, pero una lesión frustró su
tercera experiencia mundialista.
Por si faltara poco, ya en Barcelona se lesionó el
volante ofensivo del West Ham, Manuel Lanzini, quien para Sampaoli era titular
en el debut ante Islandia, pero la sorpresa es que acabó siendo reemplazado por
Enzo Pérez, jugador que participó de Brasil, 2014 y que en esos momentos,
obviamente, se encontraba de vacaciones, aunque la gran incógnita es saber cómo
este jugador saltó al campo como titular ante Croacia a los pocos días de
incorporarse al plantel, cuando se supone que debería haber realizado algún
tipo de reacomodamiento físico y futbolístico previo.
Al comenzar el Mundial, tampoco contaron, en los dos
primeros partidos, ni Giovani Lo Celso ni Federico Fazio, dos jugadores que
habían sido titulares constantes durante la clasificación y en los escasos
amistosos posteriores a ella. Algo similar podría decirse de Paulo Dybala, que
no fue tenido en cuenta casi nunca para la parte previa al Mundial y tampoco
jugó los dos primeros partidos en el máximo torneo, y que generó también que
Lionel Messi se encontrara muy solo para elaborar juego, sin un socio en el campo,
lo que lo hizo deprimir no sólo por las iniciales malas producciones argentinas
sino que ya se veía venir el futuro bajo estas condiciones.
Ya para el tercer partido, ante Nigeria, la
selección argentina se la pasaba despejando rumores sobre la continuidad de
Sampaoli, la supuesta mala relación de éste con
sus jugadores y hasta problemas internos con su ayudante, Sebastián
Becaccese, y delante de los jugadores.
Por todo esto, más allá de mejores o peores
performances, el fútbol argentino no puede generar tantos desatinos.
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