Desde San Pablo
Cuatro años esperando la llegada del Mundial, y nada
menos que un Mundial en Brasil, para esto. Ya lo expresaba con su voz tan
particular el brillante cantante carioca Chico Buarque de Hollanda, al que
esperamos cruzarnos por aquí como en París en 1998, con su acreditación
colgando: “estoy aguardando para cuando el carnaval chegar”.
Los brasileños siempre centraron buena parte de su
vida, de su cultura, en el carnaval. Por eso tantos jugadores que militan en
clubes europeos vuelven para esas fechas, para estar, para formar parte de
alguna manera de esa fiesta.
Este Mundial era esperado así, con ansias por el
pueblo futbolero, porque desde 1950 que no se jugaba aquí, pero cuando llegó,
pareció tarde, o descolocado (“Desafinado”, podría decir el genial Tom Jobim),
porque ahora las prioridades son otras y aunque siempre habrá motivos para
alegrías si el equipo gana, también hay espacio para acordarse permanentemente
de la presidente Dilma Rousseff, que ni siquiera pudo pronunciar su discurso,
al igual que el mandatario de la FIFA, Joseph Blatter, que ni siquiera se
expuso.
Por eso se acortó tanto una ceremonia inaugural que
pintaba para más, con tanto color desplegado en una alfombra colocada desde el
principio en el estadio Arena Corinthians, pero que a falta de discursos, y
también de aquel tan esperado puntapié inicial del muchacho parapléjico con el
exoesqueleto, la ceremonia duró tan poco que cuando recogían las cosas los
auxiliares y los arqueros de la selección brasileña salieron a la cancha al
calentamiento previo, hubo un silencio a la espera de que alguien aclarara la
situación.
Al final, no hubo ni discursos, ni puntapié inicial,
ni “Count Down” como en otros mundiales. Todo lució descolorido. Ni siquiera
aquél promocionado video del Papa Francisco. Nada de nada. Todo muy FIFA, muy
poco Brasil. Mucho temor a la reacción de la gente. Poca confianza en un pueblo
alegre, musical y amable como el brasileño, harto de que le pongan las manos en
los bolsillos.
Y por si faltaba algo, el partido. Que comenzó raro,
con un seleccionado brasileño muy parecido, en actitud, al de la Copa
Confederaciones del 2013. Pareció desbordado, alocado, yendo con todo al ataque
pero con ceguera. Dejando espacios para el contragolpe croata. Sufriendo
extrañas descompensaciones defensivas (ya en el primer centro, Olic le ganó en
el salto a Alves y la pelota no entró de casualidad y al segundo, al ras, ya
fue gol en contra de Marcelo).
El equipo brasileño salió pronto de aquel impacto.
Un Luiz Felipe Scolari protestón y quejoso detrás de la línea de cal, y un
equipo croata que administraba bien la pelota desde dos cerebros como Ivan
Rakitic y Luka Modric, aunque los de arriba (el citado Olic y Nikica Jelavic)
no terminaban de acertar.
Y en ese “toma y daca”, Brasil venía de salvarse de
otra cuando Neymar, por fin, hizo una de las suyas para colocar la pelota junto
al palo del muy buen arquero (y muy frío, casi gélido) Pletikosa y empatar un
partido que se iba complicando.
Tras el descanso, pareció que todo transcurriría de
la misma forma, con un equipo brasileño que en aquel juego de la “manta corta”
del recordado Didí, llegaba tapado en la parte defensiva pero terminó cubierto
más al medio, y quedándose a la intemperie atrás, como si aquella manta
imaginaria se hubiese corrido un poquito hacia el ataque, pero dejando
interrogantes en las dos áreas.
De todos modos, todo quedó para otro momento porque
enseguida el pícaro de Fred simuló una falta dentro del área croata, el árbitro
japonés Yuichi Nishimura le creyó.
Penal escandaloso, de gran ayuda para los
locales, que no encontraban el camino fácil, y lo peor, una sensación de que
los locales contarán con un inestimable apoyo organizativo que hace peligrar el
torneo y que provocó que el entrenador rival, Niko Kovac, advirtiera luego de
que esto “podría convertirse en un circo”.
Aún así, hubo otra chance para los croatas cuando
Olic le ganó el salto al arquero Julio César (Brasil falló mucho en el juego
aéreo defensivo, un apunte interesante), pero otra vez Nishimura creyó que hubo
falta, y anuló la jugada.
El gol final de Oscar, desde media distancia,
estableció una diferencia demasiado grande entre uno y otro. Más que 3-1,
pareció que el resultado final fue Brasil 2014, Croacia 1.
Esto recién comienza, pero ya aparecieron muchos
indicios de que algunas cosas de este Mundial habrá que estudiarlas con lupa.
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