jueves, 26 de junio de 2014

Cumpleaños feliz….sólo con el título mundial (Volkskrant)



                                         Desde Belo Horizonte

El 24 de junio de 2006, había clima de jolgorio en la concentración argentina de Herzogenaurach, cerca de Nüremberg, en el predio que Adidas cedió a la selección argentina de José Pekerman para el Mundial de Alemania.

Todos se prepararon para saludar al gran crack de entonces. Juan Román Riquelme se sentía líder de aquel equipo, secundado por uno de sus amigos, Juan Pablo Sorín, proveniente del mismo club en el que Pekerman había jugado muchos años antes, Argentinos Juniors.

Pekerman le había quitado la cinta de capitán a Roberto Ayala para dársela a Sorín, Javier Mascherano jugaba su primer Mundial y no tenía ni la misma voz ni el mismo voto, y un Lionel Messi muy joven, llegaba al plantel casi a último momento y se dedicaba a jugar a la playstation, en solitario, con su amigo, el también juvenil Oscar Ustari, con el que un año antes había sido campeón mundial sub-20 en Holanda.

Los jugadores más grandes de aquella selección argentina, como el propio Ayala, Gabriel Heinze o el arquero Roberto Abbondanzieri llegaron a comentar a este periodista cierta preocupación por la “distancia generacional” con aquella de Messi y Ustari que andaban siempre solos, lejos de las decisiones grupales.

Es más: un día, Messi se enteró de que varios jugadores estaban tomando mate (una típica actividad con el pretexto de compartir un rato) en una de las habitaciones de la concentración, vio la puerta entreabierta y se sumó, sigilosamente, pero encontró una mala respuesta del líder: “Pibe, para entrar hay que golear la puerta, ¿entendido?”. El jovencito agachó la cabeza y se fue, tan en silencio como cuando entró.

En ese contexto es que aquél 24 de junio de 2006, Messi apenas si balbuceó que también él cumplía los años ese día. Alguien, de apuro, corrió a buscar alguna torta o algo dulce, para que también el chico apagara las velitas. Pero era demasiado poco en comparación con el gran crack del momento.

Pasaron ocho años y Messi cumple, otra vez en pleno Mundial, 27 años y ahora es todo un acontecimiento. Desde hace días que los medios argentinos vienen preguntando a los compañeros, a su familia, que viajó a Brasil para estar cerca del genio, a su novia Antonella, que llegó con su hijo Thiago, qué prepararán de especial para agasajar al mejor jugador del mundo.

“Si el 30 de octubre para muchos argentinos es Navidad, acaso el 24 de junio sea Pascua o algo así”, me comenta un periodista compatriota en el Centro de Prensa del estadio Mineirao, de Belo Horizonte. La primera fecha es el cumpleaños de Diego Maradona (53).

Messi aún no tiene una Iglesia propia como sí Maradona, con miles y miles de fieles que hasta inventaron un rezo o bendicen a muchas parejas que se casan bajo ese juramento, aunque parezca una locura.

Pero acaso Messi no tenga devotos todavía porque el umbral pasa por el Mundial. Y el propio jugador lo sabe. Por eso, y por el perfil bajo que adoptó desde hace mucho tiempo, es que la familia, aunque presente en Brasil, no quiera molestar.

A lo sumo, sus padres, Jorge y Celia, su hermano mayor, Rodrigo, o su novia Antonella y su hijo Thiago lo visitaron el pasado domingo, el día libre para todos los jugadores luego del magro 1-0 ante Irán con gol de…Messi, sobre el final, con un tiro esquinado.


Para la familia, con esa visita y llamados telefónicos o mensajes de texto, o emails, o whatsapps, ya alcanza. No quieren molestar, pero saben que no hay mejor regalo para el crack, que el título mundial. Es su momento, y ese es, hoy, el motivo de su felicidad.

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