lunes, 25 de junio de 2018

Argentina no puede permitirse este caos (Yahoo)



                                               
                                                    Desde Moscú



Ya desde mucho antes de comenzar el Mundial de Rusia, la selección argentina fue protagonista de hechos poco comunes para una potencia de semejante calibre, con dos Copas del Mundo y catorce Copas América en un palmarés que también incluye dos medallas doradas olímpicas.

Si al Mundial llegó de manera angustiosa y en la última jornada sobre dieciséis posibles en el grupo sudamericano, tras llegar sexto sobre diez equipos cuando se clasificaban cuatro directos, y tuvo que vencer en Quito a un Ecuador B compuesto por jugadores de su torneo local pero sin sus máximas estrellas del fútbol europeo, los meses previos a viajar a Rusia fueron una mezcla de confusión y desorganización absoluta.

Si la dirigencia del fútbol argentino cometió el desatino de contratar a tres entrenadores en cuatro años, desde que finalizó el Mundial de Brasil 2014 (Gerardo Martino, Edgardo Bauza y Jorge Sampaoli), no quiso ser menos para el futuro y firmó un contrato a cuatro años con el actual director técnico albiceleste, hasta el Mundial de Qatar 2022, con una cláusula que indica que si la AFA decide echarlo antes de la Copa América de Brasil en 2019, a mediados de año, deberá tener que pagarle 20 millones de dólares.

Si bien de esta forma la AFA quiso demostrarle a Sampaoli que confía en regresar a un proyecto de trabajo largo, que no conoce desde los tiempos de Marcelo Bielsa (1998-2004), tampoco se vislumbra un proyecto concreto de juveniles, que no aportan jugadores a la selección absoluta, de manera masiva, desde la generación que consiguió el campeonato mundial sub-20 en Canadá 2007 y ya se lleva más de una década perdida en este aspecto.

Pero todo no termina allí. Por distintos motivos de desorganización, la selección argentina no disputó varios partidos amistosos en las llamadas “fechas-FIFA”, mientras que la mayoría de los equipos nacionales lo hacía. Sin embargo, en vez de buscar la mayor cantidad de compromisos posibles en la previa del Mundial para que los jugadores tomaran ritmo, al contrario, tampoco se utilizaron las dos ventanas de principios de junio y mientras todos los rivales jugaban (Croacia, ante Brasil, Nigeria, ante Inglaterra, Islandia, ante Noruega), los jugadores argentinos, ya instalados en Barcelona, camino a Rusia, recibían como “premio” días libres, en algunos casos, sin necesidad de regresar por la noche.

Tampoco muchos de esos entrenamientos podían ser vistos por la prensa, que cada dos días, por promedio, podía observar los primeros quince minutos para tomar imágenes, pero ni un solo jugador habló con los medios en más de quince días, que incluyen su llegada al Bronnitsy Trainning Centre, a una hora y media de Moscú.

Ya sobre la última semana previa al viaje a Rusia, en un mismo día, la AFA canceló una visita al Papa Francisco, que es también argentino, y a Israel, debido a las presiones de organizaciones pro-palestinas debido al cambio de la embajada de los Estados Unidos desde Tel Aviv a Jerusalén, que justamente, y de manera inexplicable que no sea por rédito político para algunos funcionarios locales, iba a ser la sede del amistoso cancelado a último momento.

También en Israel iba a ser probado Franco Armani, el tercer portero de la lista definitiva de veintitrés jugadores que entregó el entrenador argentino Jorge Sampaoli, pero al cancelarse el partido, no hubo ya oportunidad de hacerlo y eso generó que se le entregara la titularidad inicial a Wilfredo Caballero, portero suplente de Thibaut Courtois en el Chelsea, y de importante regularidad.

No obstante, Sampaoli nunca respaldó a Caballero como titular, sino que en la conferencia de prensa previa al debut ante Islandia, en Moscú, al ser consultado sobre el motivo de la elección del portero, sólo dijo “es que tenía tres, con cierta paridad, y tuve que elegir a uno”, cuando en verdad el arquero titular en el Mundial iba a ser Sergio Romero, el mismo de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014, pero una lesión frustró su tercera experiencia mundialista.

Por si faltara poco, ya en Barcelona se lesionó el volante ofensivo del West Ham, Manuel Lanzini, quien para Sampaoli era titular en el debut ante Islandia, pero la sorpresa es que acabó siendo reemplazado por Enzo Pérez, jugador que participó de Brasil, 2014 y que en esos momentos, obviamente, se encontraba de vacaciones, aunque la gran incógnita es saber cómo este jugador saltó al campo como titular ante Croacia a los pocos días de incorporarse al plantel, cuando se supone que debería haber realizado algún tipo de reacomodamiento físico y futbolístico previo.

Al comenzar el Mundial, tampoco contaron, en los dos primeros partidos, ni Giovani Lo Celso ni Federico Fazio, dos jugadores que habían sido titulares constantes durante la clasificación y en los escasos amistosos posteriores a ella. Algo similar podría decirse de Paulo Dybala, que no fue tenido en cuenta casi nunca para la parte previa al Mundial y tampoco jugó los dos primeros partidos en el máximo torneo, y que generó también que Lionel Messi se encontrara muy solo para elaborar juego, sin un socio en el campo, lo que lo hizo deprimir no sólo por las iniciales malas producciones argentinas sino que ya se veía venir el futuro bajo estas condiciones.

Ya para el tercer partido, ante Nigeria, la selección argentina se la pasaba despejando rumores sobre la continuidad de Sampaoli, la supuesta mala relación de éste con  sus jugadores y hasta problemas internos con su ayudante, Sebastián Becaccese, y delante de los jugadores.

Por todo esto, más allá de mejores o peores performances, el fútbol argentino no puede generar tantos desatinos.



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